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Guerrilleros del ELN atacaron el oleoducto Caño Limón - Coveñas en su paso por Toledo, en Norte de Santander. | Foto: Río: Ecopetrol

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Ríos de petróleo: el ELN y su guerra contra el agua

Un ataque al oleoducto Caño Limón - Coveñas amenaza al río Catatumbo, un afluente clave en el noroccidente del país. Los coletazos del conflicto contra las fuentes hídricas no cesan. Estudios calculan en más de 4 millones de barriles el crudo derramado por este tipo de ataques.

14 de febrero de 2019

Guerrilleros del ELN atacaron el oleoducto Caño Limón - Coveñas en su paso por Toledo, en Norte de Santander, el pasado martes. Horas después se produjo la imagen previsible. Las aguas de la quebrada La Llana empezaron a bajar negras, cargadas de petróleo. El derrame había alcanzado al afluente.

El desastre no se detuvo. Las aguas contaminadas de La Llana fueron a dar al río Catatumbo, uno de los principales de la región, que nace en Norte de Santander y se extiende por 450 kilómetros, atravesando la frontera, hasta desembocar en el lago Maracaibo, en Venezuela. Ecopetrol desplegó un operativo con 120 personas, maquinaria pesada y 108 barreras para detener el avance del crudo, pero el daño ya estaba hecho. Las trazas negras en el río eran evidentes.

Una vez más, un ataque a la infraestructura petrolera, de esos que suelen perpetrar con facilidad apenas un par de guerrilleros en una región aislada, lejos del control militar, terminó causando una emergencia ambiental. Y en el Catatumbo eso es pan de cada día. De hecho, la presencia de esa infraestructura fue uno de los factores que convirtió a esa región en un enclave deseado por grupos guerrilleros, hace ya un par de décadas.

Solo este año ya van siete atentados contra Caño Limón - Coveñas, que nace en Arauca y va hasta Sucre. En 2018 fueron más de 80 ataques solo perpetrados por el ELN. Ese tipo de atentados tienen un impacto financiero grave, y uno ambiental mucho peor.

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Según los cálculos de la Asociación Colombiana de Petróleo, en las últimas tres décadas se han derramado 4,1 millones de barriles de petróleo por ataques a los oleoductos. La cifra es parecida para Ecopetrol, que la tasa en 3,7 millones. El año pasado, Colombia produjo cada día, en promedio, 866.000 barriles del crudo. Así que la cantidad que se ha arrojado contra los ecosistemas en los últimos 30 años equivale a verter durante cinco días sin parar toda la producción del crudo del país. Una tragedia ambiental.

Buena parte de ese crudo se ha derramado en ataques muy puntuales. El suroccidente del país, por donde pasa el oleoducto Trasandino, es la otra zona que ha sido históricamente afectada por estos ataques. Allí, por ejemplo, el 21 de junio de 2015, las Farc volaron el tubo y derramaron 410.000 galones de petróleo que llegaron al río Mira y alcanzaron el mar. El ataque, que fue catalogado por el entonces presidente Juan Manuel Santos como "la peor tragedia ambiental de todos los tiempos en Colombia", causó una emergencia sanitaria que se extendió por meses en Tumaco.

En la realidad de ese municipio se entiende que no solo el terrorismo de las voladuras es el objetivo de los criminales. En Nariño, el departamento con más cultivos de coca del país y con una gran red de laboratorios para procesar el alcaloide, el oleoducto Trasandino está lleno de parches en su recorrido. Esto porque los narcos chuzan el tubo, como le dicen en la zona, para sacar, gota a gota, parte del contenido. Muchas veces, este termina siendo usado en los laboratorios de los narcos, donde se necesita petroleo para la transformación de la mata en droga.

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El problema radica en que esas chuzadas generan un goteo lento pero constante de petróleo que se filtra por el suelo y, a la larga, termina llegando a los afluentes de la zona. De hecho, un estudio de la Asociación Colombiana de Petróleo reveló que entre 2002 y 2015, 9,3 millones de barriles fueron robados de los oleoductos del país. 6,5 millones terminaron derramados sobre los ecosistemas. El cálculo de la Asociación es que, mientras el 70% de ese crudo robado es vertido a la naturaleza, el 20% se usa para refinar la coca y el 10% para mover la minería ilegal.

Los efectos son desastrosos y a un ecosistema le toma décadas recuperarse de un derrame de crudo. Las comunidades cercanas, que muchas veces carecen de agua potable, como en el caso de Tumaco, terminan bebiendo de afluentes contaminados y, a la larga, enfermas. De momento, Ecopetrol intenta contener la emergencia en el Catatumbo. Y el ELN sigue empecinado en usar los crímenes ambientales como combustibles de su guerra.

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