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En el encuentro que tendrá con Obama el 4 de febrero, Santos deberá sustentar muy bien la necesidad de abrir un nuevo capítulo del Plan Colombia, esta vez en un contexto de paz y no de guerra. | Foto: A.P.

POLÍTICA EXTERIOR

Santos espera seguir de la mano del Tío Sam

Juan Manuel Santos encontrará buen clima en Washington, pero sus dos objetivos claves –mantener el apoyo bipartidista hacia el país e iniciar una nueva etapa del Plan Colombia– no están asegurados.

30 de enero de 2016

El presidente de la República llegará a Washington esta semana en visita oficial a su colega Barack Obama. La tempestad que ha golpeado a la capital estadounidense en los últimos días ya habrá pasado. Y esa misma calma caracterizará también el encuentro de los dos presidentes que, en los actuales momentos, ven en el otro un aliado con quien lo unen muchas más oportunidades que problemas.

Juan Manuel Santos aterrizará en Washington en un momento clave para su política exterior. La ONU acaba de resolver que participará en la verificación del proceso de paz y la Celac ratificó que hará parte de esa tarea. La Casa Blanca, el Congreso y los medios de comunicación de la capital estadounidense querrán saber los alcances de esa internacionalización de los diálogos de La Habana y qué papel le quedará a Estados Unidos. Hasta el momento, Washington ha expresado su apoyo político a las negociaciones, expresado de una manera activa por el enviado especial de Obama, Bernie Aronson.

El mandatario colombiano presentará un panorama positivo de los avances del proceso de paz y de su reciente internacionalización. Y sembrará semillas para que Estados Unidos se vincule con apoyo financiero para planes y programas fundamentales para el posconflicto. La misión tiene dos objetivos: fortalecer el consenso de los demócratas y republicanos en su mirada hacia Colombia, y abrir las puertas para una nueva etapa de canalización de recursos.

Por su parte, Barack Obama está entusiasmado con Colombia. En reciente entrevista con Julio Sánchez Cristo –en un libro que conmemora los 15 años del Plan Colombia– habló en forma elogiosa sobre los progresos del país en los últimos 15 años, gracias a la ayuda de Estados Unidos. Su gestión en el campo diplomático en el año final de su Presidencia –en el que tiene la mira puesta en su legado histórico– es una de las más calificadas, aunque la comunidad internacional la recibe mejor que la opinión pública de Estados Unidos. Pero tanto los demócratas como los republicanos aprueban el contraste de la Colombia de hoy con la de hace una década y media en la que superó la crisis y fortaleció su viabilidad institucional.

Con la normalización de relaciones con Cuba quedó atrás uno de los últimos capítulos de la guerra fría en el continente y, en la mira de Obama, el fin del conflicto interno colombiano va en la misma dirección. Si en el pasado los gobiernos estadounidenses fueron escépticos tanto con el cambio hacia Cuba como en el apoyo a los diálogos con las guerrillas colombianas, el actual mandatario quiere que lo recuerden como agente del cambio en ambos procesos. No es una coincidencia que el embajador Aronson, en reuniones con las Farc, les ha hablado a los miembros de la delegación para los diálogos sobre la importancia de tener muy en cuenta el reloj de la historia: Obama será presidente hasta el 20 de enero de 2017 y no se puede asegurar que después de ese día la actitud de Washington hacia el proceso de paz sea la misma.

La campaña electoral de Estados Unidos, desde el punto de vista formal, se inicia en la misma semana de la visita de Santos a Obama, con las elecciones primarias de Iowa. Y aunque dentro de lo previsible –que es poco, en un debate tan sorprendente como el que se ha dado hasta ahora– Colombia no será un gran asunto de controversia en la campaña. Lo interno será prioridad y el Medio Oriente, Rusia y Estado Islámico coparán la atención y en principio harán invisible a América Latina. Sin embargo, todo dependerá de quiénes, finalmente, serán los candidatos. Si Marco Rubio logra repuntar en el Partido Republicano, los asuntos regionales podrían subir de nivel y con ellos la discusión sobre Cuba y Colombia. Se podría generar un espacio para que sectores minoritarios de este partido –cercanos a la oposición uribista en Colombia– cuestionen el proceso de paz, argumenten que 15 años de ayuda son suficientes, y subrayen las limitaciones que imponen las condiciones fiscales en ese país.

Tanto para Santos como para Obama, es fundamental mantener la posición bipartidista sobre Colombia. Por eso acordaron, en el marco de la visita oficial, conmemorar los 15 años del Plan Colombia. Doscientas personas –100 de cada país– están invitadas al pomposo evento. Desde 2000, los gobiernos y Congresos en Washington han tenido mayorías fluctuantes de los dos partidos, Demócrata y Republicano. El plan era convocar a los presidentes, secretarios de Estado y principales líderes del Congreso, en torno a celebrar a Colombia como una historia de éxito de la política exterior estadounidense. Pero en el lado estadounidense Bill Clinton y George Bush declinaron la invitación, y por Colombia solo estará Andrés Pastrana.

Más que un acto de tipo protocolario, con este viaje y con la simbólica ceremonia el gobierno Santos empieza a buscar un nuevo capítulo del Plan Colombia que, con otros conceptos, nombres y temas, asegure que el Tío Sam aporte para el posacuerdo con las Farc. Al inicio del Plan, la ayuda alcanzaba los 500 millones de dólares. Hoy ronda los 300 millones. Ese volumen será indispensable para programas productivos, de aplicación de justicia, combate a las bandas criminales, programas de desminado y lucha antinarcóticos en los 40 municipios que se consideran claves. Además del consenso bipartidista, para mantener ese flujo se necesitará competir con éxito frente a otras necesidades apremiantes –o críticas– de Estados Unidos en su política exterior, que van desde el Medio Oriente –con problemas crecientes en Irak y en Afganistán– hasta la propia Centroamérica. Y como le dijo a SEMANA Michael Shifter, presidente de Diálogo Interamericano, “es más fácil pedir apoyo en tiempos de guerra que en tiempos de paz”.

Lo cierto es que en los actuales momentos hay un ambiente positivo hacia Colombia en la capital de Estados Unidos. La imagen del país es mejor que la de hace 15 años, en medio de la guerra contra los carteles de la droga, y la de muchos países vecinos –como Venezuela– es peor. Eso no significa que no haya problemas y desafíos. El incremento en el número de hectáreas de cultivos ilícitos de coca y la suspensión de fumigaciones aéreas han causado preocupación en Washington, lo mismo que la demora en el cumplimiento de algunos aspectos del TLC. Estos asuntos saldrán a flote en algunas de las numerosas reuniones que Santos, su equipo y su amplia comitiva sostendrán en la capital estadounidense. Solo que el contexto es favorable y los vientos soplan en la dirección correcta. Definitivamente, esta semana, a diferencia de la anterior, no habrá tormenta en Washington.