Home

Cultura

Artículo

‘Cutie and the Boxer’ (2013), de Zachary Heinzerling, estuvo nominada al Oscar. En 2013 su director recibió el máximo galardón en Sundance.

EXHIBICIÓN

Los documentales, una apuesta por la realidad

Con la llegada de Ambulante, una muestra internacional, se confirma el auge del género documental. Ya se abrió la convocatoria para la Muestra Internacional de Bogotá.

30 de agosto de 2014

En las salas de cine del país no siempre ha habido espacio para los documentales. Los colombianos prefieren distraerse con películas de ficción antes que enfrentarse a la realidad en la pantalla. Pero eso está cambiando. El cine Tonalá en Bogotá y festivales como Ambulante, el Festival Internacional de Cine Documental Musical y la Muestra Internacional Documental de Bogotá están llevando este tipo de arte a la gran pantalla y abriéndole espacio en museos, centros culturales, universidades e incluso en plazas y parques.

En 2013, por ejemplo, con documentales como The punk Singer (2013) y I am not a rockstar (2012) el Festival Internacional de Cine Documental Musical mostró la versatilidad con que el cine aborda la música. Y este año, del 19 al 24 de agosto, estuvo haciendo lo mismo con la guionista, cantante y poeta neoyorquina Lydia Lunch.

Ambulante llegó a Colombia con un propósito similar. Hasta el 21 de septiembre invitará a los colombianos a descubrir las múltiples realidades que reflejan los documentales y a reflexionar sobre ellas. El evento, bajo el lema “Descubrir, compartir y transformar”, fue creado en 2005 por Gael García, David Luna, Elena Fortes y Pablo Cruz para llevar el cine documental a todos los rincones de México y hacer que el público dialogara con los directores invitados. Hoy ese país produce más documentales que películas de ficción y, con el desarrollo de la tecnología, esa es la tendencia mundial. Ambulante expandió sus fronteras y llegó a California, El Salvador y Colombia. Como dijo Gael García en el Hay Festival de Cartagena, “a través de la televisión y los documentales Latinoamérica está registrando su realidad social”. 

Desde comienzos del siglo XX la cámara les dio a hombres y mujeres la oportunidad de captar el movimiento y la complejidad de la realidad. Unos directores se dedicaron a contar la vida de gentes lejanas como los esquimales (Nanook del norte, 1922), otros hicieron poesía a través de la imagen en movimiento (Rain, 1929), y otros más  mostraron la belleza y el poderío de un pueblo como parte de la propaganda de un gobierno racista (Olympia, 1938). En 2004 Fahrenheit 9/11 rompió todos los récords de taquilla denunciando ante el pueblo norteamericano los excesos en que incurría su gobierno. “Y es que hay historias, como las protestas del grupo feminista ruso Pussy Riot, que simplemente no se pueden inventar”, dice Mike Lerner director de Pussy Riot: una plegaria punk. 
Desde los años sesenta Colombia ha producido importantes documentales reconocidos a nivel mundial. Con Chircales (1966-1972), un proyecto en el que la cámara comparte la vida con los trabajadores de una fábrica de ladrillos en Bogotá, Marta Rodríguez y Jorge Silva se convirtieron en pioneros del cine antropológico e investigativo en Latinoamérica. Y Luis Ospina junto con Carlos Mayolo, Andrés Caicedo y Hernando Guerrero fundaron el grupo de cineastas caleño famoso por trabajos como Agarrando pueblo (1977), una fuerte crítica a los cineastas de la época, y Oiga vea (1971) que registra los Juegos Panamericanos en Cali.

En los últimos años los documentales colombianos se trasladaron a la televisión nacional y regional, y canales como Señal Colombia y Canal Capital se convirtieron en sus grandes difusores. Los productores mezclan el documental con la crónica y el reportaje para explicar la vida y la muerte de Jorge Eliecer Gaitán, cómo y por qué ocurrió la masacre de El Salado, en qué radicaba la genialidad de Gabo y cómo está organizada la guardia indígena.

Pero esta programación deja de lado los proyectos experimentales e innovadores a los que le apuestan eventos como Ambulante y la Muestra Internacional Documental de Bogotá. Esta última, que cumple 16 años y se ha consolidado como un evento especializado en el género a nivel latinoamericano, tendrá lugar entre el 14 y el 23 de octubre. Para Lois Patiño, director de Montaña en sombra y uno de los invitados de Ambulante, los documentales deben reflejar la realidad pero no necesariamente tienen que ser un relato de ella. Por eso sus cortometrajes carecen de diálogo y narrativa y se convierten en pinturas en movimiento. 

Varios de los jóvenes cineastas colombianos tienen un tono ligeramente político plasmado en la programación de Ambulante. “Muchos de los documentales nacionales que escogimos tienen un talante de denuncia, como ‘Marmato’, o narran momentos de violencia en la historia del país como ‘Cesó la horrible noche’”, explica Juan Camilo Cruz codirector de esta muestra en el país. Pero en la mezcla también hay obras como Cutie and the Boxer que cuenta la caótica historia de amor entre el pintor dadaísta Ushio Shinohara y su esposa la artista Noriko; y Totó (2012), que habla del Caribe colombiano y del ritmo de su música a través de la voz de Totó la momposina.

Este tipo de festivales les abre la puerta a los colombianos a un cine distinto. La idea es que se acerquen a este medio no solo para entretenerse sino también para enriquecerse, ejercitar el pensamiento, descubrir nuevas realidades y distintas maneras de aproximarse a ellas. Mike Lerner –por ejemplo- dice que hará el salto al cine de ficción solo cuando la realidad deje de ser interesante.

Estos son algunos de los tráilers de los documentales que han ayudado a construir el auge del género:

La Plaza


Totó


Pussy Riot