Nadie lo esperaba así. Si bien durante semanas se habló de la transformación del suplemento dominical de El Espectador y del vuelco en su concepción tradicional, ese domingo 20 de marzo, los tradicionales lectores no pudieron dejar de parpadear ante la vista del nuevo suplemento. Acostumbrados a los sucesivos aniversarios de Faulkner y Sartre, a las especializadas críticas literarias escritas para lectores de capilla y a los ensayos ladrilludos el nuevo magazine, "lleno de colorinches", con simples artículos de computadores y de arquitectura popular y el ministro de Comunicaciones en la carátula dejaba el sabor inevitable a revista de farándula. Para algunos parecía improvisado, hecho sobre la marcha, con destacados para tarados mentales y temas muy por debajo de su nivel habitual Resultaba, por lo polifacético, difícil de clasificar.La idea llevaba meses incubándose. Un detallado estudio de mercadeo había llegado a la conclusión de que el suplemento de los domingos se había estancado y que, si bien seguía "consintiendo" a los lectores de siempre, no lograba captar ese mercado de lectores jóvenes y nuevos, incapaz de digerir esa pesadez que parece inherente al tratamiento de los temas culturales. Era necesario, entonces, "remodelar" el magazín, hacerlo más ágil, para que llegara a más público, sin descuidar a los intelectuales rotulados. Se quería editar un magazine donde la cultura cambiara de cara, se bajara de su marmóreo pedestal y se vistiera de rumba para impregnar sus paginas de colores y buenas fotos, haciéndose más atractivo a los ojos del lector. Poco a poco, el proyecto fue tomando forma. Las directivas decidieron llamar a Carlos Duque, quien había ideado la famosa línea roja del periódico y estaba vinculado con el diario. Muy metido en el mundo del arte y la publicidad, Duque se "consagró" con el afiche de Galán. Así que era el creativo ideal para asesorar el magazine. Fernando Cano, quien manejaba la revista del deporte y el departamento de fotografía, lo acompañaría en la dirección. Guillermo González, el antiguo coordinador de la sección cultural, comentarista de cine y crítico de arte en ciernes, se responsabilizaría de la redaccion, y Alfonso Cano, especialista en diagramación, se encargaría de la presentación del magazine.Con este equipo de jóvenes se inició, sin mucho éxito, el nuevo magazine.Pero los desaciertos iniciales, la falta de un equilibrio entre la sencillez de algunos artículos y la profundidad de ciertos temas, le restaron identidad y alejaron a muchos lectores tradicionales que se sintieron traicionados.Actualmente, sin embargo, el magazine dominical de El Espectador atraviesa por una segunda etapa. Después del impacto inicial que se asemejó a un baldado de agua fría, los intelectuales han regresado al redil y pocos son los que niegan el éxito del magazine. Según estadísticas, poco a poco, y a pesar de haber aumentado el precio de la edición dominical a 30 pesos, las ventas han aumentado considerablemente y el magazine ha ido consolidando su estilo. Con crónicas sobre cine colombiano, desempolvando viejos trabajos de archivos y bibliotecas universitarias, escribiendo sobre indígenas, vallenatos y arquitectura popular, organizando exitosamente el concurso de fotografía, el magazine está hurgando en las raíces de la cultura colombiana y está produciendo una revolución en los lectores, atrayendo a sus páginas a las nuevas generaciones.--