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Que María del Rosario Guerra haya participado del proceso de paz de los años 1990 no deja de ser toda una paradoja. | Foto: Esteban Vega

PERFIL

María del Rosario Guerra: la ‘Thatcher’ del uribismo

Madre de tres hijos, amante del mote de queso y el arroz con coco y uribista por convicción, es la que imprime disciplina a la bancada del Centro Democrático. Así llega a la carrera presidencial del uribismo.

11 de marzo de 2017

Tiene 55 años y, como si fuera una niña de kínder, no deja de preguntar todo lo que se le viene a la cabeza. La única vez que no lo hizo fue a  mediados del 2013, cuando Álvaro Uribe Vélez empezó a armar el partido político con el que regresaría a la política a pesar de ser expresidente. Nunca se le pasó por la cabeza si su nombre estaría en la lista de candidatos al Senado. Algo le decía que tenía un lugar fijo, y no cualquiera, uno que le garantizara una curul en el capitolio.

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En la costa caribe, que había sido bastión del uribismo, María del Rosario fue la jefe. Acompañó a Uribe en todas sus correrías, organizaba con escrúpulo todos los detalles de los famosos Talleres Democráticos, con los que el expresidente volvió a hacerse sentir.

Antes de posesionarse como senadora había descollado con un perfil más académico que político

Antes de posesionarse como senadora había descollado con un perfil más académico que político

El 9 de agosto del 2013, en Majagual, Sucre, el expresidente Álvaro Uribe la invitó, sin ella pensarlo, a ser parte de su lista cerrada para el Senado de la República. Estaba tan convencida de que la invitación llegaría, que tardó unos segundos en responder. “No he pedido nada de lo que he obtenido en la vida. Mi único interés es dar gloria a Dios. Lo que yo he tenido es porque me lo han ofrecido”.

Le dieron el segundo lugar de la lista, detrás de Uribe, a quien había acompañado en su gobierno, primero como directora de Colciencias, luego como ministra de Comunicaciones. Ese puesto le aseguraba ser senadora, pero también la jefe en caso de ausencia del líder natural del Centro Democrático. Y así ha sido. Después del expresidente, la segunda en jerarquía en la bancada es María del Rosario.

Antes de posesionarse como senadora había descollado con un perfil más académico que político, a pesar de que en su familia conocían a la perfección el arte de conseguir votos. 

Su padre, José Guerra Tulena, fue senador y ha pasado por la Cámara de Representantes y la Gobernación de Sucre. Su hermano mayor, Joselito Guerra de la Espriella, fue senador y uno de los condenados por el proceso 8.000. Antonio Guerra de la Espriella de desde hace dos períodos senador por Cambio Radical.

Por el lado de su madre también hay una vena liberal. Su bisabuelo materno fue senador a finales el siglo XIX y su abuelo materno fue congresista también por el departamento de Bolívar, cuando también comprendía Sucre y Córdoba.

Nacer en la familia Guerra de la Espriella era sinónimo de poder. Álvaro Uribe, desde mucho antes de lanzarse a la Presidencia, había caído de pie en la familia, incluso, dice María del Rosario, desde que ella era una niña.

Cuando Uribe era un enérgico joven de las Juventudes Liberales, hace 45 años, iba con su papá, Alberto Uribe Sierra, a Sincelejo para hablar de una de las pasiones de ambas familias: la ganadería. En una de esas visitas conoció a  José Guerra, hermano de María del Rosario.

“Inclusive él (Uribe) le compró ganado a mi papá y a pesar de que mi padre no le fiaba a nadie, con él hizo una excepción, pero le hizo firmar una letra de los ganados. Entonces, siempre ha habido una relación de afecto”, agrega.

“Charo”, como le dicen de cariño, es sincelejana y vive en Bogotá desde 1972, cuando comenzó su bachillerato. Nació en un matrimonio que duró cerca de 65 años (su padre murió hace dos) y del cual nacieron nueve hijos. Ella es la séptima.

Es rosarista. En ese campus universitario estudió economía, fue decana de esa facultad y ocupó la Vicerrectoría. Cuando apenas estaba en quinto semestre se casó con Jens Mesa Dishington, hoy presidente del gremio que reúne a casi todos los palmicultores del país, Fedepalma. Se graduó; le enseñó a caminar a su primer hijo, Juan José, y se fue a estudiar Economía Agrícola en la Universidad de Cornell, en Estados Unidos. Regresó al país y empezó su carrera en el sector privado.

“Desde cuando yo estaba estudiando Economía siempre había querido trabajar en el Departamento Nacional de Planeación (DNP) y cuando regresé de hacer mi maestría en Cornell, yo le llevé mi hoja de vida a un amigo de la Universidad de Los Andes que me la pidió y así terminé allá”.

De izquierda a derecha

Su cargo en el DNP se convirtió en su primer trabajo, cuando tenía 27 años. Allí desarrolló el plan de desarrollo del gobierno del presidente Virgilio Barco y en medio del tejemaneje en el sector público, conoció a Jesús Antonio Bejarano Ávila, “Chucho Bejarano”, quien luego sería consejero de paz del gobierno del expresidente César Gaviria. Allí se la llevó para apoyar el Plan Nacional de Rehabilitación, junto con Rafael Pardo, actual ministro consejero para el Posconflicto.

"No comparto lo adicional que Santos le ha dado a las FARC y que raya en peligro para la democracia"

“Para mí fue la experiencia más enriquecedora. Pude recorrer el país, los consejos de rehabilitación y ahí puede acompañar el proceso de entregar de armas y reincorporación a la vida civil del Ejército Popular de Liberación (EPL), del Partido Revolucionario de los Trabajadores (PRT) y del Quintín Lame. Fue una experiencia maravillosa”, agrega sonriente.

Que María del Rosario Guerra haya participado del proceso de paz de los años 1990 no deja de ser toda una paradoja, cuando ahora se opone al proceso con las FARC.

“Es que yo estoy de acuerdo con la reincorporación a la vida civil, la entrega de armas y dar las garantías como paso con el EPL y el Quintín Lame. Pero no comparto lo adicional que Santos le ha dado a las FARC y que raya en peligro para la democracia, porque es una alianza que beneficia más a esa guerrilla que al pueblo colombiano. ¿Cómo así que el acuerdo va a ser parte de la Constitución?, ¿cómo así que el narcotráfico es conexo al delito político?, ¿cómo así que no serán extraditados?”, pregunta.

La dama de hierro

El miércoles el país se enteró de la “renuncia temporal” de Óscar Iván Zuluaga a la precandidatura de su campaña hasta que se que esclarezca su presunta responsabilidad en el caso Odebrecht. María de Rosario Guerra fue ungida como su reemplazo y en el partido hubo júbilo. No sólo por haber sido un gran apoyo para Óscar Iván Zuluaga, por lo que su ascenso a precandidata no se vio como si ella le hubiera hecho el ‘cajón’ al exministro caldense.  

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María del Rosario es, quizá, la única mujer del Centro Democrático que tiene votos y defiende con ahínco las tesis del expresidente Uribe sin el apasionamiento de sus compañeras, como Paloma Valencia y María Fernanda Cabal.

Por eso la describen como una mujer de mano dura, pero de consenso, que hace su trabajo sin querer demostrar más de lo que es, pero que es estricta y quiere que las cosas se hagan a su manera.  

“Yo le dije a los compañeros de mi colectividad, cuando les comenté que había aceptado la propuesta del expresidente Uribe, que no me iba a poner a decirles que me apoyaran porque no quería ahondar en el tema. Apoyen a todos los precandidatos y luego decídanse por uno”, agregó.

 Su fórmula de campaña, el misterio

Tiene claro que de conquistar la candidatura presidencial del uribismo, su fórmula será una mujer, aunque dice que es muy temprano para pensar en eso. Y lo dice fuerte porque considera que es “la mejor manera de llevar un mensaje al país de que la mujer tiene cabeza y corazón grandísimo con lo que es capaz de gobernar”.

Pero hay un problema: a poco más de un año de las elecciones presidenciales, el Centro Democrático está dividido, como suele pasar en todos los partidos políticos cuando se acerca la hora de las urnas. El senador Iván Duque no despierta el interés del sector más conservador del partido, pues lo consideran más abierto a posturas liberales de lo que toca.

Pero no estaría de más pensar que si ella llega a ser la candidata del uribismo, una posible fórmula presencial sería Iván Duque. O visceversa. En cualquier caso sería la fórmula de la entraña de Uribe, pues ambos son sus consentidos en el Senado.

“Iván es un muchacho que tiene todos los pergaminos. Es capaz, inteligente y supremamente reflexivo y analítico. Démosle la oportunidad de que exprese su posición. Algunas veces tenemos diferencias, pero hemos podido dialogar. Eso sí, en los principios fundamentales del partido hay que ir alinearlos”, dice.

Otro que está en el sonajero es el exgobernador de Antioquia Luis Alfredo Ramos, uno de los barones electorales de Antioquia. Sólo está esperando la absolución de la Corte Suprema de Justicia, que de llegar sería la bendición de su candidatura.

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Y tampoco hay que demeritar los dos millones de votos que tiene en sus manos Martha Lucía Ramírez, muy cercana a María del Rosario, con quien comparte su posición frente al proceso de paz, la misma del exprocurador Ordóñez.

"Iván Duque es un muchacho que tiene todos los pergaminos. Es capaz, inteligente y supremamente reflexivo"

Todo eso le ayudaría a consolidar su proyecto político que ya tiene en mente: no perder las 20 curules en el Senado y las 19 en Cámara, y para las presidenciales pasar la primera vuelta.

Por lo pronto, esta mujer, mamá de tres hijos, “de principios conservadores en lo que tiene que ver con el valor de la familia y de la vida y en lo liberal por el respeto a la opinión y la libertad de empresa”, como dice, y a quien le gusta el mote de queso y el arroz con coco y pasas, deberá pensar cómo recibir el guiño total de toda su bancada y como unir a todas las vertientes políticas del No.

Ahora, cuando aceptó la postulación de Uribe, es probable que María del Rosario se haga muchas preguntas. Puede que aún no haya respuestas, pero la llamada mujer de hierro del uribismo, seguramente, no se detendrá hasta encontrarlas.