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La nueva fila india

Las derrotas electorales a veces son un paso hacia victorias futuras, y más para un grupo tan calificado como el que participó en esta elección. ¿Cuáles son las opciones para Noemí, Pardo, Petro y Vargas Lleras?

31 de mayo de 2010

Germán Vargas
 
Aunque en el corto plazo sus opciones se diversificaron, sabe que aspirará a la Presidencia en 2010.

El candidato de Cambio Radical alcanzó metas importantes en esta campaña. Además de obtener más votos de los previstos por las encuestas, le agregó dimensiones muy valiosas a su imagen. Vargas Lleras era reconocido como un buen parlamentario, un duro contra las Farc y contra Chávez, y un manzanillo de la nueva generación. En los últimos dos años preparó documentos de campaña que le permitieron rematar su largo trabajo proselitista con un mensaje sólido en el sentido de que era el candidato con mejores programas. Eso le faciltará, más adelante, hablar con autoridad sobre temas diferentes a la seguridad y reclamar que posee talentos de gerente que no había podido lucir en su labor parlamentaria.

Ante tales circunstancias, Vargas se dedicará a organizar su partido y a prepararlo para las elecciones de 2014. Continuará presidiendo Cambio Radical y como tal, coordinará una bancada de ocho senadores y 13 representantes. Así mismo, intentará sumar nuevas figuras políticas a sus filas y aumentar su favorabilidad en sectores de opinión pues, hasta hace poco, su habilidad política más reconocida era la de consolidar maquinarias. En el corto plazo las opciones de Vargas Lleras se diversificaron: se convirtió en un ministeriable —sobre todo si la próxima administración adopta un esquema de gobierno de unidad—; podría ser un artífice de la unidad liberal; y para 2014 tendrá edad presidenciable: 52 años, y el goodwill de haber sido reconocido en 2010 como el candidato más disciplinado a la hora de construir propuestas. Fue el primero en anunciar que sería candidato en 2010 y ahora, de nuevo, es el primero en hacerlo para 2014.
 
“Continuaré luchando por mis convicciones y mis ideas. Seré candidato nuevamente en cuatro años”, dice. Eso sí, debe superar riesgos como mantener visibilidad sin formar parte del Congreso, asegurar la relevancia de Cambio Radical y moderar una postura de derecha que hoy es rentable pero mañana puede no serlo.

Gustavo Petro

Su equipo le insiste en que no se lance a la Alcaldía de Bogotá y vuelva a luchar la Presidencia.

El candidato del Polo Democrático fue una revelación en estas elecciones. Con un discurso estructurado, logró demostrar que la izquierda democrática no es incompatible con programas técnicos y poco populistas. Aunque no logró su propósito de competir en una eventual consulta interpartidista con el candidato liberal o el de los verdes, se consagró como el rey de los debates. Y así lo reconocieron los otros candidatos y muchos ciudadanos cuyas percepciones hicieron que entre abril y mayo la imagen favorable del candidato pasara de 19 a 32 puntos.

A su capacidad argumentativa se sumó la tranquilidad de su campaña. Los largos meses de proselitismo, primero para derrotar –contra todas las expectativas— a Carlos Gaviria por la candidatura presidencial amarilla, y después para la primera vuelta, le sirvieron a Petro para moderar la percepción de que era un radical cercano a Chávez y afín con las Farc.

Hasta hace cuatro meses, sus colaboradores afirmaban que de no llegar a la Presidencia, Petro buscaría la Alcaldía de Bogotá. Pero ahora su equipo insiste en que su jefe es consciente de que, después de un gobierno tan impopular como el de Samuel Moreno, será difícil que el Polo gane el segundo cargo más importante del país en octubre de 2011. “Sabemos que Petro ya es un líder de talla nacional y que volver a lo local le quedará difícil. Por eso y porque tendrá 54, creemos que en cuatro años será nuevamente opción presidencial”, afirma uno de sus asesores.

Su futuro se tropezará con algunos obstáculos. El mayor de ellos tiene que ver con la división del Polo Democrático entre un ala radical y la suya, que es más moderada, y con el daño que le puede hacer a su colectividad la mala imagen que registran las encuestas sobre la gestión de Samuel Moreno en Bogotá. A Petro, además, le hará falta el escenario parlamentario para mantener vigencia y visibilidad, y deberá encontrar espacios alternativos.

Noemí Sanín

Paradójicamente, su amplia trayectoria pública es su talón de aquiles para reinventarse en la política.

De la baraja de presidenciables de 2010, Noemí Sanín es la que más experiencia tiene en campañas presidenciales: ha participado en tres, en 1998, en 2002 y en esta última, que fue la única que hizo a nombre del conservatismo. Aunque hizo una campaña digna y que le apuntó a, su fuerza electoral no le dio para clasificar en la segunda vuelta. Con ese hecho, políticos y analistas prácticamente descartan la posibilidad de que Noemí se lance de nuevo. Sin embargo, el ámbito presidencial no es el único en que ella tiene dificultades para reinventarse en política. Ha sido ministra en dos ocasiones y embajadora en tres países, lo cual lleva a pensar que profesionalmente ya tiene agotadas sus opciones en el ejecutivo y en el ámbito diplomático.

La candidata prefiere no hablar de lo que hará después del 20 de junio, pero algunos de sus asesores la ven en dos escenarios posibles. Uno: el de representar a Colombia en el exterior liderando procesos de integración regional o buscando recursos multilaterales para el desarrollo. El otro: impulsar la modernización del Partido Conservador. Aunque en lo personal la baja votación que tuvo le da un débil poder de negociación política, promover un liderazgo sólido en su partido le permitiría participar abiertamente en las decisiones que tienen que ver con el poder y continuar siendo una figura importante en la toma de decisiones. No en vano, el partido por el cual decidió lanzarse es la segunda fuerza parlamentaria en el país y –dependiendo quién sea el próximo presidente— será un aliado de la coalición de gobierno o un duro contradictor.

Pero para asumir este nuevo liderazgo en el conservatismo Noemí tendría que buscar nuevos lazos con los congresistas que creyeron más en Juan Manuel Santos que en ella, una tarea nada fácil en el corto plazo.

Rafael Pardo

Su gran reto en el corto plazo es avanzar en la modernización del Partido Liberal que preside.

La campaña actual le sirvió a Rafael Pardo para proyectar una imagen de estadista que hasta ahora estaba reducida a círculos pequeños. Podría entrar a un gabinete ministerial en varias carteras, volver al Congreso, buscar un alto cargo en un organismo internacional, o aspirar a la Alcaldía de Bogotá. Sus planes no parecen ir, sin embargo, por ninguno de esos caminos, pero será una voz que se escuchará con respeto en el debate periodístico, político y académico.

Pardo seguirá actuando como jefe del Partido Liberal. Si el presidente elegido el 20 de julio es Antanas Mockus, quien ha insistido en que tiene varias coincidencias ideológicas con el liberalismo, la tarea de Pardo será la de garantizar que su bancada defienda en el Congreso temas alrededor de los cuales haya acuerdos programáticos con el gobierno. Sería el caso, por ejemplo, de la Ley de Primer Empleo que el candidato propuso desde el comienzo de su campaña y que el equipo programático de Mockus ha ponderado públicamente.

En caso de que el elegido sea Juan Manuel Santos, seguramente Pardo animará a su bancada a hacer control político en temas ligados a los planteamientos del candidato uribista. No en vano, en los ocho años del gobierno de Álvaro Uribe, el liberalismo se consolidó como una fuerte voz de oposición. Adicionalmente, deberá meterle toda la fuerza a la modernización y reposicionamiento de su p artido, obsesiones que tiene desde que fue elegido jefe del mismo.

Los desafíos que deberá superar para asegurar un papel protagónico en la política nacional tienen que ver con el mantenimiento de la unidad liberal y de la fortaleza del partido frente a nuevos competidores como la U, los verdes y Cambio Radical, que están empeñados en demostrar que en el nuevo mapa de partidos las fuerzas tradicionales ya no tienen un espacio.