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Revaluación: una realidad

Con la recuperación de la economía global, va quedando claro que el dólar será una moneda débil y la revaluación del peso continuará. Las empresas deben evaluar su viabilidad y hacer ajustes. Las ayudas directas del gobierno no son opción.

7 de septiembre de 2009

Si alguien revisara los titulares de la prensa en Colombia, podría llegar fácilmente a dos conclusiones sobre la revaluación del peso. Primero, la revaluación es un enemigo agazapado que atenta contra la supervivencia de los sectores exportadores y los convierte en víctimas de un fenómeno que no pueden controlar. Segundo, la responsabilidad por la salvación de estos sectores y los puestos de trabajo que ellos generan recae en el Gobierno.

Los titulares hablan por sí solos: "Revaluación amenaza el empleo: textiles y confecciones dicen que sus empresas no son viables"; "La revaluación marchita las flores"; "Cafeteros esperan un alivio para la revaluación"; "A gritos, los textileros llaman a la devaluación"; "La revaluación sigue causando estragos: súplicas al Emisor"; "Uribe promete solución a floricultores por revaluación".

Sin embargo, antes de comprometer cuantiosos recursos de los contribuyentes en subsidios para las empresas exportadoras, vale la pena considerar qué está ocurriendo en la relación entre el peso y el dólar. Los clamores por ayudas del Gobierno suponen que la revaluación del peso es un evento transitorio y estas servirían para pasar un mal momento, mientras las cosas vuelven a la normalidad. Sin embargo, todo parece indicar que la revaluación vivida desde marzo de este año no es temporal y que los años venideros se caracterizarán por un dólar débil y un peso colombiano fuerte. No es un evento transitorio ni aislado, sino una característica del modelo de inserción de Colombia en la economía global.

Si eso es así, el problema de los exportadores no se va a resolver con ayudas temporales del Gobierno, se requerirían además cambios estructurales en la productividad y la competitividad de las empresas. Las ayudas oficiales solamente dilatarían por un breve periodo unos resultados que de todas formas van a venir. Es más, las ayudas podrían contribuir a evitar que estas empresas tomen los correctivos que deben adoptar.

La revaluación no es pasajera

Saber si la revaluación es temporal o de largo plazo es central para entender hacia dónde va la economía colombiana y hacia dónde las empresas.

La evolución de la tasa de cambio real desde la apertura económica presenta tres periodos. Entre 1992 y 1998 se presentó una revaluación real. Luego, entre 1999 y 2003, tuvimos devaluación real. Finalmente, la tendencia a partir de 2003 ha sido de nuevo hacia la revaluación, si bien a finales de 2008 la tendencia se invirtió por un breve periodo (ver gráfico p.33). ¿Cuál de estos periodos refleja mejor una tendencia de largo plazo?

En realidad, sería difícil no observar que el periodo 1999-2003 es una desviación frente a una tendencia de largo plazo de la economía colombiana. En esos años tuvimos la mayor crisis del Siglo XX, con un drástico déficit en la cuenta corriente. En los otros dos periodos que aparecen en el gráfico, dominaron unas condiciones que hoy pueden considerarse como las normales en el contexto global en el que nos movemos. Han sido periodos caracterizados por la abundancia de capitales internacionales y sustanciales entradas de inversión extranjera y remesas a Colombia.

En la etapa más reciente, a partir del 11 de febrero de 2003, momento en el que el dólar se ubicó en su máximo histórico de $2.969, la apreciación del peso se ha consolidado. Es cierto que dentro de esta etapa se presentaron dos episodios de devaluación, entre marzo y junio de 2006, como consecuencia de la incertidumbre que generó la reelección presidencial, y entre septiembre de 2008 y febrero de este año, debido a la crisis financiera global. Muchos empresarios colombianos interpretaron la depreciación que vino con la crisis como una señal de que el peso regresaría a una tendencia devaluacionista. Todo indica, sin embargo, que esa noción era errada, pues en la medida en que la crisis se ha frenado, la revaluación del peso ha recuperado su fuerza.

Mirando hacia adelante, son muchas las razones que llevan a esperar que el peso colombiano siga siendo fuerte.

Para empezar, Estados Unidos ha anunciado oficialmente que su política económica se acomodará a un dólar débil. Larry Summers, asesor del presidente Obama en temas económicos, anunció recientemente que Estados Unidos buscará un modelo de crecimiento orientado hacia afuera. Esto implicará un cambio significativo en la economía global frente al modelo de crecimiento de las dos décadas anteriores, durante las cuales el consumidor norteamericano era la locomotora que movía a la economía global.

Por otra parte, en Colombia hay razones para esperar que el fortalecimiento del peso se consolide. Nuestro país continúa aumentando sus exportaciones de petróleo, gas, energía y carbón, y sigue atrayendo inversión extranjera hacia esos sectores. En el corto plazo, el Gobierno ha monetizado entre US$800 millones y US$900 millones en lo corrido de este año y seguirán ingresando dólares por la colocación del bono global 2019. Ecopetrol, por su parte, continuará con su plan de inversiones por más de US$6.000 millones para este año, de los cuales unos US$3.000 millones ya han sido desembolsados.

Hacia el largo plazo, en la medida en que China y las economías de Asia mantengan sus aceleradas tasas de crecimiento, es de esperar que la demanda por combustibles siga aumentando y nuestras exportaciones de carbón y petróleo mantengan su fortaleza. Más razones para pensar que se consolide la tendencia a la revaluación.

Para Marc Hofstetter, profesor de economía de la Universidad de los Andes, "con la tendencia de los últimos cuatro años, en lugar de hablar de revaluación, deberíamos entender que este es el nuevo equilibrio de la tasa de cambio".

El propio Gobierno está reconociendo que la revaluación es un hecho innegable. "Vemos la misma tendencia de antes de la crisis", afirma Natalia Salazar, viceministra de Hacienda. Y agrega, "antes de la crisis pensábamos que el país estaba teniendo un choque de productividad, pero notamos que el nivel de la tasa de cambio es consistente con el plan de inversión extranjera".

Las opiniones de Andrés Felipe Arias, ex ministro de Agricultura, apuntan en la misma dirección: "soy un convencido de que la moneda de un país debe apreciarse con el crecimiento". No obstante, asegura Arias, el país todavía tiene margen de maniobra para contener la devaluación del peso, dado que "reducir el déficit fiscal ayuda a tener una mejor tasa de cambio".

Por ello, es tiempo de que en Colombia aceptemos que la tasa de cambio no es un instrumento de política que el Gobierno pueda movilizar a su antojo para lograr sus objetivos. La tasa de cambio es tan solo un precio más en la economía y las empresas deben adaptarse a sus implicaciones.

Más allá de las tendencias cambiarias, Colombia, como el resto de América Latina, debe reconocer cuál es su situación real en este momento en que la economía global sale de su crisis. Como lo señaló recientemente Alicia Bárcena, secretaria ejecutiva de la Cepal, estamos ante un escenario preocupante para la inserción internacional de la región. Hay una notable debilidad de la estructura productiva, con fuerte presencia de industrias procesadoras de recursos naturales y una baja participación de sectores que puedan actuar como difusores del progreso técnico. La brecha de productividad de la región se amplía, ante la aparición de nuevos paradigmas tecnológicos, y la competitividad internacional de estos países está quedando confinada a los sectores intensivos en recursos naturales.

Todo esto implica que los problemas de competitividad de Colombia no se van a arreglar con ayudas de corto plazo a las empresas. El problema es mucho más profundo y exige revisar la estructura productiva de las organizaciones.

No todas las empresas son iguales

Es importante reconocer que los efectos de la revaluación no son iguales para todas las empresas al interior de los sectores exportadores. Las pérdidas asociadas a la revaluación no se distribuyen equitativamente entre las empresas, sino que varían dependiendo de las características del sector y de la forma como las compañías individuales han manejado sus inversiones en busca de mayor competitividad.

En aquellas actividades donde hay bajas barreras a la entrada, como textiles y confecciones, calzado, café y flores, hay una amplia dispersión de resultados (ver gráfico p.36). En el periodo 2007-2008, se aprecia que unas empresas registran pérdidas operacionales a pesar de estar creciendo en ventas, mientras que otras retroceden en ventas y otras más crecen y son rentables, todo esto en un entorno de revaluación. En otras actividades, que exigen altas inversiones como condición para participar, como la palma, la dispersión es menor y las empresas tienden a mostrar resultados positivos.

El caso de la palma ilustra la forma como los determinantes de la actividad inciden en la adopción de estrategias de competitividad. La palmicultura es una actividad en la cual es indispensable pensar siempre en el largo plazo, pues se trata de cultivos de tardío rendimiento. Los líderes del sector se han empeñado en adoptar estrategias correspondientes. Jens Mesa, presidente ejecutivo de Fedepalma, afirma que "uno no puede buscar competitividad artificial mediante devaluaciones. Las ayudas del Gobierno deben ir a temas transversales como ciencia y tecnología, infraestructura, educación, etc. Los regalitos no construyen futuro, a la economía no la arreglan ayudas puntuales directas que terminan yendo a unas pocas manos, dejando descubierto al resto".

Mesa estima que para muchos sectores la revaluación tendrá un gran impacto, dado su precario desarrollo tecnológico. Afirma que Colombia "no ha tomado suficiente conciencia de lo que implica una tasa de cambio inferior a $2.000. Buena parte del sector productivo no va a poder competir con estos niveles de tasa de cambio. Por eso se tendrá que transformar, produciendo su propio paquete tecnológico, porque el desarrollo en países con mano de obra más barata no nos sirve. En Colombia tenemos que optar por ser más intensivos en capital".

La palma no es el único sector donde se han hecho inversiones en busca de mayor productividad. La floricultura, por su parte, viene trabajando en mejorar las condiciones de acceso a mercados, tanto a partir de los tratados comerciales como en lo que se refiere a aspectos fitosanitarios. Además, se han realizado importantes inversiones para mejorar la competitividad en aspectos logísticos, poscosecha, estrategia, tecnologías de cultivo, certificaciones de calidad y sellos verdes, publicidad y mercadeo e investigaciones académicas. "Estudiamos el impacto emocional de las flores en las personas, con la Universidad de Harvard, entre otros", señala Augusto Solano, presidente ejecutivo de Asocolflores.

En la floricultura, sin embargo, hay una amplia dispersión en los resultados. Mientras que un número de empresas está registrando crecimientos bajos o negativos en ventas y también pérdidas operacionales, otro grupo, también importante, presenta buenos resultados operacionales. Evidentemente, muchas empresas no son competitivas con los niveles actuales de tasa de cambio, pero muchas otras sí lo son. No tendría sentido hacer un dictamen global del estado de competitividad del sector, habría que entrar a mirar la evolución individual de las empresas.

Es indudable que durante el periodo de alto crecimiento de la economía mundial que antecedió a la crisis, aumentó el número de empresas que buscaron los mercados de exportación en los sectores que tienen bajas barreras de entrada. Es posible que muchas de estas empresas tengan ahora problemas de competitividad, si no entraron en estos mercados con una óptica de largo plazo y no dieron prioridad a las inversiones en productividad.

Muchas de estas empresas se han quedado repitiendo las estrategias del pasado. En el Café de la Moda, realizado recientemente por Inexmoda en Medellín, Nicanor Restrepo insistió en que se debe "buscar nichos más productivos" y agregar más valor a los textiles nacionales. "Todo es un problema de textura, del algodón que se usa, la fibra larga, etc. Nosotros vendemos un bluejean en US$8 mientras que los peruanos lo venden en US$15 ó US$16. Hay que pensar en productos de mayor valor agregado", comentó.

Restrepo enfatizó igualmente en la importancia de "romper ciertos miedos", al referirse a la timidez con que se ha acercado el sector al mercado europeo, e insistió en que se debe buscar mayor eficiencia en la relación tejeduría/confección. "Los tiempos son muy importantes, en el mundo de hoy la velocidad es esencial", puntualizó.

Todo lo anterior lleva a una conclusión central: cuando se trata de entender el impacto de la revaluación sobre la competitividad, la primera pregunta que un empresario debe hacerse es si su empresa es viable con un dólar a $2.000 o más barato. En general, en los sectores de las exportaciones no tradicionales de Colombia, la respuesta solamente es positiva cuando la empresa tiene una estrategia de inversión para lograr mayor productividad.

Utilizar las coberturas

Una vez se tiene claro si una empresa es viable en el escenario de peso fuerte, la siguiente decisión se refiere al uso de coberturas cambiarias. Las coberturas permiten a los empresarios tener tranquilidad respecto al precio del dólar.

Los empresarios deben entender que, si no utilizan coberturas, realmente le están apostando el futuro de sus empresas a la buena suerte en materia de tasa de cambio. Juan Pablo Córdoba, presidente de la Bolsa de Valores de Colombia, es enfático cuando afirma: "si un empresario habla de volatilidad, es porque está especulando". En otras palabras, si la volatilidad es una preocupación, es porque la empresa no usa coberturas y sus administradores han tomado la decisión de permitir que quede expuesta al vaivén de los mercados.

Córdoba explica que las coberturas permiten a los empresarios manejar adecuadamente su flujo de caja en medio de las oscilaciones de la tasa de cambio. Hay varias formas de hacerlo, por medio de forwards, contratos de futuros y opciones.

Los forwards son contratos individuales que se hacen entre el cliente y el banco en los cuales se establece un compromiso de comprar o vender divisas a una tasa y una fecha determinadas. El monto del contrato y la fecha de cumplimiento de la operación se fijan de acuerdo con las necesidades del cliente. Dado que el forward es un contrato entre la entidad bancaria y el cliente, este emplea las líneas de crédito que el banco ha otorgado a su cliente y, entre mayor sea el plazo del forward, más cupo de crédito utiliza.

Esto funciona bastante bien para la mayoría de las empresas, pero no para aquellas que tienen líneas de crédito limitadas o dificultades para conseguirlas. Así mismo, los bancos tienen diferente propensión a entrar en este tipo de operaciones con ciertos clientes, por consideraciones de crédito y de consumo de capital de la entidad bancaria.

Alternativamente, existen los contratos de futuros sobre tasa de cambio, con monto y fecha de vencimiento preestablecidos. Los contratos se estandarizan para que más personas puedan transarlos, generando mayor liquidez en el mercado y referencias de precios. Estos contratos, al negociarse 'contra el mercado', no requieren líneas de crédito ni consumen las disponibles con los bancos, pero requieren que el cliente ponga a disposición garantías por el 8% del valor de los contratos que tiene abiertos. La liquidez de estos contratos es aún limitada pero todas las apuestas apuntan a que cada día haya un mayor volumen.

Las opciones, por su parte, se asemejan a una prima de seguro. Como ocurre con cualquier prima, el comprador puede decidir utilizarla o no cuando llega la fecha. Existe la posibilidad de reducir el valor de la prima mediante los llamados 'collares', a través de los cuales se comparte el riesgo con la entidad financiera.

Aprender a usar bien los forwards, futuros y opciones, e integrarlos en la estrategia de la empresa, es algo que puede tomar tiempo. Lina Bustamante, vicepresidente de ventas y mercadeo de Creytex, resume cómo la empresa los utiliza: "hacemos forwards y desarrollamos una proyección. No es solamente una operación financiera, no puedes hacer forwards si no tienes unas proyecciones de ventas claras y un presupuesto de ventas que se pueda cumplir".

Utilizar los forwards exige que los empresarios estén sintonizados con las realidades de su negocio. "Cuando hacemos una cotización en dólares, esta tiene validez por al menos 18 meses, más tres meses en desarrollo, son casi dos años en los que mantenemos un nivel del dólar fijo. Con el dólar oscilando entre $2.250 y $2.150 somos competitivos como exportadores frente a países como India o Pakistán. Pero cuando está por debajo de $2.100 estamos fuera del mercado", afirma Bustamante.

Otro empresario del sector ve en las coberturas una buena herramienta si se deja de lado la especulación. En su caso, la empresa decidió tomar coberturas para el primer semestre del año y funcionaron muy bien porque las tomaron a una excelente tasa y el dólar perdió valor. Sin embargo, con la expectativa de un peor comportamiento del peso en el segundo semestre, decidieron esperar para tomar coberturas. "A las tasas actuales, no sería viable cubrirnos por un año, con el dólar a $2.000 sería un harakiri", comenta, mientras lamenta haberse cubierto por solo un semestre al inicio del año.

Andrés Toro, un empresario del sector floricultor, asegura que "independientemente de la tasa de cambio, hay empresas a las que les va bien y otras a las que no". Su empresa, Colibrí Flowers, hace coberturas de cartera, pues "la rentabilidad es muy baja frente al riesgo que se enfrenta".

Gustavo Ardila, presidente de Bancoldex, comparte la visión de que no deben darse subsidios a empresarios individuales y está a favor de fortalecer la práctica de tomar coberturas por parte de las empresas del país. "El Mincomercio tiene una apuesta productiva público-privada para mirar la viabilidad de cada sector, aunque, por ahora, no se han incluido los sectores agrícolas. No se pueden repetir los errores del pasado".

La discusión sobre la revaluación debe darse con cabeza fría y menos emotividad. La revaluación no es un accidente en el camino que justifique la entrega de ayudas de parte del Gobierno (como si se tratara de un terremoto o una catástrofe natural), sino una condición del entorno que enfrentamos hoy. Las empresas exportadoras tendrán que hacer una evaluación rigurosa de su viabilidad y tomar las decisiones de fondo que su situación amerite hacia el largo plazo.

José Antonio Ocampo, profesor de la Universidad de Columbia, hace énfasis en que "si el país le apuesta a las exportaciones como motor del crecimiento, otorgar subsidios a dedo es la peor política posible. Se debe trabajar en una política de desarrollo productivo y, en este sentido, una política de competitividad debe tener como eje principal la ciencia y la tecnología".

Lo anterior pone en primer plano el tema del empleo. Es comprensible la angustia que rodea la situación pues los sectores más sensibles a la apreciación del dólar son los más intensivos en mano de obra. ¿Qué pasará con el desempleo si son muchas las empresas que se ven forzadas a reducir su escala o cerrar? Esa es una discusión que el país debe dar, asumiendo todas sus implicaciones. Incluso, si el Gobierno se ve obligado a intervenir, resulta dudoso que el mejor camino sea ofrecer subsidios a empresas cuya viabilidad seguirá cuestionada en el largo plazo.

Por eso, resulta inminente que el Gobierno emprenda como estrategias de competitividad la reducción de costos laborales, aportando de paso a la solución del grave problema de informalidad que enfrenta el país; la modernización de la infraestructura física; cerrar la brecha en ciencia y tecnología; y apostarle a la educación.

Proyectar la tasa de cambio es como tratar de predecir el resultado de una lotería. Con lo sensible de las relaciones de Colombia con sus países vecinos y con elecciones presidenciales en menos de ocho meses, en el corto plazo se podría revertir temporalmente la tendencia de largo plazo de la tasa de cambio. Por ello, los empresarios que mejor preparados estén para soportar un peso revaluado, verán doblemente compensados los esfuerzos de su transformación productiva.