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El jueves pasado, en medio de una maratónica agenda de inauguraciones con el presidente Santos, Germán Vargas anunció en Arjona (Bolívar), que desde el 14 de marzo renunciará para emprender su campaña presidencial.

POLÍTICA

El adiós al Gobierno de Vargas Lleras

Aunque el Vicepresidente ha encabezado la lista de presidenciables, su camino hacia 2018 está lleno de obstáculos y de decisiones muy complejas. ¿Cómo intentará superarlos?

4 de marzo de 2017

El anunciado retiro del vicepresidente Germán Vargas Lleras ya tiene cronograma. Se llevará a cabo el 14 de marzo, después de una publicitada rendición de cuentas en Bogotá, y de una gira nacional, casi toda del brazo del presidente Juan Manuel Santos, para inaugurar obras de infraestructura. El propio vice lo anunció desde Cartagena, en una parada de su periplo por varios municipios de la costa.

Pero este es el cronograma oficial. Porque desde hace rato se sabía que la Vicepresidencia de Germán Vargas no duraría cuatro años, pues dejaría el gobierno para postularse a la Presidencia, su objetivo de siempre. Después de competir con su jefe actual en 2010 y acompañarlo en 2014 como compañero de fórmula, Vargas se convirtió en el primero de la fila, el candidato natural para el relevo.

Y, por lo menos hasta hace poco, en el favorito. En la larga lista de presidenciables de hoy, un año y medio antes de las elecciones, pocos tienen una mano de ases como la que puede jugar Vargas Lleras. Su extensa hoja de vida en el sector público, tanto en el Senado como en dos ministerios y en la Vicepresidencia, le ha dado un amplio conocimiento del Estado y le ha permitido forjar una imagen de ejecutor eficiente. Es el jefe absoluto de su partido, por lo cual es el único de los aspirantes que no tiene que pelear un aval. En los gobiernos de Santos ha guardado distancia frente al desgastante proceso de paz, y en cambio se ha identificado como el gran gestor de una revolución de la infraestructura. Y en términos ideológicos, su trayectoria en la derecha –sobre todo, como opositor al proceso de paz del Caguán y en su silencio estratégico frente al de La Habana– lo alinean con los vientos que soplan por estos días. No es una coincidencia, entonces, que el vicepresidente haya encabezado las encuestas de imagen política durante muchos meses.

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Lo paradójico es que la veleta de la suerte cambió de dirección justo en el momento de dejar la Vicepresidencia para lanzarse al ruedo de la política proselitista. La encuesta Invamer-Gallup conocida la semana pasada registró un duro descalabro en las percepciones hacia él. Desde diciembre pasado, la opinión favorable se desplomó de 61 a 40 por ciento. Por primera vez en años, la imagen negativa –de 44 por ciento– superó a la positiva.

Sería prematuro concluir que esta caída es definitiva, pero es un hecho que el jefe de Cambio Radical debe encender las alarmas. Una parte del deterioro no corre por su cuenta, sino corresponde al que ha sufrido el clima de opinión del país que, luego del escándalo Odebrecht y de la aprobación de la reforma tributaria, perjudicó a casi todas las figuras políticas en ambas orillas del espectro. Pero también hay elementos propios que llevaron a que el desplome de Vargas Lleras haya sido mayor que el de otros funcionarios y aspirantes a la Presidencia. En particular, un video viral del mes de diciembre, en el que el vicepresidente, contrariado con un guardaespaldas, le dio el coscorrón más publicitado de la historia. Luego hubo señalamientos contra miembros de su partido, Cambio Radical, comprometidos en casos de corrupción, concretamente en La Guajira. Todo esto aguó la fiesta prevista para su retiro triunfal del gobierno.

Que Vargas Lleras recupere el impulso que mantuvo durante meses dependerá de varias decisiones estratégicas. Las primeras tienen que ver con aliviar tensiones formadas dentro de su propio partido, Cambio Radical. Después de unas vacaciones, Vargas empezará a definir los cuadros de su campaña y a manejar las ambiciones y egos de sus colaboradores. En especial, de algunos que han tenido enfrentamientos en varios temas, como el senador Carlos Fernando Galán con el representante Rodrigo Lara, y este con el exviceministro Luis Felipe Henao. Todo indica que este último asumirá la dirección de Cambio Radical. Lo cierto es que poner orden en la casa será la primera tarea.

Vargas también tendrá que definir su posicionamiento estratégico. En los análisis de grupos focales hechos por sus colaboradores han encontrado lo mismo que dicen los analistas y líderes de opinión: lo ven como un representante de la mano dura. Y aunque esa puede ser una camiseta valiosa, tiene el inconveniente de que el uribismo ya se ha apropiado de esos terrenos, en especial después del triunfo del No en el plebiscito de octubre.

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Una excesiva derechización, además, limitaría posibilidades de alianzas con sectores de centro. Porque el saliente vice deberá decidir con quién se asociará. Hay tantas candidaturas que en una primera vuelta atomizarían la votación, por lo que casi nadie puede sentirse seguro de pasar a la segunda. Y si Vargas Lleras no tiene margen de acción en la derecha, tendría que mirar hacia la otra dirección.

No es imposible. Sus relaciones con las cúpulas de La U y del Partido Liberal –que han sido socios en la Unidad Nacional que ha respaldado a Santos en el Congreso– son pésimas, hasta el punto de que Armando Benedetti, de La U, llegó a plantear que el Congreso no le acepte la renuncia a la Vicepresidencia, para que se inhabilite y no pueda lanzar su candidatura. Pero con los miembros de las bancadas las cosas son a otro precio, y a lo largo de sus años Vargas Lleras ha acumulado muchas simpatías en la clase política. Sobre todo en la Cámara hay parlamentarios de estas colectividades que no descartarían aliarse con Cambio Radical. Incluso se ha hablado de una convergencia de líderes que provienen de la tradición del viejo Partido Liberal. No es una coincidencia que Vargas Lleras haya buscado al director de Planeación, Simón Gaviria, para plantearle ser su candidato a la vicepresidencia.

El asunto de las alianzas está ligado a otras dos determinaciones cruciales: la posición frente al gobierno de Santos y al proceso de paz. Postularse como continuador de una administración desprestigiada –solo un 24 por ciento de apoyo en la encuesta de Invamer– no es una opción rentable. Pero saltar, de un día a otro, a la oposición, no es un discurso creíble, y pagaría un costo por oportunista. Cambio Radical necesitaría un punto intermedio, incluso frente a los acuerdos con las Farc. En este tema, el silencio de Vargas se ha interpretado como una actitud crítica hacia la paz, que ha sido más explícito en materia de justicia transicional. Sin embargo, Cambio Radical ha votado casi todos los proyectos relacionados con el proceso –incluida la refrendación del acuerdo del Teatro Colón– y dentro de la colectividad hay quienes son partidarios de apoyar el proceso, como Germán Varón, Carlos Fernando Galán, Rodrigo Lara y Carlos Fernando Motoa, y quienes consideran más beneficioso criticarlo y no dejarle al uribismo la bandera de la oposición contra las Farc.

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Otro punto determinante será qué hacer en las elecciones para el Congreso. El otorgamiento de avales ha sido un dolor de cabeza para Cambio Radical. En años anteriores se ha jugado por “avales eficientes”, como llaman en el partido a los que se les entregan a candidatos con votaciones apreciables pero con cuestionamientos de los medios, o incluso de la justicia. Los casos en La Guajira de Kiko Gómez, Oneida Pinto y el alcalde de Riohacha Fabio Velásquez, son los más conocidos pero no los únicos. Cambio Radical ha sido la colectividad más afectada por escándalos locales, lo cual debilita uno de sus mayores activos: su arraigo en las regiones, sobre todo en la Costa Atlántica donde el alcalde Alejandro Char tiene una enorme base electoral. Una alternativa que han contemplado, para poner distancias entre Vargas Lleras y las elecciones parlamentarias, es lanzar la candidatura presidencial por firmas y no con el aval de Cambio.

Hay, en síntesis, muchas decisiones pendientes. Diversos miembros del partido, consultados por SEMANA, coinciden en que por ahora Vargas Lleras buscará mantener puertas abiertas y no cerrar opciones. Todo puede pasar y falta mucho para las elecciones. No obstante, desde el próximo martes 14 Germán Vargas Lleras no será vicepresidente ni tendrá limitaciones para opinar. Y lo único seguro es que no se quedará callado.