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Para Kucharski, el virus es el mismo, pero se comporta diferente en cada lugar dependiendo de si su población es vieja o joven, y de las medidas que tomen los Gobiernos para aplanar la curva.

ENTREVISTA

“No hay que encerrar a la gente por meses o años”: Adam Kucharski

El genio en matemáticas alerta al mundo de los peligros de una cuarentena prolongada. Asegura que no funcionan en todo lado y muestra la aterradora cara de Europa en esta tragedia.

4 de abril de 2020

Adam Kucharski terminó de escribir su libro The Rules of Contagion, en el que habla de las matemáticas del contagio, sin imaginar que dos meses después estaría haciendo modelos y cálculos para saber cómo lidiar con una pandemia real: la de covid-19. Desde entonces, él y su grupo en el London School of Hygiene and Tropical Medicine trabajan sin parar para conocer mejor este patógeno, predecir sus pasos y, eventualmente, controlarlo.  ¿Qué piensa sobre esta situación y cómo enfrentarla?

SEMANA: ¿Cómo es la vida suya y la de su equipo por estos días?

Adam Kucharski: Estamos mirando un gran rango de aspectos del coronavirus: las dinámicas de la transmisión en diferentes espacios, asuntos como la severidad y el índice de fatalidad y cómo están cambiando; pero también cómo las medidas de control en diversos lugares van a afectar la transmisión. Eso es clave.

S.: ¿Es encontrar los mejores métodos de control de la covid-19?

A.K.: En nuestro grupo todo lo que hacemos es modelos para asegurar que el impacto en el servicio de salud sea el mínimo, pero también para que lo que se haga sea lo más sostenible posible.

S.:  Sobre las medidas de control, ¿qué nos puede decir?

A.K.: Sabemos que las intervenciones tempranas en Wuhan tuvieron un tremendo impacto en la reducción de la transmisión, pero, por supuesto, fue una intervención dramática, de modo que necesitamos explorar cuáles son los diferentes tipos de medidas o combinaciones de ellas que podrían ser más efectivas en reducir la transmisión sin que tengamos que encerrar a la gente en sus casas por meses o años.

S.: ¿No hay una solución única para todos, cierto?

A.K.: No, no hay una solución fácil. Hay muchas ventajas y desventajas en estas medidas. Varios países –el Reino Unido y Estados Unidos– están en una situación muy similar. Sabemos que las medidas drásticas de lockdown funcionan. Sabemos que en países como Singapur y Corea ha sido exitoso hacer un trazo intensivo de los casos y hacer pruebas a los contactos, pero hemos visto que eso no ha funcionado en Europa hasta ahora para detener el brote. Como esta es una pandemia, nos enfrentamos a una situación donde la transmisión podría continuar durante un largo tiempo, por lo menos hasta que no tengamos una vacuna. Los países están anunciando cierres por dos o tres semanas, pero, a no ser que podamos mejorar la capacidad de hacer pruebas y encontrar mejores maneras de controlarlo, vamos a estar en esto por largo tiempo.

S.: ¿Es una maratón más que una carrera?

A.K.: Sí, y esa es una de las cosas más duras que encontramos en los modelos de escenarios posibles en las últimas semanas. Hay que ver que lo que hizo China a comienzo de febrero tuvo una dramática reducción en la trasmisión, pero sabemos que para China ha sido muy difícil mantenerla. Calculamos que para el final de febrero, un 95 por ciento de la población era aún susceptible. Eso significa que una vez la gente vuelve a la normalidad la transmisión continúa. Nosotros estimamos que con esa dinámica de transmisión siempre tendremos el brote una vez más. Cada país está enfrentado esos dilemas. Y rápidamente necesitamos encontrar una manera de vivir con esto.

S.: Se habla de aplastar la curva. ¿Qué es?

A.K.: No es aplastar una curva, sino las curvas. Lo que no queremos es un amplio aumento de la tasa de transmisión que inmediatamente sature las redes de atención en salud. Así que tenemos que reducir la transmisión lo más rápido posible, de manera que se aplanen las curvas para suavizar el monto de transmisiones que ocurren al mismo tiempo. No hacerlo significa tener este gran aumento de casos que llegan a un pico que desborda el sistema de salud. Las medidas se dan para lograr un nivel de infección sobre el tiempo lo más bajo y lento posible, de tal forma que los casos que lleguen no saturen los hospitales.

S.: ¿Cuál es el obstáculo más grande de esta medida?

A.K.: La estrategia es difícil. El problema es que hay evidencia de que no disminuye la transmisión lo suficiente para controlar por completo el brote. Así que necesitamos medidas más disruptivas para asegurar que el sistema no se sature. Hay que hacer un balance porque se les pide a las personas que cambien su comportamiento. Mucha gente piensa que es cerrar todo por dos semanas y luego vendrá la vida normal y que todo se resolvió. Y ese no es el caso, para nada. Seguimos en terreno desconocido en términos de cómo afectará nuestro estilo de vida. Habrá una tensión hasta que lo logremos.

S.:  Si pudiera saber una cosa sobre el virus que le ayudara en su trabajo, ¿qué sería?

A.K.: Lo mejor en el corto tiempo sería controlar más la contribución de las transmisiones en los diferentes escenarios o circunstancias. Un ejemplo: el papel de los niños en la epidemia. Sabemos que se infectan, pero no es claro que ellos sean tan sintomáticos como en la influenza ni que se afecten a la misma tasa. Basados en eso, no habría necesidad de cerrar la escuela, puesto que no ayudaría a reducir el brote. Hicimos un artículo sobre las interacciones muy cercanas que establecen una alta transmisión y estimamos que si podemos saber cuáles son las verdaderas situaciones riesgosas, eso nos daría pistas sobre cómo dirigir nuestra estrategia y enfocarnos en ella. Por el momento, hemos identificado que estrategias como el aislamiento voluntario y la cuarentena en casa tienen sentido porque reducen la transmisión. Pero esas medidas tienen que ser más eficientes. La posibilidad de hacer pruebas serológicas a los que se han infectado y han adquirido la inmunidad sería muy útil. Mientras más podamos enfocar las medidas y alejarnos del lockdown, que es la herramienta en la que nos apoyamos, la gente tendrá una rutina normal, pero aún previniendo esos momentos de transmisión, que es en lo que necesitamos trabajar.

S.:  ¿Cómo medimos el éxito de las medidas de control?

A.K.: La pregunta más dura es esta: en la mayoría de epidemias, la gente se infecta y desarrolla una inmunidad que previene la transmisión, pero no sabemos cuánto durará la inmunidad con este patógeno. El único escenario posible es tener medidas de control dramáticas por dos o tres meses a la vez, quizá bajarle un poco en medio de cada una. Pero tenemos que encontrar las medidas que funcionaron por un periodo de tiempo en Singapur y Corea, adaptarlas y hacerlas más efectivas, y asegurarnos de que la gente que lo necesita haga todo: aislamiento, cuarentena, de modo que la mayoría de los demás puedan regresar a su rutina sin riesgo de contagio.

S.:  ¿Detener esto depende de nosotros?

A.K.: Sí. Tenemos estas intervenciones que vienen de arriba, pero eso no detendrá esto, lo ralentizará. Está en nosotros que si nos enfermamos sigamos las guías de aislamiento. Aun si en su caso la enfermedad es suave, la persona a la que se la pasa, quien quiera que sea, alguien en esa línea de contagio va a terminar en una uci. Todo lo que podamos hacer para evitar ser parte de esa cadena de transmisión debe ser la prioridad en el momento.

*Entrevista hecha el 18 de marzo y cedida por el London School of Hygiene and Tropical Medicine.