La literatura señala que emitir para financiar el déficit fiscal termina por aumentar los precios en forma generalizada. | Foto: Alejandro Acosta

MONETARIA

Por qué el Banco de la República no debería emitir para prestarle al gobierno

El país debe evitar lo que hoy muchos piden a gritos: que el Banco de la República emita dinero para financiar el déficit del Gobierno.

29 de octubre de 2020

La idea viene rondando por los pasillos desde que la pandemia puso contra las cuerdas a la economía colombiana y mundial. En el Congreso de la República, en los partidos políticos, inclusive entre académicos respetados esa propuesta parece calar por la crisis sanitaria. Para muchos, el Banco de la República debe emitir dinero directamente para financiar al Gobierno, que va a tener un déficit cercano a 8% del PIB, debido a la pandemia.

Esa emisión se justificaría para financiar un gran paquete de obras o para darle liquidez al Gobierno, con el fin de que lleve más servicios a la población.

La propuesta viene de personas que en otras oportunidades han mostrado heterodoxia. Por ejemplo, el candidato Sergio Fajardo, con el apoyo de economistas reputados como José Antonio Ocampo (ex codirector de la Junta del Emisor), Mauricio Olivera y Gonzalo Hernández, de la Universidad Javeriana. Otro economista reputado, Mauricio Cabrera, ha propuesto emitir desde el comienzo de la pandemia.

Hay varios argumentos. Primero, el mecanismo legal existe y no hay que doblarle el brazo a la Constitución. El artículo 373 de la Carta Magna señala: “Las operaciones de financiamiento a favor del Estado requerirán la aprobación unánime de la Junta Directiva, a menos que se trate de operaciones de mercado abierto”.

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Pero también hay argumentos económicos que resultan muy atractivos. Algunos creen que la emisión cerraría las puertas del financiamiento externo para el país y dispararía la inflación. A ellos Cabrera les contesta que está demostrado que eso no ha sido cierto desde la crisis financiera de 2008. Dice que los bancos centrales de los países desarrollados han inundado de liquidez el mundo y eso no se ha reflejado en mayor inflación en los países ni en problemas de flujo de capitales hacia las economías emergentes.

Es claro que Colombia tiene que buscar soluciones heterodoxas, por el tamaño del problema. A todas luces, dificultades de estas dimensiones exigen salidas audaces.

Pero a quienes argumentan a favor de la emisión del Banco de la República para financiar al Gobierno, responden otros para pedir que el país no recorra ese camino.

En primer lugar, en Latinoamérica la experiencia muestra que emitir dinero para financiar déficit lleva inevitablemente a las hiperinflaciones. El caso de Venezuela y Argentina así lo demuestran.

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En la junta del Banco no hay ambiente para estas propuestas. La emisión está prácticamente proscrita de la política monetaria de Colombia.

En la junta del Banco no hay ambiente para estas propuestas. La emisión está prácticamente proscrita de la política monetaria de Colombia.

En Venezuela, los precios aumentaron 844,1% entre enero y septiembre. El año pasado lo hicieron en 9.585%. En pocas palabras, en el vecino país hay que medir los precios segundo a segundo. El caso de Argentina no es tan crítico, pero resulta problemático también: a septiembre pasado, la inflación en 2020 iba en 22,3% y todo el año pasado había alcanzado 57%, una cifra indeseable. La mezcla de malas políticas fiscales y ayudas del Emisor para sufragar el hueco fiscal conforman la fórmula de fracaso económico de esos países.

Colombia había dejado atrás sus episodios de inflación elevada y todo ello gracias a que la Constitución de 1991 prescribió la emisión solo para casos excepcionales.

Además, no hay que desestimar la posibilidad de que al emitir se dispare la inflación, solo por el hecho de que en los países desarrollados esa medida haya encendido la máquina. Una cosa es imprimir dólares o euros, monedas de referencia mundial y otra emitir pesos: en el episodio de la crisis de 1999, buena parte de la emisión del Banco de la República se fue en comprar dólares, lo que presionó un aumento en el nivel de la divisa. Nadie puede garantizar que los recursos emitidos no van a ir a parar al exterior en caso presentarse un choque externo.

Por otro lado, cabe recordar que el Emisor es el prestamista de última instancia. Esto significa que a él debería acudir el Gobierno solo cuando las demás fuentes de financiamiento se cierren. Eso está lejos de ocurrir en las actuales circunstancias. Por el contrario, se nota un apetito por emisiones del Gobierno, tanto en el mercado local como en el internacional.

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De otra parte, las autoridades monetarias han sacado todo el arsenal disponible para enfrentar la crisis. El propio Banco de Central ha abierto mecanismos impensables en una situación de normalidad: por ejemplo, dar acceso a los mecanismos de liquidez a través de activos financieros de deuda privada. Hasta el momento, el acceso de liquidez estaba atado a deuda pública.

Otra medida sin antecedentes fue haber permitido que el Gobierno accediera a parte de los recursos que presta el Fondo Monetario Internacional (FMI) por medio de su línea flexible. Esos son dineros destinados siempre a déficit externo y administrados por el Emisor.

Emitir para sufragar gasto público debe ser un recurso absolutamente extraordinario. Utilizarlo podría abrir una caja de pandora con situaciones fáciles de prever, como inflación y cierre del financiamiento externo. La experiencia en la región muestra que el país debe ir con pies de plomo para no cometer un error difícil de corregir.