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Franja de guerra

El secuestro de un soldado israelí provocó la peor crisis con Israel desde que el grupo Hamas ganó el poder en la Autoridad Nacional Palestina.

1 de julio de 2006

El pasado domingo, un pequeño grupo de hombres armados, ligado al brazo militar de Hamás y los Comités de Resistencia Popular, incursionó en suelo israelí y tomó por sorpresa a un control militar de las fuerzas de defensa judías. Dos soldados murieron y otro más, el cabo Guilad Shalid, de 19 años, fue secuestrado. Ese fue el detonante de una reacción militar israelí cuyo objetivo más evidente es lograr la liberación de Shalid, pero tras el cual se cree que también está el deseo de tumbar al incómodo gobierno de Hamás en Palestina.

La 'Lluvia de verano', como fue bautizada la operación militar por parte del Ejército israelí, comenzó con el traslado de miles de soldados a la frontera con Palestina en la Franja de Gaza. El miércoles, tres puentes fueron destruidos, así como algunas carreteras, con lo cual la zona quedó prácticamente desconectada. La principal planta eléctrica fue bombardeada y dos terceras partes de los habitantes (unas 800.000 personas) quedaron sin electricidad ni comunicaciones. En esa situación estaba Amjad Shawa, un palestino de la Sociedad Civil Activista, quien el viernes le dijo a SEMANA que "Gaza es la prisión más grande del mundo en este momento. Hay un 1.400.000 palestinos sitiados por Israel, y toda comunicación con el exterior está cerrada".

Para muchos fue una demostración de fuerza en la que pagaron justos por pecadores. "Estos actos de castigo colectivo son considerados crímenes de guerra por la ley internacional", dijo a SEMANA Nadia Hijab, del Instituto para Asuntos Palestinos. Pero para Israel de lo que se trataba era de limitar la movilidad de los captores y de impedir que se trasladaran a otro lugar desde donde sería más difícil un rescate.

El jueves, la fuerza aérea bombardeó el edificio del Ministerio del Interior de la autoridad palestina en Gaza, pues, según oficiales israelíes, desde allí se coordinaban actividades terroristas. De acuerdo con el reporte del Ejército israelí, en la madrugada del viernes fueron bombardeados unos 30 blancos, entre ellos las oficinas del presidente Mahmud Abbas, campos de entrenamiento de Hamás y las Brigadas de los Mártires de al Aqsa (brazo armado de Al Fatah), y algunos depósitos de armas. Dos presuntos milicianos murieron y unas 40 personas resultaron heridas.

Pero sin duda los golpes más significativos se dieron en torno a la detención de políticos palestinos. Cerca de 90 fueron arrestados, entre ellos siete ministros del gabinete de Hamás y 21 miembros del Parlamento. Las Fuerzas de Defensa Israelí anunciaron que 87 personas habían sido apresadas, de las cuales 64 eran miembros de Hamás y los otros 23, presumiblemente de otras facciones. Estos políticos tendrán que encarar un juicio por complicidad con acciones terroristas.

Ismael Haniya, primer ministro palestino y líder de Hamás, dijo en ese sentido que la operación militar va más allá de la liberación del soldado. "Existe un plan premeditado contra los palestinos que busca su humillación y la destrucción de su gobierno".

Al cierre de esta edición se buscaba una salida negociada al problema con la mediación del gobierno egipcio de Hosni Mubarak. Pero una salida diplomática parecía lejana porque los captores de Shalid pedían intercambiar al soldado por algunos de sus prisioneros en cárceles israelíes a punto de cumplir condena, un método que en el pasado dio resultado en pocas ocasiones y que esta vez tampoco parece que vaya a funcionar, por lo menos públicamente. "El ejército israelí va a arrestar muchos palestinos y el número de gente en las cárceles va a ser mayor. Israel va a jugar duro no negociando abiertamente, pero sí en secreto. El soldado no está secuestrado, sino tomado como prisionero en un acto de guerra y los palestinos deben tratarlo como tal", declaró a SEMANA Mubarak Awad, director de la organización Nonviolence Internacional.

Las implicaciones políticas

Más allá de cómo se resuelva esta nueva encrucijada, el incidente ha dejado muchas preguntas en el ambiente. La principal es: ¿qué llevó a una facción palestina a actuar de esta manera cuando una reacción de tal magnitud era previsible? Para nadie es un secreto que el gobierno encabezado por Ehud Olmert quiere a Hamás fuera del poder, ya que lo considera como un grupo terrorista que busca la destrucción del Estado judío. Es obvio que cualquier acción terrorista se convertiría en caballo de batalla para el gobierno de Olmert y legitimaría cualquier acción contra Hamás.

Otro interrogante es por qué se produjo precisamente cuando Hamás y Fatah (los dos grupos políticos dominantes en Palestina) parecían acercar sus diferencias y negociaban la firma del llamado documento de los prisioneros, por el cual el históricamente intransigente Hamás aceptaría fundar el Estado palestino en las fronteras anteriores a la guerra de 1967 y junto al Estado de Israel. Un reconocimiento implícito del derecho de existir de su vecino.

Este habría sido un paso muy grande hacia el inicio de un gobierno de unidad y, sin duda, hacia la paz. Porque el principal reclamo de Israel es que no cuenta con un interlocutor válido para negociar, porque ni Hamás ni Fatah han tenido el control absoluto sobre las milicias palestinas. De allí que las decisiones en lo que respecta a sus vecinos sean tomadas de manera unilateral desde tiempos de Jasser Arafat.

La firma del documento se produjo cuando las tropas judías se acercaban a la frontera con Gaza en búsqueda del rescate de su soldado, lo que le quitó trascendencia, pues dejó claro que más allá de un papel, la unidad palestina aún no es una realidad.

Y es que hay facciones radicales dentro de los propios movimientos propalestinos que no aceptan ninguna negociación con Israel y consideran ilegítima la creación de ese Estado. Es por eso que todas las miradas se dirigieron a Khaled Meshal, un líder radical de Hamás exiliado en Siria y que, según la inteligencia israelí, fue quien dio la orden del secuestro y, como lo dijo en un análisis el diario israelí Haaretz, puso una bomba en las manos del gobierno presidido por Haniya. "La rama de Hamás bajo el control de Meshal compite con la que en la actualidad maneja la autoridad palestina", afirmó en diálogo con SEMANA Mitchell Plitnick, de la organización judía Jewish Voice for Peace.

La fuerza aérea israelí informó que había sobrevolado una casa de campo del presidente de Siria, Bashar al Assad, para presionar la liberación del cabo. Esto generó una crisis entre dos países cuyas relaciones han sido históricamente tensas. Algunos piensan incluso que el secuestro del soldado israelí da el mensaje de que Siria e Irán, dos aliados en la lucha antiisraelí desde hace varias décadas, todavía hacen parte del juego.

Sea cual fuere el desenlace de este episodio, lo cierto es que aún está lejos el punto final en la historia de confrontación entre Israel y Palestina. Las milicias radicales fuera de control, la división en el interior del gobierno palestino, los ataques selectivos del Ejército israelí e incluso el papel que desempeñan otros países, hacen presagiar que mucha tinta y mucha sangre van a seguir corriendo por cuenta de este conflicto.