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CANDIDATOS: LA PELIGROSA PANTALLA CHICA

¿Cómo hablarles a los electores que están en su casa y en pantuflas? La batalla secreta de los asesores.

7 de junio de 1982

¿Quién iba a pensarlo? La televisión, la inocente televisión de noticieros y telenovelas, se ha convertido hoy en el árbitro de las próximas elecciones presidenciales.
Los candidatos lo saben. Todo lo que podía aportarles la clase política quedó consignado en las elecciones del 14 de marzo. De ahí en adelante el margen de victoria no lo dan las maquinarias sino esa misteriosa y versátil masa de electores sueltos a los que la televisión sorprende en su casa, en mangas de camisa o en pantuflas.
A esos espectadores, entre los cuales se encuentran los electores decisivos, hay que convencer no con arengas de balcón, sino con argumentos y una imagen agradable, en cuatro medias horas.
Desde mediados de marzo esta ha sido la preocupación primordial no sólo de los candidatos, sino de sus asesores políticos y publicitarios. Los primeros calibran el contenido de los mensajes; los segundos la forma como estos van a llegar, y la imagen de marca de este producto, más complejo que un champú o un detergente, que es un candidato presidencial.
Esos asesores, que se llaman Carlos Duque (Galán), David Stivel (López), Atlas Publicidad (Belisario) o Jorge Perea Borda (Molina), son los que vetan la camisa roja del uno, disimulan las canas del otro, colocan en la pared un retrato de Bolívar o buscan una iluminación adecuada para su candidato.

CORBATA Y ATRIL
Galán tiene un excelente asesor, el mismo que pintó su afiche y que le ha hecho comprar media docena de camisas rojas, marca Lacoste, para sus campañas: Carlos Duque.
En una reunión a la que asistieron también el desenvuelto "opita" Rodrigo Lara Bonilla y Patricio Samper, se discutió arduamente sobre la manera como debía presentarse. ¿Con la camisa roja de sus arengas públicas? ¿Vestido con un terno oscuro y con corbata, como un eficiente ejecutivo? Se impuso el criterio de Duque, el cerebro publicitario. Sobriedad. Mesura. Galán hablaría desde un podio, con un fondo neutro para que toda la atención se concentrara en su figura y sus palabras. Muchos primeros planos, para explotar un físico que evoca para muchas mujeres el de un romántico galán de la pantalla.
Antes de hacer la primera grabación (en los estudios de Julio E. Sánchez Vanegas), el candidato se encerró en su propia casa todo un día, sin atender llamadas de teléfono. Galán necesita concentrarse, entrar en una especie de retiros espirituales, antes de afrontar las cámaras. Cuando esto ocurre, sabe de antemano todo lo que va a decir, con puntos y comas.
Al terminar cada audición, se hicieron desde el directorio galanista cien llamadas de teléfono. El resultado fue muy positivo. Galán pasó muy ventajosamente la prueba de la TV.

CON SU PROPIA SILLA
Molina habló con sus asesores ideológicos antes de grabar: son Diego Montaña Cuéllar, Luis Carlos Perez, Ramón Pérez Mantilla, Jorge Child, Ciro Roldán, Hernando Hurtado y Jaime Caycedo. Y en cuanto al medio televisivo, con Jaime Perea Borda y María Mercedes de Cuéllar.
Mientras que sus competidores grabaron en donde lo decidieron, con cámaras de filmación contratadas Molina fue el único que, por modestia de presupuesto, acudió a los estudios de Inravisión. Más exactamente a un estudio pequeño, donde le facilitaron una mesa y dos asientos.
En la primera filmación, la silla en que se sentó estaba rota, y al menor movimiento chirriaba. ¿Qué tal la otra? Bueno, era un banco y el profesor se sintió incómodo. Le buscaron en alguna oficina del edificio una silla común y corriente, pero en buen estado, y empezaron a rodar las cámaras, orientadas por el productor Hernán Villa. En las ocasiones siguientes no surgió el mismo problema: Molina llegó silla en mano.
Como única ayuda visual, utilizó una bandera colombiana. No había que mostrarla desplegada, lo que convino, pues se habrían notado los deterioros causados en ella por el tiempo y el uso.
Molina, el candidato de mayor edad, y de menores probabilidades electorales, es un catedrático y frecuente participante en foros sobre temas sociales y políticos. Sin embargo, esta fue la primera vez que habló por televisión.
Llevó escritas unas fichas que le ayudaban a ordenar sus exposiciones, improvisadas con gran claridad y precisión de conceptos. Fue el que menor audiencia tuvo, según encuestas, aunque todos aquellos que le oyeron expresaron respeto por sus puntos de vista. A veces atrevidos, como cuando criticó el papel que se ha dado a las fuerzas armadas en la administración de justicia.
Para la filmación, los técnicos de Inravisión le pidieron que vistiera traje claro y que, por favor, no usara camisa blanca, porque produce destellos que estorban. Lo aceptó tranquilamente como el detalle de la silla. Lo que le importaba era decir lo que dijo.

UN ESCRITORIO GRANDE
En los estudios Jorge Barón Televisión, donde grabó Betancur, dispuso la escena el director del comité de prensa y divulgación de su campaña, Carlos Delgado Pereiro. A la izquierda del televidente, una elegante bandera colombiana (que facilitó en préstamo la Sociedad Bolivariana) y a la derecha un cuadro que representa a Bolívar, en opulento marco caoba. En el escritorio, bastante grande (Betancur quiso que se lo quitaran, cuando llegó, pero ya no había tiempo de conseguir otro mejor) se puso un vaso de agua, que la primera noche no probó.
También la primera noche hubo un momento en que el orador, hasta entonces sentado en una silla de alto espaldar, se puso de pie y, acercándose a la bandera, dijo que su candidatura es nacional y no solamente de su partido, el conservador. Se convino por el comité que en los tres programas siguientes permaneciera sentado.
Sobre vestuario y maquillaje poco hubo que indicarle, pues Betancur ha coexistido con la televisión casi desde que esta empezó en Colombia. Su tono fue amable, de conversación. "Belisario sabe", explicó un miembro de uno de sus 400 comités, el de televisión en el que hay 15 personas, "que hablar por la pantalla chica a las 9 y media de la noche es entrar a la casa de los colombianos, y eso no se puede hacer de camisa y blue jean, o con vestido claro".

UNA SOLA GRABACION
López grabó (cámaras de RTI, dirección de David Stivel) sus charlas en la biblioteca de su casa. Hasta allí se desplazó su escritorio, desde otro lugar. En el primer programa, además de libros en estanterías se vió un mapa que desapareció en los restantes porque distraía la atención.
López quería presentarse vistiendo traje azul oscuro, pero los publicistas de su campaña lo consideraron contraproducente. El que lució, entonces, la primera noche, resulto muy claro. Y las cámaras se colocaron más lejos de la cuenta, lo que también se corrigió en lo sucesivo. Para la segunda oportunidad se puso un traje Príncipe de Gales, gris, con pañuelo de seda.
López no es un hombre fácil ni para sus asesores publicitarios ni para sus asesores políticos. No es un asunto de terquedad, sino de incapacidad temperamental para buscar efectos. Su rapidez mental y su lengua a veces cáustica le habrían servido muy positivamente en un encuentro con sus contendores. El prefiere el diálogo (y la polémica) al monólogo detrás de un escritorio.
Cuando graba, él no tiene nada preparado, salvo el esquema básico de su intervención. El tema general. Habla sin interrupción y cuando termina, se niega a ver lo grabado. Quizá secretamente añora la plaza, el calor de la multitud y no la frialdad de unas luces, unas cámaras y equipos de sonido que invaden su biblioteca.

LA ULTIMA RONDA
Es la decisiva. Los candidatos han tenido tiempo de valorar sus primeras intervenciones. Ahora, en la última curva, intentarán corregir la puntería o mantener su buen "score" si es el caso. Al cabo de una agotadora campaña política, y quizá como signo de los nuevos tiempos, todos ellos han aceptado que su destino político se está jugando en la pantalla chica.