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CARTAS EN EL ASUNTO

Presionado por la prensa francesa Mitterrand decide tomar en serio el asunto del Greenpeace

21 de octubre de 1985

Abandonando al fin su silencio de busto en mármol de emperador romano, el presidente Mitterrand habló sobre el escándalo del Greenpeace, que sigue sacudiendo a Francia. Y dijo: "Esta situación no puede durar. Ha llegado el momento de proceder sin dilación al cambio de personas y de estructuras". Lo cual se ha interpretado como el anuncio de destituciones inminentes, de las cuales la primera puede ser la del ministro de Defensa, Charles Hernu.
Porque, según revelaciones hechas por el diario Le Monde, fue el Ejército francés quien dio la orden de hundir el barco ecologista Rainbow Warrior, orden que fue ejecutada por un tercer equipo de hombres rana que, después del atentado, logró escapar y regresar a territorio frances.
La revelación, que Le Monde dice haber obtenido de fuentes gubernamentales interesadas en que el escándalo Greenpeace sea resuelto lo antes posible, caiga quien caiga, para que la figura del presidente Francois Mitterrand no siga siendo afectada, suscitó enorme interés, dado que hasta la fecha se ignoraba la existencia de ese tercer equipo de militares franceses en la escena del crimen. Según la prensa y el informe Tricot (ver SEMANA N° 173), en la fecha del hundimiento del barco ecologista se encontraban en Nueva Zelandia sólo dos equipos de agentes secretos franceses, integrado el primero por el falso matrimonio Turenge, y por la tripulación del velero Ouvea el segundo. Según la ultima revelación de Le Monde, lanzada en su edición del 18 de septiembre, el atentado del 10 de julio habria sido perpetrado por dos buzos de combate del Ejército francés, cuyas identidades y paraderos aún se ignoran. En la reconstrucción de los hechos de Le Monde, los explosivos habían sido transportados en el Ouvea, recogidos por los Turenge y entregados por éstos al tercer grupo, quienes serían los autores materiales de la explosión, que segó la vida de uno de los activistas de Greenpeace.
El semanario satírico Le Canard Enchainé, el 11 de septiembre había sugerido la existencia de ese tercer equipo, pero sólo hasta que Le Monde confirmó y profundizó esta información, el hecho trascendió. Los Turenge, fuera de coordinar la acción, habrían hecho el papel de señuelos, haciéndose visibles y dejándose arrestar, mientras que los verdaderos poseedores de las bombas permanecian en la sombra y huían por avión, tras la acción criminal, el uno hacia Australia y el otro hacia Nueva Caledonia.
Falta saber quién dio la orden de hundir el Rainbow Warrior. Según Le Monde, el atentado tuvo que ser realizado bajo directrices de altas autoridades militares. Los primeros en ser citados por el diario son los generales Jeannou Lacaze, jefe del alto Estado Mayor en ese momento, y Jean Saulnier, jefe del Estado Mayor particular del presidente Francois Mitterrand. El tercero es Charles Hernu, ministro de Defensa. A nivel intermedio, se habla del coronel Jean-Claude Lesquer, responsable de la criticada División Acción de la DGSE (Servicio de Inteligencia Francés), pues buzos de comandante, como el comandante Alain Mafart (el falso esposo de Sophie Turenge)--quien es segundo al mando del Centro de Instrucción de Submarinistas de Combate de la base de Aspretto, en Córcega-y los dos autores materiales del bombazo, sólo podían actuar bajo órdenes de él.
Lesquer, a su vez, sólo pudo recibir tan delicadas instrucciones, del almirante Lacoste, director de la DGSE.
Pero Lacoste no es de los militares que decide por su cuenta. Muy disciplinado, según las fuentes de Le Monde, el Almirante no pudo haber actuado sin recibir luz verde de los generales Lacaze y Saulnier.
Esta cadena de obediencias castrenses comprometen, además, al ministro Hernu, pues no se concibe que él ignorara lo que estaba pasando en las oficinas de Saulnier y Lacaze. Si las informaciones publicadas resultaran exactas el ministro de la Defensa además, habria escamoteado información clave al investigador Tricot, como la existencia del tercer equipo de zarpadores en Nueva Zelandia.
Por otra parte, se rumora que el Presidente de la República fue alertado de la participación del Ejército francés en los hechos del 10 de julio, sólo una semana después de éstos y gracias a investigaciones del ministro del Interior, Pierre Joxe, y no del ministro de Defensa. Claro que Hernu desmintió la versión de Le Monde y ratificó la tesis dada a Tricot de que los agentes secretos fueron a Nueva Zelandia a recabar información sobre Creenpeace. "Ningún servicio, ninguna organización dependiente de mi Ministerio, ha recibido la orden de cometer un atentado contra el Rainbow Warrior", declaró, al afirmar que él continuará buscando "la verdad" para sancionar si es preciso, a quien le haya "mentido" o "desobedecido".
Pese a estas palabras, Hernu esta en posición incómoda, dado que las informaciones recientes parecen provenir de la misma Presidencia de la República, de la oficina del Primer Ministro, o del Ministerio del Interior. Según Le Monde, la táctica que hay tras estas filtraciones es "sacrificar a Hernu para salvar a Mitterrand".
No será fácil, sin embargo, para el Mandatario francés, aceptarle la renuncia, a su viejo amigo Charles Hernu, hombre de los más populares de su gabinete, conocedor de los asuntos más intimos de las Fuerzas Armadas y cuadro político con magnificas relaciones con la oposición de derecha.
Esta última continúa en su línea de no ejercer presión sobre Mitterrand por cuenta de este affaire, particularmente después del viaje de éste a Mururoa. No obstante, el fin de esa actitud podría estar próximo. Jean Francois Poncet, ex ministro de Valery Giscard d'Estaing, fustigó a Hernu diciendo que ningún ministro tenia el derecho de desorientar al Presidente y que si la revelación de Le Monde resultaba cierta, "ésta no será una cuestión de renuncias, sino un caso de traición "
Ante esas circunstancias, la prensa, con inocultable humor, ha apelado a los clásicos para aconsejarle al gobierno lo que debe hacer. Liberation, por ejemplo, citaba el miércoles a Mark Twain, quien un dia proclamó que "en caso de duda, es mejor decir la verdad". Más cáustico, Le Malin culminaba su editorial de ese mismo dia, en el que exige al gobierno decir toda la verdad, asi le cueste caro con una frase de Goethe: "Más vale un fin con fracaso que fracaso sin fin" --