Home

Mundo

Artículo

MUNDO

¿Por qué perdieron los independentistas de CiU en Cataluña?

El electorado catalán le dijo a sus políticos que este no era el tema que más preocupa en estos momentos.

Víctor Diusabá Rojas
26 de noviembre de 2012

En un día, Artur Mas, amo y señor de una Cataluña soberana e independiente, pasó de generar temores a clamar ayuda para gobernar. Así es la política, diría alguien y en particular el propio Mas, quien ahora busca socios para mantener el ejercicio del poder. O como dijo este lunes en la mañana el prestigioso periodista Iñaki Gabilondo en torno al ahora incierto destino del, hasta ayer, todopoderoso dirigente de Convergencia i Unión (CiU), "buscó una consulta simple y se encontró con una respuesta compleja".
 
Incluso, las voces que piden su dimisión crecen con el paso de las horas. Renuncia muy improbable. Al fin y al cabo, Convergencia i Unión ganó las elecciones, de un lado; y del otro, la idea de una Cataluña que haga tienda parte no murió este domingo, simplemente se fue al banco, quien sabe por cuánto tiempo.
 
Y es que, paradójicamente, Mas perdió, pero no la corriente independentista. Si se suman los votos de Convergencia i Unión con los de Esquerra Republicana, ahí está la mayoría absoluta que tanto buscaban los soberanistas. Entre ambos tienen 71 diputados, cuando solo se necesitan 68 para marcar con autoridad el destino en el seno del parlamento catalán. Pero todo no es más que un ilusión: C y U es el agua; Esquerra, el aceite.
 
¿Qué pasó en las elecciones? Antes que nada, una masiva presencia en las urnas que, de alguna manera, desdibujó los pronósticos (otra vez, las encuestas fracasaron). Está claro que mucha gente decidió participar en medio de un ambiente polarizado entre la independencia de Cataluña y la España tradicional. Y no necesariamente todos se inclinaron por los extremos. Por el contrario, hubo una marcada tendencia a la moderación, de la que salieron favorecidos partidos pequeños. Ciudatans es uno de ellos, pasó de tres diputados a nueve), que arrancaron votos, más que nadie, a CiU. Es decir, el susto pudo más que las ganas.
 
Aunque también no es menos cierto el hecho de que electores castigaron cómo, en medio de una crisis de las dimensiones de la que vive España, a los políticos (llámese Mas y sus estrechos colaboradores) no se les ocurriera cosa diferente a hacer un plebiscito por la independencia de Cataluña (en el fondo, las elecciones fueron convocadas con ese fin y nada más) mientras olvidaban o al menos relegaban asuntos como el desempleo, la inasistencia social, los recortes (hechos por el propio CiU en los últimos meses); en fin, todo aquello que le importa al ciudadano de a pie.
 
Eso sí, la derrota de CiU tampoco significa la victoria del gobierno de Mariano Rajoy. El Partido Popular se mantuvo en más o menos los mismos diputados que tenía. Y si bien eso se puede cobrar como una satisfacción, dista mucho de significar un respaldo a la gestión que hace Madrid.
 
En cambio, Esquerra Republicana, que se autocalifica como la "original" idea de soberanía frente la mala "copia" que atribuye a CiU, se trepó a segunda fuerza política de Cataluña, con un panorama envidiable, tras, además, relegar a tercera posición a los socialistas, empeñados en negar su fracaso porque, y así también es la política, creían que les iría aún peor y eso los hace felices.
 
Felipe González apareció en la mañana de este lunes en la radio para decir que es necesario un nuevo lenguaje, el de la negociación y los acuerdos, tras los resultados de las elecciones en Cataluña. Nada notable pero cierto porque, más allá de que lo opine un dirigente de sus quilates, está claro que un momento tan difícil como el actual, es el único camino para todas las fuerzas políticas.
 
Con más fuerza que nunca en las últimos meses, el panorama de los verdaderos problemas vuelve a emerger en Cataluña, mientras la ilusión del independentismo se sienta a concluir que si algo quedó claro es que lo primero no era lo supuestamente importante sino lo verdaderamente urgente.