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El joven músico murió el pasado jueves por una bala perdida// | Foto: Semana.com

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Con la muerte de Legarda surge una pregunta: ¿Qué hacer con el fleteo en Medellín?

En lo que va del año se han registrado 71 homicidios en la capital antioqueña, de estos, 3 fueron en robos. Las autoridades enfrentan estructuras organizadas que se reinventan todo el tiempo y son herederas de las más notorias habilidades criminales que ha dejado la guerra.

9 de febrero de 2019

Una bala perdida se atravesó en los sueños de Fabio Legarda. El cantante de 29 años perdió la vida el pasado jueves, día en el que presentaría su más reciente trabajo musical. El impacto que terminó con su vida cruzó el vidrio del carro que lo transportaba por el sector de El Poblado. Esa bala perdida salió de la pistola de la víctima de un robo, un escolta que acosado por dos fleteros reaccionó disparando su arma de dotación.

Aunque la muerte de Legarda parezca el resultado de un hecho fortuito, el fleteo no lo es. En Medellín, en lo que va del año se registraron 71 homicidios, de estos, 3 fueron en robos. 

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¿Cómo funciona el fleteo?

Se trata de una de las actividades criminales que más azota a la capital paisa. En el tablero de financiación de las estructuras ilegales organizadas, este tipo de robo es clave. De un solo golpe, las bandas criminales aseguran considerables sumas de dinero que utilizan para desarrollar sus actividades.

Detrás del negocio, según las autoridades investigativas, coexisten otros delitos como la intimidación y la extorsión. Las bandas se organizan en la ciudad y se estructuran bajo una cadena de roles que les permite hacer seguimientos a sus víctimas, interceptarlas y amenazarlas hasta que entreguen sus pertenencias sin ofrecer resistencia.

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Este tipo de crímenes está concentrado, en mayor medida, en la comuna 10 (Centro) y la 11 (barrios Laureles y Estadio). Las estructuras dedicadas al fleteo están más que organizadas. De acuerdo con Fernando Quijano, director de Corpades, los grupos criminales que pertenecen a la Oficina se organizan alrededor de los lugares en los que hay una mayor actividad comercial y empresarial, y así deciden cómo dividirse la ciudad por zonas.

Es una actividad muy desarrollada por el crimen urbano, muy apetecida y deja bastante recursos a los criminales de la ciudad. La estrategia de seguridad claramente ya debería haberse redireccionado este año, pero no ha ocurrido”, explica Quijano.

De acuerdo con Diego Herrera, director del Instituto Popular de Capacitación (IPC), el centro de la ciudad sigue siendo el corazón de una fuerte disputa. “La confrontación que tanto la administración municipal y la fuerza pública mantienen contra cabecillas criminales en la ciudad genera cierta anarquía criminal donde aparecen otro tipo de disputas territoriales”, dice.

Las bandas se organizan en la ciudad y se estructuran bajo una cadena de roles que les permite hacer seguimientos a sus víctimas, interceptarlas y amenazarlas hasta que entreguen sus pertenencias sin ofrecer resistencia.

Según el IPC, Medellín está perdiendo la guerra contra las estructuras criminales. “Las actividades de estas estructuras han tenido muchos aprendizajes de todas las guerras que se han vivido en la ciudad. Hoy, hay grandes estructuras como Los Triana, La Terreza, Los Pesebreros, que han permanecido durante un tiempo en la ciudad, incluso pasando por la irrupción del paramilitarismo, donde muchas de ellas fueron contratadas. Luego mantuvieron esos credos paramilitares, después se articularon a la gran sombrilla de la Oficina comandada por alias Don Berna”, dice Herrera.

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Para el investigador, estas estructuras tienen una gran capacidad de reinventarse en medio de la actividad criminal. Herrera asegura que si bien las bandas estuvieron ligadas al narcotráfico, hoy se sabe que tienen poderes y rentas más allá de esta actividad. Las lógicas de una guerra reciclada les ha permitido dinamizar su emporio criminal. Primero, con la extorsión, el aumento del microtráfico y actividades internas asociadas al lavado de activos.

“Un problema que la ciudad no ha entendido es que hay que investigar hacia dónde se van los recursos que se recogen por las rentas criminales, dónde se lavan y en qué parte de la economía criminal se articulan. Ese es un tema que nadie toca y por eso no hay una política clara que vaya más allá de la acción coercitiva sobre estos grupos”, sostiene el experto.

De acuerdo con el IPC, la capacidad y el poder que tienen estos grupos de intimidación sobre un modelo de control les permite siempre estar un paso adelante de las autoridades. “Además de que tienen el control, generan miedo, y ante ese mismo miedo ofrecen  protección. Cuando hay mayor disputa, hay más homicidios, pero cuando hay más hegemonía hay mayor control sobre las rentas criminales y las actividades delictivas”, esegura Herrera.

“No basta con el aumento de cámaras, pie de fuerza y cuadrante. Todo esto, aunque es necesario, debe ir acompañado de una política pública".

¿Qué hacer con el fleteo?

La lectura más generalizada del panorama de Medellín es que no es suficiente la persecución. “No basta con el aumento de cámaras, pie de fuerza y cuadrante. Todo esto, aunque es necesario, debe ir acompañado de una política pública y un enfoque más preventivo, es decir, un plan dirigido a garantizar los derechos humanos. Eso requiere una voluntad y un desarrollo no solo de las autoridades locales sino también un diálogo con el orden nacional”, agrega Diego Herrera.

El análisis apunta a que la política de seguridad de la ciudad se enfocó en un componente coercitivo. “Aplicar una estrategia de capturas puede que sea efectivo en el corto plazo, pero con estas no se desescalan las condiciones sociales y económicas de un problema histórico como el fleteo. La actividad criminal de estas bandas no ha sido afectada sustancialmente”, asegura Juan Diego Restrepo, director del portal especializado en la historia paramilitar en Colombia Verdadabierta.com.

Sin embargo, el alcalde Federico Gutiérrez explica que cuando hay crisis siempre se piensa en reformas institucionales o en cambios de las normas.

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Analistas coinciden en que el plan de seguridad de la capital antioqueña debe reconocer que el crimen organizado en Medellín tiene dos estructuras fuertes. “Así las autoridades quieran desconocer la existencia de las Autodefensas Gaitanistas de Colombia o del Clan del Golfo, este grupo existe y tiene varios puntos de control en Medellín. También está la Oficina, que tiene dos líneas, la denominada línea del 80 por ciento y la línea del 20 por ciento. Pero la guerra de bandas, aunque la Oficina no esté en confrontación, ha llevado a que esa distribución criminal esté en 60 y 40. Y siguen las confrontaciones por quién tiene la supremacía sobre el control de Medellín y el Valle de Aburrá”, asegura Fernando Quijano.

"Se captura, pero no se desmantela, lo que permite es que las bases de estas bandas nuevamente se fortalezcan"

Aunque las autoridades logren la captura de los alfiles de estas bandas, para quienes han estudiado el crimen organizado en Medellín esto no es suficiente. “Se captura, pero no se desmantela, lo que permite es que las bases de estas bandas nuevamente se fortalezcan", expresa Quijano. En esto coincide Diego Herrera: para él, estas estructuras están tan organizadas que incluso desde la cárcel mantienen el poder para recomponer las bases de sus grupos criminales.

“Si uno mira las cifras de homicidio en Medellín solo en enero, son pavorosas. En Medellín ocurre un fenómeno homicida que no se ha podido explicar muy bien, pero más de 40 muertos en un mes es una cifra demasiado alta. Hay un tipo de violencia estructural que no estamos viendo bien”, subraya Juan Diego Restrepo.

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Según Restrepo, algo está pasando entre los combos en su disputa por la renta y el ejercicio del fleteo en diferentes zonas de la ciudad. “Acá hay una disputa sobre quiénes pueden extorsionar a ciertos sectores productivos. La Alcaldía no ha dado tampoco indicios de saber muy bien cómo se están fortaleciendo estas estructuras solo en el primer mes de 2019”, dice. Para él, aunque hay capturas, las autoridades de investigación no han sido capaces de hacer una interpretación completa del fenómeno.

“Puede haber una guerra entre bandas, puede haber un reacomodo de territorios de hegemonías locales en uno u otro sector, pero sí es cierto que estamos viviendo a una violencia que se está aplicando de día y de noche. Como el crimen es histórico y estructural, una política de la Alcaldía tendría que ser mucho más consolidada y de largo plazo”, aseguró.

Lo que tienen de frente las autoridades de Medellín es el trabajo organizado de unas estructuras que han heredado las más notorias habilidades criminales de una guerra que se ha dinamizado con el tiempo, en la que el fleteo es un punto más en la lista de flagelos a los que someten a la ciudadanía.