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De Miami a Bogotá: las razones por las que volver a Latinoamérica después de vivir en Estados Unidos me resulta fascinante

Después de tres años en EE.UU., el periodista de BBC Mundo Boris Miranda asumió la corresponsalía en Colombia. "EE.UU. tiene un sinfín de cosas que deslumbran al migrante latino que lo visita por primera vez, pero volver a Latinoamérica representa sorpresas y (re)descubrimientos", cuenta.

Alianza BBC
6 de enero de 2018

Cuando vi con emoción un puesto de empanadas y jugos de fruta (donde además se sacaban fotocopias), comprendí que había vuelto.

Era mi tercer día en Bogotá y ya había encontrado una de las cosas que tanto extrañé en mis tres años en Miami.

No digo que no se consiga una empanada en territorio estadounidense, pero está claro que allá la comida rápida es mucho más fácil de encontrar (y pagar) que los bocados tradicionales con los que los latinoamericanos crecimos en nuestros países.

Sean un taco de carrito en México, una arepa colombiana o venezolana vendida en un quiosco, una salteña boliviana, un ceviche peruano, una pupusa salvadoreña o una empanada en sus múltiples versiones y nacionalidades.

Nuestra comida "al paso" puede parecer un detalle menor en la vida de un migrante, pero me animo a decir que para muchos latinoamericanos no lo es.

Por lo menos no para mí, que me sentí dichoso por reencontrarme con ella al poco tiempo de aterrizar en Bogotá proveniente de Miami.

Puesto callejero de arepas

"Nuestra comida ‘al paso‘ puede parecer un detalle menor en la vida de un migrante, pero me animo a decir que para muchos latinoamericanos no lo es". Foto: GETTY IMAGES vía BBC

Contrarruta

Está bien instalada la idea de que son millones de personas de Centro y Sudamérica las que aspiran con alcanzar al "sueño americano".

Las historias de familiares o amigos que deciden tomar ese camino se multiplican entre nosotros.

Los hispanos son la población que en promedio más crece en Estados Unidos, incluso más que los propios estadounidenses, de acuerdo al instituto Pew Research Center, con sede en Washington.

Más de 58 millones de latinos viven en Estados Unidos.

Supermercado en Miami

Los hispanos son la población que en promedio más crece en Estados Unidos, incluso más que los propios estadounidenses. (Foto: Boris Miranda)

Y la gente no ha dejado de intentar llegar al norte a pesar de que allá la situación se pone cada vez más difícil para los migrantes.

Los motivos para dejar la tierra donde uno nació y apuntar a EE.UU. pueden ser muchos y aquí no me interesa juzgarlos.

Le recomendamos: El adiós del corresponsal de BBC a ‘la compleja y apasionante‘ Colombia

Escapar de la violencia y la criminalidad de nuestros países, ganar (y ahorrar) en dólares, dejar atrás la corrupción cotidiana que vuelve a nuestras sociedades aún más injustas, recibir una mejor formación académica o simplemente perseguir el "sueño americano".

Son algunas de las muchas causas por las que alistamos maletas.

Puesto de frutas

Los mercados en Bogotá, al igual que en la mayoría de las ciudades latinoamericanas, ofrecen abundante variedad de frutas a precios razonables. Foto: GETTY IMAGES vía BBC

A mí me tocó hacerlo y tomar un avión desde mi Bolivia natal hacia Miami en 2015 para trabajar en la oficina de BBC Mundo en esa ciudad. También por trabajo ahora desembarco en Colombia, en una especie de contrarruta que es cada vez más frecuente y que vivirla me resulta fascinante.

Estados Unidos tiene un sinfín de cosas que deslumbran y seducen al migrante latino que lo visita por primera vez. Sin embargo, volver a Latinoamérica también representa una cantidad de sorpresas y pequeños (re)descubrimientos que no puedo dejar de resaltar.

Porque me parece necesario darle importancia a esos detalles cotidianos que son parte inmanente de nuestras sociedades.

Encontrarse con gente en la calle

La gente puede ser igual de amable y sociable dentro y fuera de EE.UU., pero la vida es distinta.

Estados Unidos, por las enormes distancias en sus ciudades, ritmo laboral, arquitectura y climas extremos, impone una cotidianidad diferente a la que se produce en las urbes latinoamericanas.

Mujeres caminando en una plaza de Bogotá

"En mi primer lunes en Bogotá caminé más que en cualquier otro día en Miami y subí más gradas que en los tres años juntos que pasé en Estados Unidos". (Foto: Boris Miranda)

Son muy contadas las veces en las que me encontré con alguien caminando por las calles de Miami.

Siempre colegas de la oficina que vivían cerca y amigos que trabajaban en restaurantes y bares de la zona.

Al principio pensé que tenía que ver solo con que en Miami no llegué a conocer a tanta gente, pero amigos con muchos más años y muchos más conocidos que yo me dijeron algo parecido.

No importa si es en Los Ángeles, Washington D.C. o Nueva York... la gente tiene menos tiempo, tus amistades viven mucho más lejos y la inmensa mayoría se transporta en vehículos propios o en el masivo transporte público.

Cuando era universitario, en La Paz, hacía competencias con un amigo de quién se encontraba con más gente en 10 cuadras de caminata.

En Miami podía haber recorrido 100 calles, si es que no me desmayaba por el calor primero, y lo más probable es que no me hubiese cruzado con nadie.

Trenes en Estados Unidos

"No importa si es en Los Ángeles, Washington D.C. o Nueva York... la gente tiene menos tiempo, tus amistades viven mucho más lejos y la inmensa mayoría se transporta en vehículos propios o en el masivo transporte público". (Foto: Boris Miranda)

La anterior semana, ya en Bogotá, fui a tomar un café y al salir me topé con una amiga que paseaba a su perro.

Claro que puedes encontrarte con alguien que camina junto a su mascota en Estados Unidos, pero en ese país el concepto de espacio público está mucho más relacionado al consumo.

Por eso los puntos de encuentro, incluso aquellos que en apariencia son abiertos a todo el mundo, están pensados antes que nada para el gasto.

Por solo citar dos ejemplos están South Beach y Times Square, lugares donde puedes despilfarrar cantidades obscenas de dinero si te descuidas o te entregas al frenesí. Puedo dar fe de ello.

Puesto callejero de buñuelos con avena.

Un buñuelo con avena como desayuno callejero en Bogotá te cuesta menos de un dólar. Foto: GETTY IMAGES vía BBC

Estudios recientes de urbanidad señalan que América Latina imitó durante los últimos años los valores y modelo de vida estadounidenses con la aparición de cientos de centros comerciales o malls, sin embargo destacan que persiste la apropiación social de lugares como plazas, avenidas y calles principales.

Me animo a decir que Bogotá es una muestra de ello, a pesar de problemas como la inseguridad, el caos vehicular y la planificación urbana.

Por eso celebro esa excelente idea de la ciclovía dominical que permite que miles de personas tomen las avenidas bogotanas con sus bicicletas y puestos de comida callejera aparezcan en cada esquina.

Caminar

En mi primer lunes en Bogotá caminé más que en cualquier otro día en Miami y subí más escalones que en los tres años juntos que pasé en Estados Unidos.

Hay lugares en EE.UU. a los que simplemente es imposible llegar a pie porque sería suicida meterse en una de esas autopistas de varios carriles con autos que van a 100 kilómetros por hora sin ninguna clase de espacio reservado para un peatón.

En Miami, la inmensa mayoría de mis amigos tenía auto y cuando llegué me lo plantearon como una necesidad similar a tener energía eléctrica en el apartamento.

Calle empinada frente a una colina en Bogotá

"Pese a que todavía me dejan sin aliento, las empinadas calles de Bogotá me recuerdan a mi La Paz". (Foto: Boris Miranda)

No tuve carro porque opté por vivir muy cerca de mi oficina e ir a la playa en Uber.

Caminar en Estados Unidos, salvo en lugares como Manhattan donde es muy habitual, es más un ejercicio y una necesidad, porque si no el modo de vida estadounidense te sobrepasa en todo el sentido de la palabra.

Caminas y corres para mantenerte en forma, casi nunca lo haces como un proceso diario para llegar de un lugar a otro.

Tiene que ser un sitio muy cercano o una ciudad muy pequeña para que así sea.

Pero si trabajas en Washington D.C. y vives en Virginia, lo cual es muy usual, es impensable que algún día de tu vida irás caminando al trabajo. Si no tienes auto, viajarás en autobús o metro.

En Bogotá hay que tener un poco de cuidado con los huecos y desniveles en las alamedas (veredas) y superar el pánico inicial de cruzar la calle en medio de autos que no frenan, pero caminar es parte de la vida diaria.

Además, pese a que todavía me dejan sin aliento, sus empinadas calles me recuerdan a mi La Paz.

Comer sano como opción y no como privilegio

El otro día compré aguacates (paltas) a menos de un dólar de un puesto callejero, listas para comer y de buen tamaño.

En la famosa cadena de comida Chipotle, en Estados Unidos, te cobran ese mismo precio por aumentar una cucharadita de guacamole a tu burrito.

Vendedor de aguacates en una calle de Bogotá

"Compré aguacates a menos de un dólar de un puesto callejero. En EE.UU. te cobran ese mismo precio por aumentar una cucharadita de guacamole a tu burrito". (Foto: Boris Miranda)

En EE.UU. los restaurantes de comida saludable se multiplican todos los días y las ensaladas son cada vez más consumidas... por los que pueden pagarlas.

También la oferta de frutas y verduras en los supermercados es amplia, pero de nuevo volvemos al problema del precio y del tiempo que requiere para una persona preparar las tres comidas todos los días.

Muchos de mis amigos lograban una dieta balanceada y ahorrar unos cuantos dólares preparando su almuerzo, admito que yo no pude (ni lo intenté).

Hamburguesa con bebida y papas fritas de McDonald‘s

En EE.UU. nada es tan barato como la comida rápida. Las ensaladas son cada vez más consumidas... pero solamente por los que pueden pagarlas. Foto: GETTY IMAGES vía BBC

En EE.UU., a diferencia de nuestros países, nada es comparable con la comida rápida en términos de precio y tu plato, además, viene con un vaso gigante para que te sirvas gaseosas de muchos sabores las veces que quieras.

Por algo Estados Unidos tiene la tasa de obesidad más alta del mundo, con el 40% de su población adulta afectada y el 19% de sus menores. En ese país vi por primera vez ropa con talla XXXXXL.

Claro que este problema no es solo estadounidense y los índices de sobrepeso son cada vez más preocupantes en países como México, Argentina o Chile, entre muchos otros.

Pero en Latinoamérica, me parece, todavía es más fácil y accesible luchar contra ese problema.

El otro día volviendo a mi casa paré en la tiendita que queda a una cuadra y compré 12 bananos y 1 litro de delicioso jugo de mandarina recién hecho en US$4.

Y sin hacer las filas ni perderte en el mundo de ofertas y tentaciones de los enormes supermercados a los que tenía que ir en Miami.

Nuestros problemas

Nuestros sabores a la vuelta de la esquina, encontrarnos en la calle, caminar mucho y que llevar una vida más o menos saludable no sea tan difícil son algunas de las razones por las que me siento feliz de estar de vuelta, pero tampoco quiero que se me confunda.

Gente en la playa en Miami

"En Miami no tuve carro porque opté por vivir muy cerca de mi oficina e ir a la playa en Uber". (Foto: Boris Miranda)

En Miami podía volver a mi apartamento caminando desde la oficina a las 02:00 de la mañana revisando mi celular en plena calle con casi la plena seguridad de que no corría ningún riesgo.

Sabía que si cruzaba la calle cuando era mi turno, sería muy difícil que algo me pueda pasar, pese a que locos hay en todas partes.

Reconoces que cuando todos respetan las reglas elementales de convivencia, todos viven mejor.

En Latinoamérica en general, y en Bogotá en particular, lamentablemente la inseguridad es parte de nuestras preocupaciones diarias, el tráfico vehicular parece un juego de azar semisuicida y no respetamos al otro todo lo que quisiéramos que nos respeten a nosotros.

Colombia, Bolivia y todos los países que conozco de esta región tienen una enorme cantidad de problemas que no se solucionan con empanadas callejeras, ciclovías dominicales y jugo de mandarina, pero también me parecía necesario resaltar parte de lo bueno que nos queda.

Así como reconocer que tenemos problemas que son, fundamentalmente, nuestros problemas.

Estoy de acuerdo en que Estados Unidos tiene mucho que ver con las dificultades sociales y económicas de América Latina, pero no creo que con culparlos de todos nuestros males sin tratar de mejorar un poco nosotros mismos vayamos a avanzar mucho.

Sería hipócrita negar que disfruté mucho en Miami y seguro lo haré de nuevo cuando me toque volver, así como ahora quiero disfrutar la etapa que inicio en Colombia.

La empanada que comí el otro día no estaba tan buena, pero creo que es lo de menos.

Será cuestión de tiempo encontrar a mis favoritas y, en Latinoamérica, tiempo es lo que hay.