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| Foto: A.F.P.

VENEZUELA

La pugnaz pelea entre Maduro y los militares

El presidente de Venezuela entrega más poder al Ejército para mantener su lealtad. Incluso se habla de dos presidentes ‘de facto’.

6 de agosto de 2016

Como a la espera de una tormenta tropical, el panorama político venezolano no hace más que oscurecerse. Los medios internacionales más importantes comienzan a registrar el drama del desabastecimiento, y la foto de la multitud que cruzaba el puente fronterizo hace dos semanas, para comprar alimentos en Cúcuta, le dio la vuelta al mundo. La crisis, con una proyección inflacionaria de al menos 733 por ciento para el cierre de 2016, no perdona bolsillo.

En ese ambiente enrarecido, la oposición dio el lunes un paso más hacia el referendo revocatorio cuando el Consejo Nacional Electoral por fin validó las firmas para convocarlo. Pero nada garantiza que el gobierno acepte celebrarlo antes de que se cumpla el plazo para que una eventual destitución de Nicolás Maduro conduzca a nuevas elecciones. Y en el campo internacional, la Unasur le dio un duro golpe diplomático al rechazar que Caracas asuma la presidencia de ese grupo multilateral (ver en Notas Mundo).

Por eso, mientras Maduro parece bloqueado dentro y fuera del país, muchas miradas se dirigen hacia el estamento militar, que también fue escenario de dos extraños nombramientos en los últimos días. El 11 de julio, Maduro nombró al general en jefe Vladimir Padrino López al frente de la Misión Abastecimiento Soberano y ordenó a todos sus ministros y las instituciones asumir la “subordinación absoluta” a sus órdenes y las del militar. El diputado opositor Armando Armas, vicepresidente de la Comisión de Defensa de la Asamblea Nacional, aseguró que “en Venezuela hay dos presidentes ‘de facto’”.

Vladimir Padrino López debió pasar a retiro el 5 de julio, pero Maduro lo confirmó como ministro y comandante estratégico operacional de la Fuerza Armada. El alto oficial, quien se mantuvo leal a Hugo Chávez en el golpe de Estado de 2002, personifica un nuevo modelo de poder compartido en el país.

Como si lo anterior fuera poco, el martes el presidente anunció en su programa En contacto con Maduro que acababa de nombrar ministro del Interior nada menos que al general Néstor Reverol, acusado por Estados Unidos de recibir pagos de narcotraficantes a cambio de alertarlos ante operaciones en su contra, obstaculizar las investigaciones y conseguir por cualquier medio la excarcelación de narcos presos.

¿Hasta dónde llega la influencia militar en su gobierno? Con esos nombramientos, 12 ministerios claves están en cabeza de uniformados, seis activos y cuatro retirados. Además, 13 de los 20 gobernadores regionales apoyados por el chavismo son militares jubilados.

Mantener contentos a los uniformados no es fácil, sobre todo cuando no hay espacio para todos. El 2 de julio, Nicolás Maduro ascendió a 195 nuevos generales y almirantes de la Fuerza Armada, que se sumaron a los 886 ascendidos en los últimos cinco años.

Según Rocío San Miguel, presidenta de la ONG Control Ciudadano, en Venezuela hay 1.200 generales de un total de 115.000 efectivos. Asegura que el Ejército de Estados Unidos, con 1,4 millones de efectivos, tiene una cantidad similar de generales.

En Venezuela hacer carrera burocrática también sirve para ascender. Un ejemplo es Carlos Rotondaro, presidente del Instituto de Seguridad Social, quien asumió el cargo en 2007 siendo mayor y en 2016 fue nombrado general de división, cuatro jerarquías más arriba. Su caso es similar al de Pedro Alastre López, hoy general de brigada a pesar de haber estado fuera desde que, en 1994, fue dado de baja siendo mayor tras participar en la intentona de Chávez de dos años antes.

Alastre López incluso ejerció varios cargos civiles, incluyendo una alcaldía, para luego ser reincorporado al servicio activo por Maduro en 2013 y ocupar desde 2014 la presidencia de Corpozulia, un instituto de desarrollo regional. “Año tras año fue ascendiendo (…) quien en su momento fue el último de su promoción de la Academia Militar”, publicó el opositor semanario TalCual.

Ser general trae beneficios económicos. Por ejemplo, la escala salarial de los militares es mucho más jugosa que la de los funcionarios civiles. Un general en jefe puede cobrar un salario base de casi 60.000 bolívares, casi el doble que un profesional universitario con más de 25 años de experiencia en el sector público. La diferencia se mantiene en toda la escala.

No es extraño ver en Venezuela a los militares en autos lujosos, con grandes inmuebles y tierras. Sin contar las denuncias de corrupción que señalan a los que tienen mando en pasos fronterizos -acusados de beneficiarse del contrabando- o en vigilancia antinarcóticos, cuando se van acumulando casos de uniformados capturados con drogas.

Y ser militar otorga beneficios sociales. Más allá de los salarios más robustos que los de educadores o médicos, cuentan con una estructura de abastecimiento dedicada. No obstante, el entorno es tan complicado, que eso no basta cuando la cantidad de alimentos en el país es poca, independientemente de si se prioriza su distribución.

Pero la procesión va por dentro, so pena de castigos. El historiador, profesor universitario y conocedor de asuntos militares Luis Alberto Buttó recuerda que la Ley de la Fuerza Armada Nacional prohíbe que los militares se manifiesten públicamente y establece que los reclamos son de responsabilidad individual y no grupal. Por eso nunca habrá protesta alguna y quien decide hablar lo hace bajo estricto anonimato.

Dos oficiales activos de la Fuerza Armada consultados por SEMANA aclaran que el descontento es una cosa y la posibilidad de un alzamiento militar contra el gobierno es otra. “Falta mucho para que llegue un golpe de Estado”, dice el alférez de navío.

Una de las razones es que desde hace algunos años el proceso de politización de los cuarteles ha aumentado. Ya en 2012 el vicealmirante retirado Jesús Briceño García, excomandante general de la Armada, consideraba que se estaba aplicando un formato militar comunista, generando nuevas jerarquías y complicando la estructura piramidal. Se refería a la creación de los rangos mayor general y general en jefe, que sirvieron para premiar lealtades políticas.

En 2012 la tropa fue calificada de “chavista” y se aprobó incluirlo en el saludo protocolar del Ejército. En 2013 los soldados comenzaron a ser llamados “hijos de Chávez”. En 2014, el actual ministro de la Defensa, Vladimir Padrino, declaró que los militares “somos políticos”. Y en 2015 los juramentos de graduación incluyeron la construcción del socialismo del siglo XXI. ¿Qué tanto los privilegios y la politización garantizarán la lealtad militar a Maduro? Esa pregunta no tiene respuesta, al menos, como dijo Chávez tras su golpe fracasado de 1992, “por ahora”.