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El almendrón

El país se enfrenta a la oportunidad histórica de rediseñar el Estado. ¿Están el gobierno y la sociedad en capacidad de aprovechar el momento?

Gustavo Mutis Ruiz*
20 de abril de 2003

La 'causa de la causa' de nuestro estancamiento social radica primordialmente en la inoperancia de la gran mayoría de las instituciones que desempeñan la actividad del Estado, particularmente aquellas encargadas de prestar los servicios públicos esenciales. La burocracia, el centralismo, el despilfarro, la corrupción, la tramitología y la ineficiencia generalizada han traído como consecuencia que el ciudadano común ni confía, ni admira, ni respeta la gestión pública, salvo contadas y honrosas excepciones.

Nadie responsable podría discrepar que es en la ausencia de una concepción unificada del Estado, o en nuestra incapacidad para gestionar gobiernos eficientes al servicio de la comunidad, donde venimos fallando por generaciones. Y sería muy grave para el país que, dadas las condiciones políticas y legislativas del momento, desaprovechemos la inmensa oportunidad de ponernos de acuerdo frente a los lineamientos centrales de una reforma a fondo del Estado. No nos podemos quedar en un simple cambio coyuntural de fusiones de ministerios que mojan prensa o en la disminución burocrática del tamaño del Estado.

Vale la pena resaltar la labor juiciosa del gobierno nacional y de la Alcaldía de Bogotá de presentarle al país una serie de iniciativas profundas frente a la reestructuración de algunas entidades del Estado. Hace muchos años ningún gobierno estaba tan seriamente comprometido en esta prioritaria labor. Quizá no tuvieron el coraje político, la dimensión histórica o la capacidad intelectual suficiente para realizar dicha transformación.

Pero el debate frente al Rediseño del Estado hay que profundizarlo y no dejarlo únicamente en el recinto del Congreso o del Concejo; debemos intentar un acuerdo más general, más colectivo, más pedagógico. El primer paso hacia la verdadera transformación del Estado es que el gobierno y el Congreso, los medios, los gremios, las universidades y los líderes de opinión participemos activamente en el debate y nos comprometamos con el desarrollo de propuestas que generen la 'prosperidad colectiva' de que hablara Fukuyama.

Si no construimos las bases para un gran consenso nacional respecto al tipo de Estado que soñamos, si no convertimos el tema en un gran compromiso colectivo, unificador y profundo, ningún acuerdo de paz tendrá éxito. En términos de Ronald Heifetz, director del Centro de Liderazgo y Gestión Pública de la Universidad de Harvard, no podemos quedarnos únicamente en entender y debatir los "retos técnicos" de la Reforma; debemos asumir colectivamente el "reto adaptativo o transformador". El reto está en convocar a un gran acuerdo nacional, un acuerdo inteligente e incluyente frente a lo que a todos nos compete: un Estado eficaz al servicio de la comunidad.

El gran reto transformador y estratégico está entonces en liderar una gran 'revolución intelectual', entendida como la capacidad de una sociedad de diseñar colectivamente, aun frente a las naturales discrepancias, los lineamientos centrales de su concepción del Estado. Se trata de promover una gran 'conspiración social', entendida ésta según la palabras de Teilhard de Chardin en su obra La Energía Humana, como la "aspiración común ejercida por una esperanza colectiva; una conspiración reúne a los individuos que respiran el mismo aire y aspiran a lograr objetivos comunes para benéfico general".

Para formar esta conciencia colectiva, en vez de decretar emergencias económicas, tributarias o estados de excepción, deberíamos decretar una gran emergencia intelectual. Que sea nuestro intelecto, nuestra inteligencia y nuestro talante el motor capaz de cambiar los paradigmas tradicionales respecto al rol del Estado o a su capacidad de prestar eficazmente los servicios básicos que le competen. Que sea nuestra inteligencia y nuestra creatividad la competencia central para generar nuevas alianzas frente a los tres o cuatro más graves problemas de la gestión pública en salud, educación o justicia.

Debemos entonces transformar todas estas burocracias estatales ineficientes en sistemas y organizaciones dinámicas centradas en la generación de prosperidad colectiva. Muchas de las herramientas de gestión usadas para mejorar el desempeño de las empresas privadas deberían ser utilizadas y aplicadas, con sus respectivos ajustes, a los procesos de gestión pública.

En conclusión, mientras no cambiemos de actitud y de paradigmas, seguiremos desgastándonos inútilmente. Ya es un lugar común afirmar que el subdesarrollo está primero en nuestras mentes.

Creemos entonces que el principal reto de los líderes actuales es el de formar un gran consenso por el Estado, procurando todas las coincidencias entre partidos y fuerzas políticas, sociedad organizada y forjadores de opinión. Para lo anterior se requiere una gran tolerancia, entendida ésta como la capacidad para aprovechar y para celebrar las diferencias. Qué bueno que pensemos distinto porque así podremos ampliar, desde horizontes distintos, la posibilidad de hacer gestión pública admirable.

* Experto en liderazgo. Consultor y facilitador de procesos de transformación de entidades del gobierno local y nacional y del sector privado.