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Crece el abanico

Solo y contra la corriente, Enrique Parejo se les mide a las ligas mayores.

29 de marzo de 1993

EN MEDIO DEL RELATIVO desinterés del país, el domingo pasado se lanzó oficialmente la candidatura presidencial de Enrique Parejo. El desinterés no tiene su origen en el nombre de Parejo como tal, sino más bien en el hastío de los electores colombianos con una campaña que sin haber comenzado aún, ya está saturada de candidatos. Con el ex ministro cienaguero en el ruedo se acercan a 10 los aspirantes que ya están sobre el tapete, y faltan todavía muchos meses y muchos nombres.
Dentro de este abanico, a Enrique Parejo no se le atribuye mucha opción. En este momento está de cuarto en las preferencias liberales después de Ernesto Samper, Humberto de la Calle y Carlos Lemos. Sin embargo, si bien sum candidatura no es considerada ganadora, es considerada una candidatura respetable. Y es respetable no sólo por que Parejo -después del atentado en Budapest- tiene derecho a ser tenido en cuenta como uno de los héroes de la lucha contra el narcotráfico, sino porque además se trata de una candidatura de principios.
Desde que firmó las 13 extradiciones en la administración Betancur que le costaron cinco balazos, la opinión pública, la Constitución y la ley han cambiado en Colombia, pero no las ideas de Enrique Parejo. Por el contrario, su condición de milagroso sobreviviente de un intento de asesinato ha fortalecido su compromiso con esas ideas. El roce con la muerte le traza la línea a las personas entre los valores sustanciales y lo intrascendente. Y el precandidato costeño, más que ningún otro, refleja esa mutación en su personalidad.
Porque lo que le da legitimidad a su candidatura es precisamente la seriedad que refleja. Parejo se proyecta como un hombre responsable, incluso solemne. Sus ideas son coherentes y tiene una gran facilidad de expresión. En cualquier debate, en cualquier foro, si no convence por lo menos impresiona. Su plataforma ideológica, asociada por muchos exclusivamente con la lucha contra el narcotráfico, es más amplia. Su primera prioridad es la eliminación de la pobreza absoluta, concepto que podría parecer trillado después del gobierno de Barco. Pero que en el caso de Parejo sorprende porque antepone las consideraciones sociales y económicas a las morales, que es con lo que el país lo asocia.
La corrupción es su segunda prioridad. Su discurso sobre los métodos para combatirla es extenso y de corte galanista. Tal vez es la autoridad moral que refleja en este frente la que le permite centrar su campaña en otros temas, en especial sus tesis económicas. Es tan obvio el hecho de que la posición de Enrique Parejo frente a la corrupción es muy dura, que no es ni siquiera necesario martillar con ese tema.
De todos los aspirantes declarados es sin duda alguna el mayor oposicionista del Gobierno. Todo lo que tiene que ver con César Gaviria como gobernante le disgusta. La política económica le parece un desastre, particularmente en el agro, como consecuencia de los excesos de la apertura. La política de sometimiento a la justicia le parece una verguenza. El hecho de que Escobar esté por fuera de la cárcel poniendo bombas hoy, no es para él sino la confirmación de que a la verguenza se sumó el fracaso.
Parodiando a Churchill, piensa que el Gobierno por buscar la paz sin honor desembocó simultáneamente en la guerra y la deshonra. Igualmente catastrófico le parece el nuevo sistema de delaciones y recompensas que se ha incorporado al Código Penal. Para él todo esto "va no sólo a acabar con la justicia sino que puede acabar con el país ". Ni siquiera los precandidatos conservadores se refieren al gobierno en estos términos. Como candidato, es la contraparte de Humberto de la Calle, quien por razones obvias, es el gran apologista del revolcón.
Pero tal vez lo más curioso de la candidatura de Enrique Parejo es que toda su carrera profesional, hasta llegar al Ministerio de Justicia, había sido relativamente opaca y burocratizada. A los 50 años no había sido más que funcionario de segunda línea en entidades estatales como el Idema, el Sena y la Alcaldía de Bogotá. Pasado el medio siglo (hoy tiene 62 años) ingresó por primera vez a la política como militante del Nuevo Liberalismo. Muerto Rodrigo Lara, se consideraba necesario políticamente que su reemplazo fuera también de esa corriente. Galán lo recomendó y Betancur lo nombró. Por cuenta de ese nombramiento y sobre todo del atentado de Budapest, el mando medio se creció y comenzó su carrera política en firme. Hoy su nombre ha entrado en el abanico de los aspirantes a la Presidencia y tendrá que enfrentarse a los problemas de participar en las ligas mayores.