MODA COLOMBIANA
Por suerte quedaron atrás los tiempos en que se pensaba que al hablar de moda colombiana necesariamente se tenía que pensar en prendas que recordaran el clásico traje de la campesina boyacense o los pliegues inconfundibles de la ruana.
Ahora una generación nueva, de gente joven, diseña y confecciona prendas que siguen las tendencias lanzadas por los modistos de las grandes capitales de la moda que finalmente porter y finalmente regresan a sus bases con libretas atiborradas de anotaciones y uno que otro dibujo apresurado que les sirve luego de base para establecer, de acuerdo con su respectivo mercado y su clientela potencial, lo que serán los diseños de sus propias colecciones. También ya en nuestro país existen las temporadas de moda.
Por lo menos tres colecciones en el año tienen las casas que surten puntos de venta en los almacenes de departamentos y las boutiques y confeccionistas de alta costura, que existen con magnífica mano de obra, trabajan también para presentaciones similares que se hacen casi siempre con bombos y platillos, y que dan oportunidad a las modelos criollas de lucir sus figuras en las pasarelas imitando los movimientos de sus colegas europeas. El mercado de la moda en Colombia se ha visto beneficiado notablemente con las medidas de represión al contrabando que el gobierno dictó en los últimos tiempos, y que si bien Fueden no estarse cumpliendo a cabalidad, sí atemonzaron lo suficiente a las señoras que hacían un contrabando casero de vestidos comprados contrabandistas y la mercancía nacional pasó a surtir las vitrinas y los estantes y así se abrió paso la moda colombiana.
EL CALVARIO DE LOS DISEÑADORES COLOMBIANOS
Con un buen acopio de información y una alta dósis de creatividad, los diseñadores colombianos en su mesa de trabajo se ven casi siempre abocados al mismo problema: ¿se conseguirá la tela para este modelo? ¿Me producirán la cantidad que necesito? ¿La textura que darán será igual a la que imaginó? A la inversa de lo que sucede en Europa donde las grandes casas textileras de Nancy o de Milán marcan con sus pro ductos las pautas para los diseños, aque las fábricas elaboran para los confeccionistas de acuerdo con estos requerimientos, pero como el fuerte de la producción siguen siendo las telas destinadas a los almacenes de mayoristas y al detal, que finalmente van a parar a los talleres de las modistas. Entonces quienes sostienen a su cargo el lanzamiento de la moda deben contentarse con lo que los fabricantes les entregan después de visitas y llamadas a acomodarse a los diseños que salieron al mercado y olvidarse de sus fantasias de exclusividad. De pronto el volumen de un confeccionista le da la propiedad para tener telas propias y hay quienes, inclusive, poseen ya su propia fábrica de textiles lo cual les da una notable superiodad sobre sus competidores, pero quienes tratan de incursionar en el mundo de lo nuevo y lo diferente con frencuencia tienen que colgar sus diseños o hacerles las adaptaciones consiguientes. Pero, en honor a la verdad, hay que aceptar que pasada la gran crisis de las industrias textileras, éstas parecen estar ya muy conscientes de que sus grandes dias no sólo están por venir, sino que les llegaron ya con ese grupo de gente entusiasta que está buscando mercados de exportación para sus productos y a la que le sigue sonando la frase de volver a Colombia "el Japón de Suramérica". Ya en almacenes como Bloomingdale's en Nueva York y Burdines en Miami, para no citar sino dos, se venden prendas "made in Colombia" y muchas compradoras han adquirido allí ropa generalmente de sport que sólo detectaron como hecha en su propio país, cuando regresaron. La verdad es que si se logra una concertación entre diseñadores, confeccionistas y textileros, podrá ser una realidad la exportación masiva de moda colombiana.-