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ENTREVISTA

“Promoveré una alianza republicana”

El precandidato del Centro Democrático Rafael Nieto terminó por aceptar la escogencia del candidato uribista vía encuesta. En entrevista con SEMANA, asegura que modificaría el acuerdo de paz vía Congreso y explica otras de sus propuestas.

25 de noviembre de 2017

SEMANA: Finalmente el Centro Democrático decidió que aplicará varias encuestas para escoger su candidato. ¿Por qué se opuso tanto a ese mecanismo?

RAFAEL NIETO: Luché todo lo que me fue posible para que el mecanismo de escogencia del candidato consultara exclusivamente a la base y a la militancia del uribismo, y no permitiera que otras fuerzas políticas incidieran en esa decisión. Sin embargo, me derrotaron. Cuando llegó al punto en que no podía quedar atravesado en el sistema de elección, me sumé a la mayoría.

SEMANA: ¿Acaso no se va a encuestar la militancia?

R.N.: Sí, pero solamente a un 20 por ciento, que a mí me parece insuficiente.

SEMANA: Con discursos tan parecidos entre todos los precandidatos del uribismo, ¿qué estrategias tienen los candidatos para conquistar a las bases?

R.N.: El Centro Democrático no es la extrema derecha en absoluto, es un partido de distintos matices. Se caracteriza por unas apuestas programáticas muy claras: la defensa de la autoridad, el orden y el respeto por la ley; la defensa de la propiedad, la empresa privada y el emprendimiento como mecanismos de generación de riqueza, empleos y superación de la pobreza; y la defensa de valores relacionados con la protección de la vida y de la familia. Esas columnas vertebrales coinciden en lo fundamental con mis planteamientos y me permiten tener un gran apoyo entre las bases.

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SEMANA: ¿En qué se diferencia usted de Paloma Valencia, Carlos Holmes Trujillo, Iván Duque y María del Rosario Guerra?

R.N.: Hay coincidencias en lo básico, pero hay diferencias en carácter, temperamento y propuestas. Mis énfasis están en hacer una apuesta decidida por un modelo de capitalismo social, popular e incluyente. En las próximas elecciones se juega un modelo político y económico y yo defiendo uno de libre mercado con énfasis en el gasto social, en los más necesitados, opuesto a un modelo socialista que en el mundo ha resultado un fracaso.

SEMANA: ¿Cree realista que con el desprestigio del régimen venezolano Colombia pueda elegir un gobierno socialista?

R.N.: Tiendo a pensar que en las próximas elecciones no, pero me preocupa que se elija un gobierno de continuidad de Santos –el gobierno de transición del que hablan las Farc– y que en las elecciones de 2022 tengamos el riesgo de que triunfe la izquierda populista radical. La propuesta de Petro es una de las que cuestiona el modelo económico basado en el mercado y hoy está recibiendo un respaldo de un sector importante del electorado. Sobre ella hay que abrir los ojos, así como sobre las propuestas decididas a proteger en su integridad el pacto con las Farc y a continuar con el modelo santista.

SEMANA: Usted ha sido uno de los más críticos con el proceso de paz. Avanzada su implementación, ¿de qué manera concreta se pueden volver trizas los acuerdos?

R.N.: Aquí hay que decir varias cosas. Yo nunca he estado en la línea de hacer trizas los acuerdos, me parece que la idea de una solución negociada es sensata. Sin embargo, quiero hacer varias precisiones. Eso no quita que el pacto entre Santos y las Farc es un pacto ilegitimo. Prefiero tener a los asesinos de las Farc aquí en la legalidad y no echando bala en el monte, pero haciendo cambios a ese pacto para proteger la democracia, la propiedad privada y el principio de igualdad frente a la ley. Así mismo, para quitarle incentivos al narcotráfico, como la prohibición de la aspersión aérea contemplada en el acuerdo.

SEMANA: Pero esa última fue una decisión de la Corte Constitucional…

R.N.: Impulsada por el gobierno que argüía equivocadamente el informe de la agencia contra el cáncer de la Organización Mundial de la Salud. En ese informe no se determina relación probada entre el cáncer y la aspersión aérea. En esa decisión hubo una intencionalidad de carácter político, y no de proteger la vida y la salud. Además, el acuerdo incentiva el narcotráfico porque establece que la erradicación tiene que ser manual y voluntaria; que si la persona decide finalmente montarse en la erradicación forzada, tiene un subsidio durante dos años para cambiar sus cultivos; impide la extradición de narcotraficantes de las Farc y sus familiares, y les da posibilidades de indulto por la vía de la conexidad de los delitos políticos. Por si fuera poco, promueve el lavado de dinero al determinar que los bienes de las Farc terminen usados para financiar su centro de pensamiento. No tengo certeza de si los disidentes de las Farc siguen vinculados al narcotráfico por cuenta propia o como parte de una estrategia de la organización. Lo claro es que un sector de las Farc está directamente relacionado con la economía ilícita.

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SEMANA: Pero los disidentes no están cubiertos por ninguno de los beneficios que contempla el acuerdo…

R.N.: Quiero insistir en que en el marco del proceso de paz el gobierno vendió la idea de que terminó el conflicto y cesó la actividad criminal, y resulta que no. No es verdad tampoco que en todos los procesos de paz del mundo haya habido disidencias. Ahora que la corte señaló algunos huecos en la ley marco de la JEP, quedó en evidencia que inicialmente no buscaron castigar con fuerza las reincidencias.

SEMANA: ¿Es realista convencer a las Farc, hoy partido político, de ajustar el acuerdo?

R.N.: Sí. Diciéndoles a las 7.000 personas desmovilizadas que se les garantizarán condiciones mínimas de seguridad, de reinserción, economía efectiva, y salvaguardas de carácter judicial, más la posibilidad de participar en política siempre y cuando no estén cumpliendo una condena. En el próximo cuatrienio me veo promoviendo cambios al acuerdo vía Congreso. Las Farc tienen que aceptar las reglas del juego democrático y estoy seguro de que ya no se van a devolver.

SEMANA: Excepto Carlos Holmes Trujillo, ni usted ni los otros cuatro precandidatos del uribismo se han medido en las urnas. ¿Es viable ser presidente sin haber hecho política?

R.N.: Lo que para algunos podría ser una debilidad, en mi opinión es una fortaleza basada en la ausencia de contaminación de mi nombre y de mi propuesta política. Mi visión del Estado proviene de la academia, del sector privado y de un recorrido transparente por el Estado mismo.

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SEMANA: En una elección de alianzas, ¿cuál sería la suya?

R.N.: Promoveré una alianza republicana con aquellos sectores que estuvieron en el No y que sintieron vulneradas sus convicciones políticas, morales y religiosas con el acuerdo de paz. Extenderé esa alianza a sectores que puedan representar a buena parte de quienes se abstuvieron en el plebiscito y a quienes se han dado cuenta de los problemas del acuerdo en la etapa de implementación.

SEMANA: ¿Ve viable una eventual alianza con Vargas Lleras?

R.N.: El exvicepresidente busca alejarse de Santos porque es contaminante y tóxico. Ahí tiene el problema de que fue ministro y vicepresidente de ese gobierno, votó por el Sí y respaldó la reforma tributaria que nosotros rechazamos. Juega a varias bandas. Si vamos él y nosotros a la segunda vuelta, confía en que el santismo y la izquierda lo apoyen; si él va a la segunda vuelta y nosotros no, espera que nosotros lo apoyemos, y si nosotros vamos a la segunda vuelta y él no, esperará a ver quién más llegará al final de la contienda para decidir su apoyo.

SEMANA: Usted habla de reducir impuestos. En la actual situación económica, ¿esa no es una propuesta inviable?

R.N.: La reducción de impuestos de manera aislada es populista e irresponsable si no va acompañada de medidas para recuperar la austeridad del gasto público y cerrarle la puerta al derroche y al despilfarro. También para combatir la corrupción y reducir el tamaño del Estado. Si ponemos tasas tributarias razonables, la gente tendrá un incentivo real para entrar a la formalidad.

SEMANA: ¿Cuál es su propuesta para acabar la corrupción?

R.N.: Tengo propuestas de carácter estructural y normativo, unas relacionadas con la política y otras de carácter cultural. Cito algunas: primero, hay que hacer que verdaderamente la contratación directa sea la excepción y no la norma, expedir pliegos únicos de licitación. Segundo, hay que regular el cabildeo. Tercero, hay que eliminar el grueso de las Contralorías Departamentales y Municipales, fuente de clientelismo y corrupción. Cuarto, hay que tecnificar la Contraloría General de la Nación y cualificar su cúpula. Quinto, hay que prohibir contratar con personas que hayan participado en escándalos de corrupción y quitarles el beneficio de casa por cárcel. Sexto, hay que buscar mecanismos más eficaces para perseguir los bienes de los corruptos. Séptimo, hay que reducir los topes a los costos de las campañas. Y octavo, y fundamental, promover un cambio cultural.

SEMANA: Si es presidente, ¿impulsaría recuperar la reelección presidencial?

R.N.: Me opuse  a la segunda reelección del presidente Uribe de  manera abierta. Creo que Colombia no está preparada institucional ni electoralmente para asumir esa figura.