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ARMANDO EL DESARME

El disparo de la primera arma antisatélite de la USA refuerza la posición norteamericana en las negociaciones de Ginebra

21 de octubre de 1985

Contra viento y marea y desconociendo los argumentos de un grupo de 100 personalidades norteamericanas, que incluye congresistas, científicos y expertos en negociaciones de desarme, la administración Reagan realizó la primera prueba, con un blanco real en el espacio, de su arma antisatélite, ASAT, el viernes 13 de septiembre pasado, cuando un avión caza lanzó un sofisticado misil que, en segundos, dio alcance a un satélite militar norteamericano agotado y lo destruyó. Tal acto, según los analistas, fue el primer paso norteamericano en la militarización del espacio cósmico, asunto que se ha convertido en la principal divergencia entre la Unión Soviética y los Estados Unidos, en materia de desarme.
Sin embargo, la respuesta oficial soviética a dicho experimento no fue lo drástica que se esperaba. Aunque la agencia oficial Tass afirmó que Washington ha desafiado la ampliamente extendida protesta y dado un "peligroso paso dirigido a la instalación de un nuevo tipo de armamento, de armas ofensivas espaciales", el Kremlin ni siquiera sugirió la posibilidad de que la cumbre de noviembre en Ginebra, entre Reagan y Gorbachev, podría ser aplazada o cancelada por ello. Estaba, pues, en lo cierto Kenneth Adelman, director de la Agencia para el Control de Armamentos norteamericana, cuando desestimó que tal ensayo tuviera efectos muy negativos sobre los preparativos de la cumbre. "No creo que la prueba les sorprenda (a los soviéticos), ni que les irrite, ni que haga en absoluto que las cosas se agraven", había señalado el funcionario la semana pasada.
Lo que explica la calma moscovita es que, paradójicamente, la decisión norteamericana de poner a prueba su artilugio antisatélite liberó a la URSS del compromiso, proclamado por Yuri Andropov hace dos años, de establecer una moratoria unilateral a sus actividades para probar e instalar sus propias armas antisatélites. De hecho, el 4 de septiembre pasado, Moscu había advertido que si Estados Unidos realizaba el ensayo ASAT, la URSS se consideraría en libertad de instalar sus sistemas antisatélites en el espacio, pues tal moratoria tendría vigencia en tanto Estados Unidos se abstuviera de realizar pruebas semejantes.
Esa "dejaba en libertad" a los rusos, es lo que precisamente motivó los temores de los congresistas norteamericanos, quienes pidieron a la Casa Blanca, la víspera del disparo histórico, mantener la tácita moratoria con los soviéticos. "Como Estados Unidos depende más de los satélites que la URSS, vemos serios riesgos en permitir la proliferación de armas ASAT" decía el memorial. "Le urgimos no realizar pruebas en el espacio de esta arma y controlar rápidamente este nuevo y peligroso campo de competición militar", concluye el escrito.
Técnicamente, el disparo tuvo lugar en un punto sobre el Océano Pacifico (la altura exacta es un secreto muy bien guardado por el Pentágono) a las 4.42 del viernes 13 de septiembre, hora de Washington. Un misil de dos fases, dotado de una cabeza explosiva y de un instrumento de orientación que constituye un prodigio de miniaturización electrónica, había sido lanzado desde un F-15 Eagle, habilitado para alcanzar grandes alturas. Al chocar el dispositivo contra el blanco previsto, las señales de telemetria del satélite se esfumaron en las pantallas de tierra, en medio de una consabida salva de aplausos en la sala de radares de la base de Vanderberg, de donde habia partido horas antes el caza.
El satélite "asesinado" no era el mejor objetivo para esa prueba, según los militares norteamericanos.
Ellos habrían querido apuntarle a un objeto en perfecto funcionamiento y dotado de los más costosos equipos, de tal suerte que sus computadoras se llenaran de datos en caso de que la cabeza explosiva no hubiera encontrado el blanco. Así habrían sabido porqué y por cuánto les falló el tiro.
El viejo satélite que fue finalmente "cazado" por los 64 diminutos cohetes del tamaño de un esferográfico, adosados en una cápsula no más grande que un pote de conservas, llevaba siete años dando vueltas en el espacio, a 28 mil kilómetros por hora y 500 kilómetros de altitud.
La proeza científica que constituye haber creado un aparato capaz de localizar en la inmensidad del espacio un blanco minúsculo que se mueve a una velocidad dificil de imaginar, es el resultado de acelerados trabajos en un laboratorio secreto de Colorado.
El misil, producido por la firma Vought a un costo de 60 mil dólares, se basa en un detector ultrasensible que responde la señal térmica producida por el calor amanado por el satélite. Una memoria, fijada antes del disparo, le permite--en teoría al menos--no equivocarse de blanco.
Según voceros de la Fuerza Aérea, el perfeccionamiento del arma antisatélite norteamericana necesitara la ejecución de otros seis ensayos, antes de que el sistema pueda ser "prometedor y operacional". Por lo pronto, el Congreso ha aprobado la realización de dos nuevas pruebas en los próximos doce meses, descartándose--por motivos meramente técnicos--la posibilidad de que un nuevo ensayo pueda ser realizado antes de la cumbre de Ginebra.
De sólo 16 kilos de peso, el vehiculo miniaturizado de punteria, una vez desprendido de su cohete-madre, se precipita a 17 mil kilómetros por hora contra el satélite y lo destruye por impacto.
El sistema antisatélite soviético es distinto, pues liquida el blanco por explosión de una carga o lanzándole esferas metálicas. El primer experimento en este caso tuvo lugar el 14 de marzo de 1981, cuando un satélite de la serie Cosmos --cuyo comportamiento fue calificado de "inhabitual" por los militares norteamericanos--fue puesto muy cerca de otro satélite de la misma serie y estalló a su lado, destruyendo el objetivo. Después Moscú realizó seis ensayos adicionales para probar el mecanismo de orientación del arma. Según el Pentágono, el sistema soviético es lento y pesado, debido quizás al retardo de casi 10 años de estos últimos en lo que hace a avances en electrónica e informática. También la miniaturización es para ellos un problema. Para cada destrucción tienen que emplear un cohete SS-9 de 45 metros de largo (el norteamericano sólo es de 4 metros y medio) que, además, no puede llegar a órbitas ubicadas más allá de los mil kilómetros de altura cuando el dispositivo estadounidense parece estar en capacidad de llegar hasta los dos mil kilómetros.
El "anticuado" sistema antisatélite soviético ahora podrá ser mejorado a marchas forzadas, dada la decisión del gobierno norteamericano de avanzar en la problemática ASAT, considerado por ellos como un componente importante de la llamada "Guerra de las Galaxias".
De todas maneras, para la administración Reagan, el exitoso ensayo del viernes 13 reforzará la posición estadounidense en la mesa de negociaciones de noviembre, pues de ahora en adelante Moscú no tendrá dudas de que su contraparte está dispuesta y en capacidad de responder y mejorar todos los sistemas de armas.
Otra cosa piensan los criticos del ensayo antisatelite. Las personalidades que suscribieron el documento mencionado alegan que la prueba del viernes no contribuirá a que de la reunión en Ginebra salgan acuerdos importantes sobre el control de armamentos. Entre quienes piensan que los soviéticos, a corto plazo, se pondrán a la altura del sofisticado aparato antimisil de Reagan, están William Colby, ex director de la CIA, Paul Warnke, negociador clave norteamericano en el SALT II, Cyrus Vance, ex secretario de Estado, John Kenneth Galbraith, renombrado economista, asi como varios expertos en seguridad nacional. Por otra parte, un grupo de científicos e ingenieros, escandalizados con la idea de militarizar el espacio, iniciaron una campaña para intentar que todos sus colegas en Estados Unidos firmen un compromiso negándose a participar en la investigación de los sistemas que harán parte de la Iniciativa de Defensa Estratégica.
La réplica a esta actitud ha surgido en los medios parlamentarios, en donde ha comezado a anunciarse la formación de un grupo de senadores y representantes, que contaria con el apoyo de religiosos y militares, cuya actividad central será fortalecer todo lo que tenga que ver con la "Guerra de las Galaxias". Desde ya, esta agrupacion ha proclamado estar lista a movilizarse para evitar que el presidente Ronald Reagan, "ceda sobre la iniciativa de Defensa Estratégica en la cumbre" con Gorbachev.
Como sea, la primera salva de la "Guerra de las Galaxias" ya ha sido disparada, a pesar de las numerosas reacciones en contra suscitadas en todas partes, especialmente en la URSS.
Esto convierte a la reunión de Ginebra en un evento cada vez más apasionante. --