Especiales Semana

ENTRE CAMARAS Y REJAS

"Yol", la otra película premiada, ha sido realizada por un turco que ha pasado años en la cárcel por razones políticas.

28 de junio de 1982

"El cine es un arma política" Yilmes Guney lo ha dicho. Y no podía ser distinto, su vida ha sido al fin y al cabo un constante avatar político y es difícii encontrar una conjunción más entrelazada entre la creación y la vida como aparece en los filmes de este director turco. La historia que cuenta en "Yol", su última película, ganadora de la Palma de Oro en el último Festival de Cannes, es un anticipo de su propio destino. Cinco prisioneros obtienen un permiso de salida para visitar a los familiares con motivo de una fiesta religiosa. Sólo algunos regresan. Igual sucedería con la vida del director de "Yol". En octubre último, después de haber permanecido siete años y medio en la cárcel de Kaisiri, logró escapar al exilio. Tenía 45 años y era ésta, la última --no la primera-- de sus riesgosas aventuras entre el presidio y la libertad, antes de la realización de "Yol".
Hijo de campesinos kurdos que obligados a abandonar sus tierras a raíz de la guerra del 14 y la persecución zarista, se establecieron en Turquía. Guney creció en Estambul. Desde niño conoció el desarraigo. La pobreza. Fue cochero, recolector de viñas y ayudante de carniceros. El recuerdo de esos años lo llevó a producir "L'Es poir", una película que narra la vida de un cochero que se enloqueció con la muerte de su caballo. "Mis primeros personajes estaban inspirados en aquellas pobres gentes que ensayaban, inútilmente, encontrar una razón de vida" Eran sus amigos.
Pero no sólo fueron carencias materiales las que debió soportar Guney. Duras experiencias, humillaciones, delinearon con los años, su conciencia política. "Crecí entre niños ricos y niños pobres, pero nosotros éramos los caballos cuando jugábamos con los ricos. Nos metían un palo en la boca y corríamos hacia adelante y hacia atrás. Una vez, Ismael, mi mejor amigo, decidió no volver a hacer de caballo. Supe que Ismael había sido hospitalizado. Más tarde, trajeron su cadáver.
Cuando entró a la Universidad de Estambul a estudiar derecho y economía no tardó en vincularse al periódico universitario y desde un primer momento sus colaboraciones fueron juzgadas como subversivas. A los 21 años fue condenado por primera vez a siete años y medio de prisión. La pena le fue reducida a un año y medio. Al salir de la cárcel comenzó a trabajar en una distribuidora de cine y esa primera experiencia laboral fue también su despegue como guionista y posteriormente como actor de sus propias historias.
Eran los años sesenta y el auge de la nueva ola francesa, pero sus preferencias giraban en torno al cine italiano y americano; Gerard Philipe, era su ídolo, especialmente por su papel en "Fan, fan, la Tulipe". También como actor, Guney rompió los estereotipos de las estrellas clásicas y su foto aparecía, en las boutiques y en los cuartos de los jóvenes junto a la de Ataturk, el fundador de la Turquía moderna. Su imagen tenía que ver con un Jean Paul Belmondo, turco y lo llamaban "el rey feo".
El trabajo como actor lo fue agotando; él quería ser el director de sus propias creaciones. En 1968 decidió abandonar definitivamente la actuación y dedicarse a la dirección cinematográfica. La crítica internacional quedó sorprendida con su primer largometraje "--L'Espoir"(1970),. No había pasado mucho tiempo de su éxito como director cuando fue condenado a diez años de prisión culpado de encubrir perseguidos políticos, pero gracias a la amnistía general de 1974. Guney obtuvo la libertad.
Las cosas no cambiaron. Su vida siguió oscilando entre las cámaras y las rejas; recién había comenzado el rodaje de la película "Inquiétude" cuando fue nuevamente detenido. Esta vez se le responsabilizaba de haber matado a un juez a raíz de una disputa en un restaurante. Se defendió, sin ninguna fortuna, alegando que se trataba de una injusta calumnia y provocación. Fue condenado a 18 meses de cárcel. Sin embargo, su temple resiste; su obsesiva necesidad de hacer cine, de comunicarse lo llevan a lograr algo extraordinario. Una experiencia única en su vida. Es considerado héroe nacional. Encerrado en su celda, Guney dirige Le Troupeau. Cotidianamente recibía los actores, les daba instrucciones, paso a paso seguía su filme hasta la última escena y los últimas instantes de la edición y el montaje. Lo logró.
Cuando salió de la cárcel se encontraba fatigado, pero terco y tenaz. Ya tenía "Yol" en mente y esta vez no delegaría nada --Le Traoupeau había sido suficiente--. Tomó el control absoluto, de tal forma que cuando llevaba diez días de rodaje no tuvo ningún inconveniente en despedir el "metteur en escene" títular, para reemplazarlo por Serif Goren. Tenía más claro que nunca que el cine es una arma política. Sabía bien que sus películas debían llegar ante todo a la gente; esa misma que le ha dado la fuerza a su inspiración, y así como su vida, su cine nunca podría ser complaciente.

EL DESPEGUE DE UN GRIEGO
Costa Gavras llega a París recién cumplidos sus 19 años. Viene de Atenas con los recuerdos fuertemente atrapados. Su infancia ha transcurrido durante la época del golpe del general Mataxas en 1936, la invasión alemana de 41 y la resistencia. En esos años, los niños también militaban en las guerrillas balcánicas y Costa Gavras no fue una excepción. A los 11 años luchaba junto a su padre, antirrealista convencido.
En 1944 llega la liberación, que muchos indentifican con el poder comprar chocolate, azúcar y cigarrillos, pero que los menos entusiastas saben cuánta ilusión encierra. En el 47 estalla la guerra civil. Los hechos de sangre, la represión politica y el apoyo norteamericano a los gubernamentales, ya forma parte de la vida cotidiana de los griegos.
En 1953, Costa Gavras inicia la vida de muchos griegos que han llegado por la misma época a Francia. Para ellos este es un pais en donde se puede comer gratis en el restaurante universitario y costear sus estudios lavando carros o recogiendo papeles. Costa se inscribe en literatura en la Sorbona; quiere enviarle un diploma a su padre que sigue en Grecia. Sin embargo su vocación está en otro sitio. Abandona estos cursos e ingresa al IDHEC (Institutos de Altos Estudios Cinema tográficos), en donde inicia su amistad con René Clair, con quien más tarde trabajará como asistente de dirección.
Francia ha entrado en los turbulentos años 60 y muchos cineastas están tratando de buscar nuevos caminos. Unos optan por el distanciamiento a lo Brecht y otros por un cine político altamente persuasivo. Es precisamente Costa Gavras, quien le da una fuerza extraordianria a esta última tendencia. Hasta ahora ha sido un desconocido dentro del circulo de cineastas franceses. Sus dos primeras peliculas, "Compartiment Tueurs" (1955) y "Un Homme de Trop" (1967), han pasado inadvertidas. Pero llega el año del Mayo Francés y con él "Z", película con la que Costa Gavras impone la tendencia de novelar episodios historicos recientes con reconstrucciones que son, en el fondo, una puesta al día de los procedimientos utilizados por Melies cuando rodaba en su estudio "El Proceso Dreyfus". Lo que desde aquí sigue en la vida del director griego, es ya, por muchos conocido.