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Ben Bradlee habla con SEMANA en su oficina de vicepresidente de ‘The Washington Post’.

entrevista

“Si el Presidente lo mira a uno a los ojos y le miente, uno miente”

Ben Bradlee, director de 'The Washington Post' durante el Watergate, habló sobre periodismo con Juan Carlos Iragorri, de SEMANA.

16 de febrero de 2008

Ben Bradlee es uno de los periodistas vivos más prestigiosos de Estados Unidos. Alcanzó fama mundial porque como director de The Washington Post supervisó a Bob Woodward y Carl Bernstein, los reporteros que destaparon el escándalo Watergate y precipitaron la renuncia del presidente Richard Nixon en1974. Nacido hace 86 años en Boston, Bradlee estudió en la Universidad de Harvard y luchó en la Segunda Guerra Mundial antes de iniciarse como periodista en un semanario de New Hampshire. Hace exactamente 60 años entró a la redacción del Post, se marchó después a Francia como diplomático, fue corresponsal de Newsweek en París y volvió a Washington, donde en 1968 fue nombrado director del Post, cargo que ocupó hasta 1991. En 1995 publicó A Good Life, uno de los mejores libros sobre el oficio. Hoy, Bradlee llega temprano en las mañanas a su oficina en el Post, del que es vicepresidente. Allá, con su sentido del humor y sus palabrotas, recibíó a SEMANA.

SEMANA: Usted ha dicho que todos los días viene a este periódico porque, después de 60 años, no sabe a dónde más ir cuando sale de su casa. Pero la cosa no está fácil. Según 'The Economist', los periódicos desaparecerán antes de 2050, víctimas de Internet.
BEN BRADLEE: A mí no me molestan la Internet, la televisión ni la radio. Me encanta todo lo que produce noticias. Es verdad que ahora hay menos periódicos que antes, pero los que han sobrevivido son mucho mejores que los de los años 40. No creo, sin embargo, que los grandes diarios vayan a desaparecer. El mundo necesita gente que reúna noticias, las entienda y las imprima. Y ese es nuestro negocio. Si no existieran los periódicos, alguien los inventaría. Siempre habrá personas que quieran leer en papel. No me imagino llevándome un computador portátil al baño.

SEMANA: Phil Graham, propietario del 'Post', definía al periodismo como "el primer borrador de la Historia". Para usted, ¿qué es el periodismo?
B. B.: La definición de Phil es buena. Pero, viéndolo bien, pienso que el periodismo se define como la búsqueda de la verdad. No importa lo que nos hayan dicho a los periodistas, no importa siquiera lo que parezca que está pasando. La clave está en descubrir lo que realmente está pasando.

SEMANA: Están por cumplirse 34 años de la renuncia de Richard Nixon. ¿Cómo ve ahora la cobertura que hizo el 'Post' del Watergate?
B. B.: Creo que fue excelente. Es duro decir esto sin sonar arrogante, pero creo que el Post mostró lo que un periódico debe hacer en un momento de crisis. El gobierno estaba encubriendo un delito. Estaba mintiendo. Y gracias a la propietaria y editora del periódico, Katharine Graham, un grupo de periodistas hizo lo que la sociedad espera del periodismo.

SEMANA: Pero el Watergate también perjudicó el oficio porque ahora todos los periodistas sueñan con tumbar presidentes.
B. B.: Eso puede ser cierto, pero yo creo que usted está exagerando. Yo, por ejemplo, no quería que Nixon renunciara. Lo que pasó es que él, que detestaba la prensa, me puso en el mapa. Qué paradoja. Ninguna otra persona en Estados Unidos hizo tanto por mí.

SEMANA: Muchos lectores creen que los periódicos ya no son tan serios porque, más que informar, entretienen.
B. B.: No estoy tan seguro. Hace varios años, cuando yo era director, creamos en el Post la sección de Style (Estilo) y no me arrepiento. Antiguamente los periódicos eran muy pesados de leer, madre mía: ocho columnas repletas de letras y letras, todo en blanco y negro, ninguna foto. ¿Se imagina? Pero, además, un periódico que quiere llegarle a la comunidad tiene que cubrir la industria del entretenimiento. A los lectores hay que darles entretenimiento por una razón muy sencilla: la gente prefiere entretenerse a trabajar.

SEMANA: ¿Le parece bien que un periódico sea propiedad de un grupo familiar, como ha sido el caso de 'The Washington Post'?
B. B.: Sin ninguna duda. Cuando hay un grupo familiar interesado en hacer buen periodismo, lo logra. Ha sido el caso del Post y del Times, que son los dos grandes periódicos de Estados Unidos. Cuando Los Angeles Times pertenecía a una familia, era el número tres. Ya no. En mi caso, siempre dije que lo mejor que le puede pasar a un director es tener un buen propietario.

SEMANA: ¿Qué tal le parece la cobertura que la prensa de Estados Unidos hace de la guerra en Irak? La mayoría de los grandes diarios no hizo énfasis en que Saddam Hussein no tenía armas de destrucción masiva.
B. B.: Es verdad, pero es que nos mintieron. La cosa no es tan fácil. Si el Presidente de Estados Unidos lo mira a uno a los ojos y le miente, uno miente. Los periódicos tampoco son la última palabra ni la verdad revelada. Las cosas que dicen hoy pueden cambiar mañana. Pero eso no me desanima en lo mínimo y no debe desanimar a los periodistas. Al contrario. Hace que este oficio tenga vitalidad.

SEMANA: En 1981, usted devolvió un premio Pulitzer concedido a la redactora Janet Cooke por un reportaje sobre un niño heroinómano que nunca existió. A usted se le criticó por no haber vigilado la elaboración y la veracidad del texto. ¿Qué pasó?
B. B.: Mire: convencerme de algo es muy jodido. Me enteré del reportaje cuando estaba muy avanzado y me pareció que se podía publicar. El otro lío, tengo que admitirlo, es que Janet Cooke era extraordinariamente atractiva. Era difícil quitarle los ojos de encima y leer el artículo. Pero no tengo excusa. Fue un error. Lo que no me parece válido es que hay editores que me dicen que eso no habría pasado en su periódico. Tonterías. Puede pasar en cualquier lado.

SEMANA: Usted fue agregado de prensa de la embajada de Estados Unidos en París. Hay quienes dicen que un periodista jamás debe trabajar en un gobierno porque pierde la independencia. ¿Qué opina?
B. B.: Claro que uno pierde la independencia, pero la pierde sólo por el tiempo en el que trabaja para el gobierno. Cuando uno sale de allí, la recupera. Decir lo contrario es una pendejada. Además, trabajar para un gobierno le amplía a uno la manera de ver las cosas. Pero mire: la única razón por la que acepté ser agregado de prensa de la embajada en París es porque yo quería vivir en París.

SEMANA: En Colombia se oyen voces según las cuales el periodismo se aprende ejerciéndolo y no en las universidades.
B. B.: Yo tiendo a estar de acuerdo. Mire: yo puedo coger a un tipo o a una muchacha bien educados y volverlos periodistas en un año. Cómo escribir una historia; cómo redactar un lead con el qué, el quién, el cuándo, el cómo, el dónde, el por qué y toda esa carreta, es algo que puedo enseñarle a una persona inteligente en 20 minutos. Pero no puedo enseñarle a ser escéptica, a ser persistente, a dudar, a mostrarse insatisfecha cuando un entrevistado le responde con un "bla, bla, bla".

SEMANA: ¿Quién preferiría que ganara las próximas elecciones?
B. B.: Barack Obama o Michael Bloomberg, si fuera candidato.

SEMANA: ¿Por qué no Hillary Clinton?
B. B.: Es inteligente, pero distante. Y no me gusta el marido. Puso las manos en el pastel.

SEMANA: ¿Qué hará el próximo presidente con Hugo Chávez y Fidel Castro?
B. B.: Yo no sé, carajo. Soy periodista y no doy respuestas sino que hago preguntas. No moleste más. Adiós.