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BEIRUT: TIERRA DE NADIE

La consigna de las fuerzas que luchan en la capital parece ser: ganará quien más resista

17 de octubre de 1983

Líbano continúa contando sus muertos. Esta vez es por el enfrentamiento entre las milicias cristianas y los grupos musulmanes, o no, de la oposición, reagrupados en torno a Walid Jumblat.
Según cifras publicadas por los dos campos, 676 personas han perecido como consecuencia de siete matanzas: tres atribuidas al "Partido Socialista Progresista" (PSP) de Jumblat y cuatro perpetradas --afirma el PSP-- por sus enemigos.
Esta situación tristemente habitual desde 1975 en Líbano, ha generado un importante flujo de refugiados: 125 a 160 mil según las fuentes, quienes se han concentrado en las ciudades del Deir El Kamar, Beirut, Saida y Tiro. Algunos de ellos, como los 25 mil refugiados en Deir El Kamar, sirven de rehenes a las milicias drusas, en una guerra en la cual ninguna fuerza posee el monopolio del terror.
Este ciclo de violencia comenzó el 31 de agosto con los choques en Beirut entre las milicias shiitas y el ejército libanés. La victoria de las fuerzas gubernamentales fue un cuchillo de doble filo. Por un lado, sirvió para reforzar la presencia efectiva del Estado, sin la cual el presidente Gemayel hubiera perdido su escaso margen de maniobra, pero por otro lado contribuyó a exacerbar las contradicciones entre el Estado y las familias musulmanas que lo acusan de ser un rehén de las falanges cristianas, dirigidas por el padre del actual Presidente libanés. La guerra se generalizó el 3 de septiembre, cuando Israel ordenó la retirada de sus tropas hacia el sur, detrás del río Awali, a unos 40 kilómetros de la frontera. Los judíos sabían que el despliegue de sus tropas daría la señal de partida para una gran ofensiva por parte del PSP de Walid Jumblat. Durante casi un año, los drusos no habían cesado de denunciar la presencia de las falanges cristianas, llegadas con los israelitas a sus propias zonas de influencia y habían rechazado el proyecto de Gemayel diseñado para reemplazar las tropas israelíes por el ejército libanés.
A pesar de todo, las autoridades de Jerusalén respondieron negativamente a una petición hecha por USA y por el gobierno libanés para tratar de postergar el retiro de esas tropas. Israel, retirándose de la periferia de Beirut buscaba poner fin a su larga lista de soldados muertos (517) y volver a los objetivos que habían inspirado la operación "Paz en Galilea": crear una "zona de seguridad" al norte del país. Israel renunciaría así a su exigencia de retirarse "simultáneamente" con las tropas de la OLP y sirias y parece haberse resignado a no ver ratificar, por parte del gobierno libanés, el acuerdo de paz del 17 de mayo pasado. Por eso Amin Gemayel, que veía la presencia judía como un medio de presión para obtener la retirada de la OLP y Siria, calificó el repliegue como una violación de dichos acuerdos.
Una reacción similar fue registrada en los medios cristianos. La "Voz del Líbano" radio progubernamental, acusó a Israel de ser el artifice de un complot urdido por Siria y ejecutado a través de Jumblat para tratar de crear pequeños Estados, mientras que otros sectores expresaban su temor de que la retirada de Israel obedeciera en el fondo a su deseo de dividir el Líbano en dos zonas de influencia, Siria al norte, Israel al sur.
El gobierno israelí ha decidido mantenerse al margen del conflicto en el Chouf. Solicitó a las diferentes fuerzas políticas del Líbano, los drusos en particular, impedir que "los terroristas" (los palestinos) acerquen su zona de control. En declaraciones, los militares judios afirman que 1.300 palestinos han vuelto a esa zona y estarían reconstruyendo su infraestructura. Jerusalén aparentemente espera que después de controlar sus territorios, los drusos cesen su colaboración con los sirios y los palestinos y no intenten propiciar la caída del Presidente libanés. Este análisis parece haber inspirado la política de "mínima intervención" preconizada por el actual ministro de Defensa israelí, Moshe Arens, vivamente criticado por Ariel Sharon.
Por otra parte, un plan elaborado por el principe Bandar, emisario del rey Fadhi, y aprobado por el presidente sirio y por el sector de Jumblat, fue rechazado por Gemayel. Ese acuerdo proponía un alto al fuego, la sustitución en los asuntos internos el ejército libanés por una fuerza de gendarmería y una reunión en favor de un diálogo nacional en el cual participen todas las fuerzas libanesas. Pero Gemayel replicó que no se retiraría de los territorios ocupados desde el comienzo de la guerra, ni sustituiría su ejército por una gendarmería y que Siria no estaba habilitada para determinar quienes deben participar o no en una reunión de reconciliación nacional. El gobierno se opone también al método propuesto que prevé que todas las decisiones deban ser aprobadas por "unanimidad". Gemayel cree que Libano es víctima de una "agresión exterior".
Estados Unidos por su parte envió 2.000 marines más a la región, que en principio no deben desembarcar. Pero los 3.200 (1.200 son de la fuerza multinacional) han sido autorizados para replicar en caso de que ellos o sus colegas franceses, ingleses e italianos sean atacados. "Los sirios deben saber que tenemos una considerable potencia de fuego a lo largo de la costa libanesa y deberían dar pruebas de circunspección en sus actividades de incitación a la violencia en la región", dijo recientemente un portavoz presidencial norteamericano. El Pentágono precisó, además, que para su protección, los marines podrían disparar sus cañones de la US Navy y emplear los bombarderos del portaviones Eisenhower o la artillería del New Jersey, trasladado al Libano desde América Central. Esta potencia de fuego de USA en Libano inquieta a una parte de los congresistas de aquel país que temen una escalada en la cual se podría encontrar involucrada la URSS como el mejor aliado de Siria. Diversas voces han reclamado que el presidente Reagan invoque el "war powers act", en vigencia desde 1973, ley que obliga al Presidente a poner en manos del Congreso la decisión de prolongar la estadía o, por el contrario, de repatriar soldados suyos en el extranjero. Shultz ha aducido que dicha ley no puede ser invocada pues las tropas USA no se han visto mezcladas en los enfrentamientos, lo cual ha sido negado por algunos congresistas invocando la muerte de cuatro marines.
París y Washington no están de acuerdo sobre como caracterizar el conflicto. La Casa Blanca insiste que se trata de una "agresión extranjera" y parece decidida a sostener a Gemayel. París, sin desconocer el papel jugado por Siria, ha optado por la tesis de la "guerra civil", lo que lo ha llevado a afirmar que la fuerza multinacional no puede servir de "suplemento a una de las fuerzas en los combates actuales". La contradicción es de peso y en París algunos observadores no excluyen que una internacionalización no militar del conflicto pueda abrir la vía a su solución. Esto permitiría situarlo a nivel de la ONU, abriendo la negociación diplomática a Siria y a la URSS, involucradas de hecho.--
José Hernández, corresponsal de SEMANA en París.