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| Foto: Archivo SEMANA

BOGOTÁ

TransMilenio a 2.300: los argumentos y las críticas al aumento del pasaje

El precio incrementaría 100 pesos para los buses zonales y los troncales. Los contradictores de la medida aseguran que mientras aumenta el pasaje, las fallas en el sistema siguen. El Distrito dice que es una medida frente a la inflación.

10 de enero de 2018

Durante los primeros días de cada año, el alcalde de Bogotá tiene que tomar una de las decisiones más complicadas por el golpe de impopularidad que puede acarrear: subir o mantener las tarifas del transporte público masivo de la ciudad. Desde su llegada al Palacio Liévano, Enrique Peñalosa optó por descongelar el precio del pasaje. Una determinación que siempre causa revuelo entre los ciudadanos.

La Secretaría de Movilidad ya hizo público el borrador del decreto que fijaría el incremento de los pasajes de Transmilenio para el 2018. Allí se acoge un estudio hecho por Transmilenio y radicado a finales de 2017 en el que se le recomienda al Distrito un aumento de 100 pesos tanto en la tarifa de los buses troncales, como en los zonales, que quedarían en 2.300 y 2.100 pesos, respectivamente. Además de mantener en 200 pesos el precio del transbordo de un zonal hacia un troncal.

El argumento principal de la decisión, como lo indica el proyecto de decreto, y como lo explicó la gerente de Transmilenio, Alexandra Rojas, es equilibrar el impacto de la inflación en la tarifa, y que esta no pierda su valor real. Este año, esa medición se ubicó en el 4,09%, por lo que, para que la tarifa mantenga su monto, debe incrementarse al menos en 89,98 pesos en los articulados y 81,8 pesos en los zonales.

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Aunque aún debe recibir el visto bueno del Distrito, y la firma del alcalde, la medida no parece tener marcha atrás. Y está a tono con las decisiones de la administración en los dos años anteriores. Cuando el alcalde se posesionó, el pasaje costaba 1.800 pesos. Desde 2016, el precio de los viajes ha aumentado 500 pesos en los articulados y 600 en los zonales.

El argumento principal del mandatario ha sido la necesidad de subsanar el hueco financiero del sistema, que supera los 600.000 millones de pesos. Dinero que tiene que salir de las arcas públicas cada año para tapar el vacío.

Pese a los argumentos, la decisión siempre tiene detractores, y pasan por distintos argumentos. Por un lado, aseguran que las personas de los estratos más bajos reciben un golpe duro a sus finanzas.

De hecho, con el auxilio de transporte fijado para este año (88.211 pesos), una persona que gane el salario mínimo no podría costear los pasajes necesarios para ir a su trabajo. Si se calcula que, en promedio, un empleado labora 24 días al mes, necesitaría 110.400 pesos para pagar dos pasajes diarios en los articulados, y 100.800 pesos en caso de que use solamente el transporte zonal.

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Así, al mes, dicho usuario tendría que sacar 22.189 pesos de su salario mínimo si usa los troncales, y 12.589 si utiliza los buses azules, para pagar el transporte a su trabajo. Los expertos aseguran que para llenar esos huecos en un salario apretado, los ciudadanos optan por recortarle a los rubros menos básicos de la subsitencia, y que suelen ser, por ejemplo, la educación y la recreación.

Sin embargo, ese no es el único reparo al aumento. Expertos en movilidad, como Fernando Rojas, resalta que mientras el precio aumenta, las mejoras en el servicio no se ven, e incluso los buses que por su kilometraje ya no deberían estar circulando, lo siguen haciendo. Y ese es el sentir de muchos ciudadanos.

Aunque Transmilenio está implementando una reorganización en sus rutas y sus frecuencias, la congestión, los tumultos y las fallas mecánicas siguen presentándose con recurrencia en el sistema. Lo concreto es que la apuesta del Distrito por subirle a los precios se ha hecho realidad en los años anteriores, pese a las críticas desatadas.