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REACOMODANDO EL AJEDREZ

Lo que hay tras los canjes y traslados en cargos claves de la segunda administración Reagan

18 de marzo de 1985

¿Hay implicaciones ideológicas en los cambios, dados a conocer en estos días por la Casa Blanca, en algunos puestos claves de la administración? ¿Existe un arquitecto de esos nombramientos, distinto al propio Presidente Ronald Reagan? El debate que resume esas dos preguntas es de gran actualidad en Washington. Contra lo que algunos analistas creyeron al comienzo, cuando empezaron a "temblar" en sus puestos algunos embajadores y asesores, --varios de los cuales venían de la era de Alexander Haig--el actual secretario de Estado, George Shultz está lejos de ser la "eminencia gris" tras el nuevo elenco de funcionarios, quitando a unos de aquí colocando a otros allá con el respalda del Presidente. Al menos diversos comentarios se habían escuchado en ese sentido cuando se rumoró que John Dimitri Negroponte, actual embajador norteamericano en Honduras, así como John William Middendorf, embajador ante la OEA y James A. Baker III, jefe de la Casa Blanca, serían relevados.
Las cosas se dieron, en realidad, de otra manera. Hoy se sabe, por ejemplo, que en el trueque de puestos entre James Baker III y el secretario del Tesoro, Donald T. Regan, intervino un factor nada conspicuo, ajeno a las reales intrigas de poder la fatiga de los dos funcionarios. Parece que ellos mismos se inventaron la fórmula (que Baker pasara a la secretaría del Tesoro y que Regan se convirtiera en el jefe del staff de la Casa Blanca) pues ambos se hallaban cansados de la rutina de sus cargos. Le manifestaron esa idea al Presidente y éste aceptó el canje. Que la cosa funcione o no, siendo Regan más que nada un técnico y Baker un político, es otro debate. Por lo pronto, lo único cierto es que el traslado del secretario del Tesoro--conocido en Latinoamérica por su posición en las negociaciones para reestructurar las deudas externas de Brasil, Argentina, México, etc.,y por su apoyo a las soluciones sugeridas por la Comisión Kissinger para América Central--, hará que el tema económico se convierta en una de las mayores prioridades de la segunda administración de Ronald Reagan. Al conservar, además, un puesto en el gabinete, Regan se convertirá en la figura más influyente en esta segunda fase.
Shultz, en cambio, no ha sido complacido del todo en los ajustes burocráticos últimos. Culpable de esto ha sido el ala derecha del Congreso y de la administración que --se dice-se movilizó para impedir que personas como Craig Johnstone, un funcionario de carrera que fungía como reemplazo eventual de Negroponte, fuera nombrado para Tegucigalpa. La derecha esgrimió como argumento la notable identificación de Johnstone con las gestiones de Contadora y su no declarado antisandinismo. Esto llevó a que Negroponte, firme partidario de la militarización de Honduras, continuara algunos días mas en su cargo, mientras que Johnstone ha sido designado para la embajada en Argelia. Se supone que al reubicar de todas maneras a Negroponte, ocupará esa plaza John Ferch, encargado de la oficina de intereses de Estados Unidos en Cuba en 1980.
Lewis A. Tambs, embajador en Colombia hasta la semana pasada, fue otra "frustración" del secretario de Estado. Especialista y catedrático en historia latinoamericana, Tambs salió de Bogotá en diciembre, en medio de severas medidas de seguridad luego de sufrir amenazas de muerte por parte de narcotraficantes, quienes están furiosos por la extradición de colombianos a Estados Unidos. Se supone que fueron esas gentes quienes colocaron una bomba al lado de la embajada norteamericana en Bogotá el pasado 26 de noviembre, incidente en el cual fue muerta una mujer ajena al conflicto. Tambs había sido rechazado como embajador por los gobiernos de Panamá y Venezuela antes de ser acogido como tal por Colombia en abril de 1983. El tuvo participación directa en la elaboración del polémico "Documento de Santa Fe" que constituyó desde 1980 la línea ideológica del equipo reaganiano sobre América Latina. Hombre de buen humor, el embajador Tambs había hecho comentarios jocosos que no fueron del agrado en Latinoamérica, como el de que las naciones de este subcontinente "son independientes sólo porque tienen una bandera, un equipo de fútbol y un asiento en las Naciones Unidas". El intento de Shultz de excluir del servicio exterior a Tambs fue impedido por senadores de derecha, como Jesse Helms y por el diputado Jack Kemp, quienes lograron que fuera nombrado embajador en Costa Rica, en reemplazo de otro "duro": Curtin Windsor. Otra intervención clave de Helms fue respecto de Richard McCormack, quien reemplazará a Middendorf ante la OEA. McCormack viene de supervisar la política para Centroamérica desde el cargo inferior de secretario adjunto para Asuntos Económicos.
Finalmente, la misma embajadora norteamericana en Naciones Unidas, Jeanne Kirkpatrick, quien renuncici hace poco, fue reemplazada por Vernon Walters, un general católico de 67 años que fue vicedirector de la CIA en 1972. Sirviendo primero como intérprete y luego como negociador y enviado especial en misiones secretas durante cinco administraciones norteamericanas, este milita trató directamente con líderes de 1 guerra fría y de los años 70, como De Gaulle, Franco, Mossadegh, Krus chev, Mao Tsetung. Durante 1 guerra de las Malvinas participó en las gestiones de Haig entre Inglaterra y Argentina. En 1978 había escrito sus memorias, "Misiones discretas". en las cuales hay un capítulo dedicado a su presencia en Bogotá durante los sucesos del 9 de abril de 1948.
En lo que sí obtuvo éxito Shultz fue en la remoción del general Paul F. Gorman, de la jefatura del Comando Sur en Panamá. Gorman había causado más de un dolor de cabeza al Departamento de Estado por algunas declaraciones públicas. De él se dice que favorecía la colaboración del Comando Sur con operativos de la CIA en relación con la guerra encubierta en Centroamérica y que llegó a usar aviones de reconocimiento de tal Comando contra Nicaragua. Dicen algunos observadores que el nombramiento de su sucesor, el general John R. Galvin, ha sido fruto de presiones del Departamento de Estado que busca un jefe militar en Panamá menos molesto. Galvin es veterano de la guerra de Vietnam y no sabe mayor cosa de Lationoamérica.
Como se ve, cambios ideológicos reflejados en el nuevo elenco es lo que los analistas descartan por ahora, a pesar de que la reestructuración del equipo de gobierno aún no logra su forma definitiva. Si hay nuevos matices --explicables por el juego entre los sectores "duros" y "blandos" del Congreso y del ejecutivo, así como entre los intereses a veces pugnaces entre el Pentágono y el Departamento de Estado--, ello se debe a un intento del ejecutivo por acomodarse a la cambiante y quizás más tensa situación en Centroamérica, sin que haya, además, un arquitecto distinto al propio Presidente, quien aparentemente ajeno a las fricciones internas, se conserva como el máximo árbitro de la situación.