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LA QUIMICA DEL SUICIDIO

Investigaciones recientes revelan que la deficiencia de serotonina puede jugar papel clave en la bioquímica de personas con tendencia al suicidio.

18 de noviembre de 1985

Cleopatra, Nerón, Séneca, Hemingway, Belmonte, Mishima, Virginia Woolf, José Asunción Silva, Getulio Vargas, Van Gogh...
Todos tienen algo en común. A pesar de la distancia histórica, a pesar de las diferencias nacionales, a pesar de las actividades tan distintas. Unos y otros cometieron suicidio. Son apenas unos nombres extraídos al azar de los muchos famosos que se han quitado la vida, apenas unos pocos de los miles y miles que han llegado a tomar la inexplicable determinación.
¿Por qué las personas se suicidan? Intentando responder a esta pregunta, es mucho lo que se ha escrito y especulado, innumerables las investigaciones que se han adelantado. Todas intentan desentrañar lo que parece un misterio con un solo resultado: la angustia que lleva al suicidio parece no seguir un patrón establecido.
Decia Camus en alguno de sus libros que el suicidio era el único problema filosófico serio que enfrentaba el hombre. Ahora parece reducirse a una simple cuestión de bioquímica. Recientes investigaciones han demostrado lo que parece un importante descubrimiento para la comprensión de ese doloroso proceso. Se ha identificado la deficiencia de un químico especial -serotonina- en los cerebros de algunas personas propensas a suicidarse cuando enfrentan dificultades en la vida. Se cree, entonces, que factores biológicos pueden jugar un papel determinante en las situaciones que culminan en suicidio. Por eso ahora, la esperanza es que eventualmente pueda desarrollarse una droga para corregir la deficiencia química y prevenir, por lo menos, algunos suicidios en el futuro. "Un nivel bajo de serotonina parece ser un marcador biológico de aquellas personas que experimentan depresión y tienen tendencia al suicidio", afirma Herman van Praag, siquiatra de la Escuela Albert Einstein de Medicina, uno de los investigadores que presentaron nuevos descubrimientos sobre el suicidio durante una reciente reunión de expertos en la Academia de Ciencias de Nueva York.
Sin embargo, otros investigadores continúan dándole mayor énfasis a los factores sicológicos y, en particular, a lo que ellos consideran una combinación letal de pensamiento rígido y sentimientos de pérdida y desesperanza. Un reciente estudio encontró, por ejemplo, que el intenso grado de desesperanza que sentían aquellos que habían tratado una vez de suicidarse era, de lejos, el más fuerte indicio de que lo intentarían nuevamente.
Muchos observadores piensan que no puede haber una sola explicación sobre el por qué las personas se quitan la vida. "El suicidio es una enfermedad compleja", sostiene Edwin Shneidman, un pionero en las investigaciones sobre la materia y profesor de tanatología de una importante escuela de medicina de los Estados Unidos. "Los sociólogos han mostrado que las tasas de suicidio varían con factores como la guerra y el desempleo; los sicoanalistas argumentan que es un sentimiento de ira hacia alguien amado que se dirige hacia el interior; los siquiatras sostienen que es el resultado de un desequilibrio bioquímico. Ninguna de las interpretaciones comprende la respuesta incluyendo un dilema existencial".
"El suicidio es principalmente un problema de hombres blancos de edad", dice Susan Blumenthal, directora de la unidad de investigación sobre el suicidio del Instituto Nacional de Salud Mental de los Estados Unidos. El promedio para todos los grupos es aproximadamente de 12 por cada 100 mil, aunque este porcentaje ha estado declinando desde 1950, especialmente para el grupo mayor de 44 años.
Sin embargo, actualmente en los Estados Unidos los jóvenes representan la excepción más notoria de la tendencia general, y el aumento del porcentaje de jóvenes suicidas ha hecho que se le dedique al problema atención especial. En la década del 70 el porcentaje se dobló en el grupo de hombres blancos entre 15 y 24 años. También aumentó a más de 20 por cada 100 mil en el grupo de hombres negros con edades comprendidas entre 25 y 34 años, lo que representa el más alto para cualquier grupo de edad en la población de color. Curiosamente, en comparación con los blancos, los negros de todos los grupos de edad presentan más bajas tasas de suicidio. Pero teniendo en cuenta todos los porcentajes, indudablemente el más alto se da entre los más viejos: tres veces más alto que el registrado entre jóvenes. En las mujeres se estima que la proporción es de tres por mil. "Es menos probable que las mujeres se quiten la vida", afirma la doctora Blumenthal, y agrega: "Los hombres atentan contra sus vidas en una proporción cuatro veces mayor que las mujeres. Los intentos de suicidio de las mujeres con frecuencia son una forma de expresar su angustia, algo que tal vez los hombres son menos capaces de hacer, al menos que su problema se vuelva demasiado grande".
Otro factor clave en las altas tasas de suicidio entre los hombres, puede ser aquello que algunos siquiatras identifican como una inclinación hacia la violencia impulsiva, característica que puede tener una base bioquímica. Todo eso tiende a establecer una relación entre el suicidio y bajos niveles de serotonina. Esta sustancia, una de las docenas de neurotransmisores que controlan la actividad de las células cerebrales, es un medio, lo mismo que otras sustancias químicas del cerebro, para regular algunas actividades cerebrales, incluyendo la emoción.
Utilizando nuevas técnicas, algunos científicos han sido capaces de establecer deficiencias de serotonina midiendo los niveles de uno de sus principales productos metabólicos, un químico con el formidable nombre de ácido hidroxyindoleacético-5 (5-HIAA). Los investigadores han podido determinar los niveles del ácido en el cerebro durante las autopsias y en la médula espinal de los vivos.
Esta nueva dirección de las investigaciones sobre la serotonina se deriva de un descubrimiento realizado en 1976 por la siquiatra Marie Asberg, quien estudiando pacientes depresivos encontró que el 40% de ellos, que presentaban niveles de serotonina por debajo de lo normal habían intentado suicidarse. Entre aquellos con niveles normales de 5-HIAA, la tasa de intento de suicidio era sólo del 15%. Además, los intentos de aquellos con los niveles más bajos habían sido más violentos y serios, como saltar de edificios y dispararse, mientras que los otros, por regla general, habían sido intentos con sobredosis de drogas.
La doctora Asberg también encontró que entre los pacientes que habían sido hospitalizados por intento de suicidio, un 10% más de pacientes con bajos niveles de 5-HIAA que aquellos con niveles normales, se había dado muerte un año después. Estos hallazgos fueron confirmados por otras investigaciones adelantadas en 1980.
Hay algo en lo que están de acuerdo muchos investigadores: que la deficiencia de serotonina se da en personas con más tendencia a la violencia y que eso, cuando se sienten deprimidos, los hace mucho más propensos a quitarse la vida. En otras palabras, la combinación de la deficiencia de serotonina y depresión incrementa el riesgo de suicidio más que cualquiera de esos factores solo. El sistema de la serotonina está bastante extendido en el cerebro y puede estar relacionado tanto con la depresión, como con el control de los impulsos. Lo que tienen que determinar los científicos es si los bajos niveles de serotonina son la causa o el efecto de la depresión, o de la impulsividad. Sin embargo, parece ser que el hecho de que existe una relación es un factor de importancia fundamental para futuras investigaciones.
Por otra parte, varios estudios demuestran que niveles bajos de serotonina se han encontrado no solamente en suicidas, sino también en grupos especialmente impulsivos y violentos. Por ejemplo, un estudio realizado en Finlandia entre 36 asesinos, reveló que aquellos que habían asesinado por impulso, en oposición a aquellos que lo habían hecho siguiendo un plan calculado, tenían niveles más bajos de la sustancia. Lo mismo se encontró en un grupo de convictos por incendio premeditado que no tenían antecedentes de depresión. Otro descubrimiento que sugiere que la depresión no es el único factor determinante en el suicidio, se deriva de un estudio de la Asociación Médica Americana publicado en agosto, que revela que en el lapso de un siglo, en una comunidad Amish -de las que viven como en el siglo XVII y que han renunciado a las comodidades e inconvenientes de la vida moderna-, se presentaron 26 suicidios, todos en sólo cuatro familias. Pero aquellas familias con los más serios casos de depresión no eran necesariamente aquellas en las cuales se habían producido los suicidios.
Los científicos esperan utilizar estos conocimientos para desarrollar una droga que pueda ser administrada a personas con tendencia al suicidio. La investigación está apenas en su primera etapa y se ha centrado en el triptopán, uno de los elementos principales de la estructura química de la serotonina
Sin embargo, algunos expertos en suicidio no estan de acuerdo con el enfoque de los factores bioquímicos y señalan que, en el suicidio, los factores sicológicos juegan un papel más determinante que las sustancias químicas del cerebro. "Reducir el suicidio a bases biológicas, es ignorar el problema sicológico que eso implica. No puede haber una píldora que cure la enfermedad humana que lleva al suicidio", dice el doctor Shneidman.
Aaron Beck, un siquiatra de la Universidad de Pensilvania, encontró en 10 años de estudio con pacientes que habían intentado quitarse la vida, que los factores sicológicos eran síntomas significativos. Un alto grado de desesperanza después de un primer intento de suicidio se presentó en el 90% de los pacientes que lo intentaron nuevamente, lo que ha llevado a los investigadores a establecer que la desesperanza es un indicador más fuerte que el grado de depresión, de la posibilidad ulterior de suicidio. "La mayoría de los factores que ha identificado la investigación como causas que ponen a la persona frente al riesgo del suicidio, son cosas que no pueden ser cambiadas, tal como ser hombre, o haber intentado quitarse la vida antes. Por el contrario, la desesperanza es algo que puede ser cambiado y debería ser un punto central de interés de la terapia que se adelante con cualquier suicida potencial".

En su más reciente libro, "La definición de suicidio", el doctor Shneidman, cofundador del primer centro para la prevención del suicidio en los Estados Unidos, sugiere una serie de medidas preventivas prácticas para tratar con posibles suicidas:
-Reducir la angustia. Esto quiere decir que quienes estan cerca del potencial suicida, esposa, jefe o cualquiera que pueda ser capaz de producir un cambio concreto que alivie las presiones que han hecho que la persona se sienta tan desesperanzada, deben actuar como una especie de ombudsman.
-Construir una relación realista. No dar seguridades falsas o tratar de animar a la persona, porque se da cuenta. Pero se le puede sugerir que se desea ayudarle a enfrentar los problemas. El suicida potencial siente que no tiene a nadie para pedirle ayuda.
-Ofrecer alternativas distintas al suicidio. Cuando una persona está a punto de suicidarse, su pensamiento se ha hecho tan rigido que no puede ver otras salidas. Así, pues, no se puede aceptar su lógica. Por el contrario, conviene hacer una lista de todas las alternativas posibles, incluyendo el suicidio, y discutir cada una. El sólo hecho de hacer una lista puede contrarrestar la estrechez de su pensamiento.
Estas sugerencias son primariamente para consejeros entrenados, pero pueden ser útiles para cualquiera que viva cerca de un suicida potencial. El doctor Shneidman sostiene que otra importante medida preventiva es darle a esas personas con problemas pequeñas transfusiones de esperanza. "Hay que intentar encontrar algo que haga ver las cosas un poco mejor, aunque sea un poquitico mejor, pues puede darle la posibilidad a la persona de ventilar sus sentimientos reprimidos. Y aunque parezca muy poco puede llegar inclusive a salvar una vida".
Se compruebe definitivamente o no el papel de la química en el suicidio de todas maneras esta decisión sigue siendo la más dramática a la que pueda enfrentarse persona alguna.