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La ofensiva del Tet terminó por convertirse en una enorme victoria psicológica para los intereses de Vietnam del Norte. | Foto: Flickr

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Guerra de Vietnam: cuando todo cambió

La ofensiva del Tet significó el principio del fin para la república de Vietnam del Sur y el comienzo de la derrota norteamericana en esa guerra inútil. Sucedió hace medio siglo y aún sigue suscitando discusiones.

Mauricio Sáenz
31 de enero de 2018

Hace exactamente 50 años, el 31 de enero de 1968, el gobierno de Hanoi lanzó un enorme ataque coordinado de tropas del Ejército de Vietnam del Norte con guerrilleros del sudvietnamita Viet Cong. La historia recordaría la acción como la ofensiva del Tet, pues tuvo lugar en el año nuevo lunar, una de las fiestas más importantes del calendario budista, cuando tradicionalmente se realizaba un cese al fuego no acordado.  Pero aunque al final las tropas norteamericanas lograron rechazar a los atacantes, la mayoría de los historiadores sostiene que ese fue el punto pivotal de la guerra de Vietnam.

En términos puramente militares, los comunistas sufrieron una derrota innegable: sus fuerzas no lograron mantener las poblaciones y ciudades que ocuparon, ni consiguieron su objetivo de desatar un levantamiento social que acabara con el régimen de Saigon (hoy Ciudad Ho Chi Minh). Además, de los 85.000 hombres que se lanzaron de sorpresa sobre más de 100 objetivos, murieron unos 40.000, contra unas 14.000 bajas en las filas de la coalición del Sur, mientras el movimiento insurgente del Viet Cong prácticamente desapareció como fuerza de combate independiente.

Pero la ofensiva del Tet terminó por convertirse en una enorme victoria psicológica para los intereses de Vietnam del Norte.  Por una parte, hasta ese momento los habitantes de las ciudades habían percibido la guerra como un conflicto relativamente lejano, librado principalmente en las áreas rurales más o menos remotas.  Con el Tet, los norvietnamitas les notificaron que el asunto era con ellos, y, como en el caso de la antigua capital imperial, la ciudad de Hue, y su histórica ciudadela, la batalla dejó unas cicatrices indelebles tanto en tesoros arquitectónicos centenarios, como en una población que vivió los horrores de la violencia por primera vez en carne propia.

Pero además, la ofensiva del Tet pasó a la historia por la discusión que suscitó acerca del papel de los medios de comunicación,  tanto estadounidenses como internacionales, que tuvieron acceso pleno a las hostilidades, y publicaron escenas jamás vistas en los hogares norteamericanos.  La opinión pública, hasta entonces convencida de que las fuerzas norvietnamitas estaban en pleno retroceso, y que la victoria estaba a la vuelta de la esquina, descubrió un panorama completamente distinto.  Y su actitud comenzó a cambiar hacia un rechazo cada vez más grande a exponer las vidas de sus hijos y hermanos en un país remoto que, para empeorar las cosas, compartía pocos de los valores que decía defender Washington.

Las imágenes del ataque contra la embajada norteamericana resultaron especialmente chocantes y convencieron a los espectadores de que Estados Unidos, a pesar de tener miles de soldados en el país, no eran capaces ni siquiera de evitar que en la propia capital de su aliado su legación diplomática fuera ocupada, así fuera brevemente,  por efectivos enemigos.

Hoy, 50 años después, la ofensiva del Tet sigue planteando preguntas sin respuesta. Una de ellas, cómo las fuerzas norteamericanas y sudvietnamitas fueron tomadas por sorpresa, cuando ya había indicios de que la dirigencia de Hanoi quería dar un golpe decisivo en 1968, justo un año electoral en Estados Unidos.  Poco después se supo que la mayor parte de los hombres y toneladas de pertrechos, municiones y suministros  llegaron al sur por la ruta Ho Chi Minh, un camino clandestino a través de la vecina Camboya, sin ser detectados.

Otra pregunta, que sigue teniendo una gran vigencia, tiene que ver con el papel de la prensa. Hasta entonces nunca un conflicto había sido cubierto con tanto detalle e inmediatez como ese. Y por eso muchos han afirmado que los corresponsales de los diarios y revistas, así como los de la televisión, mostraron un panorama excesivamente pesimista, que habría llevado a desmoralizar a los norteamericanos,  sobre todo a su gobierno, acerca del desenlace del conflicto.

Pero en medio del fragor de un combate que había llegado a las propias calles de las ciudades, y de los miles de muertos y heridos, era difícil que los medios propusieran una mirada optimista sin maquillar su trabajo. Y de todos modos, cualquiera fuera el resultado, la presencia de miles de combatientes dispuestos a morir por su país, junto con la decisiva posición de China y la Unión Soviética a favor de Hanoi, convencieron a los norteamericanos de que esa guerra iba para largo, y de que ellos se encaminaban irremediablemente a la derrota.  Lo demás es historia.