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LA RESURRECCION DE LOS VIEJOS

En la década del tenis-fuerza, Connors parece perfilarse nuevamente como el número uno.

25 de octubre de 1982

Hace poco terminó un verano particularmente lluvioso en Londres. Durante el mes de julio la niebla vistió de gris el ánimo de la enorme ciudad. Con los ojos en España, donde la selección inglesa de fútbol y sus temidos "supporters" hacían lo posible por regresar a la isla con el título mundial, los londinenses se olvidaron de uno de sus máximos orgullos. En el suburbio de Wimbledon, sede del All England Lawn Tennis and Crocket Club, tribunas vacías bajo la lluvia pusieron en peligro la edición 105 del torneo más famoso del tenis mundial. Una tarde soleada consagró el año anterior al "enfant terrible" de Nueva York, John Patrick McEnroe, y su imagen vencedora, arrodillándose al pie de la malla mientras levantaba su raqueta, contrastó con el final del largo reinado de Borg, solitario frente a su vaso de Coca-Cola.
Dos imágenes del mismo suceso que le dieron la vuelta al mundo. Esta vez el clima y la espectativa de la final de España 82 opacaron el retorno de una figura del pasado, casi que irremediablemente destinada al baúl de los recuerdos. Su foto no pudo salir en las primeras planas de los diarios, porque los dueños de la fama eran unos rostros eufóricos que celebraban tres goles de color azul. Humillado por Vilas, destrozado por Borg y despreciado por Lendl, hacía varios años que Jimmy Connors debía conformarse con el dudoso honor de llegar a las semifinales de los grandes torneos.
Aquel que se dió el lujo de pulverizar a sus maestros Rosewall y Laver en los primeros años de la década anterior vio cómo su nombre comenzó a alejarse del primer lugar del escalafón mundial.
El césped de Wimbledon, golpeado por la lluvia, reunió en la final del Abierto de Inglaterra a Connors y a McEnroe. Fue un dramático partido.
Dos tenistas famosos por sus actitudes poco amistosas hacia los jueces y enemigos declarados del público, realizaron un hermoso espectáculo. La victoria de Connors puso en entredicho la supremacía de "la vedette" que se dio el lujo de convertir en historia la leyenda viviente del sueco Bjorn Borg.
OCHO AÑOS DE ESPERA
El sensacional retorno de Connors no fue flor de un día. Flushing Meadow, sede del Abierto de los Estados Unidos desde 1978 (el tradicional torneo que se realizaba antaño en Forest Hills), era desde 1979 un privilegio exclusivo de McEnroe. El torneo que nunca pudo ganar Borg creó la espectativa de una revancha entre los finalistas de Wimbledon.
Pero en la ronda semifinal, mientras Connors se encargaba de Guillermo Vilas, el checo Lendl venció a un McEnroe desanimado. El duelo no se repitió y Connors no desaprovechó su presencia en la final del US Open. Este año se quedó con dos de los tres torneos más importantes del tenis mundial. Comanda con amplia ventaja la puntuación del Grand Prix. Luego de ocho largos años de espera volvió al lugar que le era familiar y confirmó con sus viotorias que es uno de los más grandes del tenis mundial.
A pesar de su derrota en la final del Abierto de Francia, ha sido notable el retorno de otra "gloria del pasado". Guillermo Vilas, al lado de la Princesa Carolina de Mónaco, ha dejado para otra ocasión el momento de pensar en su retiro. Ocupa el tercer lugar del Grand Prix, separado de Lendl por pocos puntos. Es el mejor latinoamericano, muy por encima de su supuesto sucesor, el también argentino José Luis Clerc. Más atrás aparecen McEnroe que va de quinto y el sensacional juvenil sueco Mats Wilander, séptimo, el vencedor de Vilas en Roland Garros. La Copa Davis enfrentó a estos últimos en el partido que decidía la clasificación de sus países a la semifinal del torneo. Un épico John Patrick McEnroe, cuarenta y ocho horas después de haber perdido la final de Wimbledon, derrotó al sueco en un memorable partido que ya forma parte de la historia. Era el primer episodio de un duelo que en los próximos años protagonizarán el ganador de Rolland Garros (17 años) y el perdedor de Wimbledon (23).
Borg anunció su retorno y desde ya prometió que volverá a ser el número 1 del mundo. Connors, el tenista más destacado del año y un Vilas cotizado social y deportivamente, serán los representantes del mejor tenis de los años 70 en una lid que los enfrentará a los prematuramente declarados nuevos reyes Lendl y McEnroe, reforzados por Wilander, tienen el compromiso de reconquistar para su generación la supremacia que parecía afinanzada desde el año anterior.
En el tenis la edad nunca ha marcado la diferencia entre los buenos y los malos. Los nostálgicos del tenis-arte aún recuerdan a Rod Laver, a Newcombe y a Stan Smith quienes, a los 36 años, seguían practicando un estilo impecable. Sólo la fuerza de Connors y Vilas y luego la fría precisión de Borg acabaron con las sutilezas de Nastase y Rosewall. Parecía que la edad y el estado físico serían factores determinantes para vencer como pareció probar el meteórico ascenso de McEnroe, Lendl y Clerc.
Pero a los treinta años de edad, Jimmy Connors está a punto de demostrar que, aún en la era del tenis-fuerza, la edad no es un obstáculo insalvable para pisar el podio de los vencedores.
Mientras llegan los grandes torneos del 83, hay que destacar a Jimmy Connors en el otro gran año de su carrera. Faltando aún algunos torneos para finalizar la temporada, merece el titular que le negaron las circunstancias: Jimmy Connors, el número 1.