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Paz tras las rejas

Una audaz iniciativa en la cárcel de Ibagué es una de las primcipales nominadas al Premio Nacional de Paz que entregan SEMANA, El Tiempo, El Espectador, El Colombiano, Caracol y la Fundación Fescol

20 de agosto de 2001

Hasta hace tres años la penitenciaría de Picaleña, en Ibagué, era sinónimo de violencia, drogas, corrupción y delito. Era un espacio, como la mayoría de centros penales del país, sin gobierno ni ley, donde imperaban el poder del dinero, las armas y la intimidación de los más fuertes. En cada uno de sus 10 patios el control lo ejercían los miembros de ‘La casa’, un grupo de líderes que disponían de las celdas a su antojo, controlaban militar y económicamente su sección y negociaban los traslados y las visitas a sus áreas. “La casa o los caciques no son algo negativo en sí mismo. Ocurre que el Inpec no puede controlar con un guardia una sección con 150 ó 200 internos, entonces ellos tienen que encontrar una forma propia de organizarse, unos liderazgos naturales. Sólo que en ese momento eran liderazgos negativos, que servían para explotar a unos y que, a la final, convertían los patios en campos de batalla”, dice Aldemar Vargas, un llanero que aún no cumple los 30 años y está condenado a 10 años de cárcel. Esta guerra soterrada dejaba un promedio de 10 muertos mensuales.

En 1997, a partir de la crisis carcelaria que se vivía en ese momento en el país, se propuso la creación de mesas de trabajo en cada una de las penitenciarías del país, cuya labor sería coordinada por una instancia del mismo nombre pero a nivel nacional. La de Picaleña fue instalada el 27 de agosto de 1999 con un objetivo más ambicioso: convertir la penitenciaría en un laboratorio de paz. “Eso significaba que sería un lugar para experimentar el camino entre el conflicto y la solución por la vía del diálogo y la participación”, dice Wilmar Zapata, actual presidente de la mesa.

Desde el comienzo los miembros de este organismo fueron elegidos por votación directa por medio de un sistema de planchas integradas de acuerdo con el número de internos de cada patio para que todas las áreas tuvieran representación. Luego la mesa decidió que para tener mayor legitimidad debería invitar a la misma a un delegado de cada comunidad de la cárcel. Los primeros en llegar fueron los presos políticos, quienes escogieron a uno de los miembros de un comité integrado por guerrilleros de las Farc y el ELN. Luego se vincularon una persona de las autodefensas, un indígena y un afrocolombiano en representación de sus respectivos comités o comunidades. Al final la mesa quedó constituida por 25 delegados, entre los que se eligió un presidente, un vicepresidente y los encargados de ocho comités.

El impulso inicial de la mesa fue respaldado por el capitán (r) Pedro Martínez, director del penal en ese momento, quien les entregó para que trabajaran un salón dotado con escritorios, sillas y papelería. En ese año y 2000 la mesa organizó los foros regional y nacional de justicia y paz, así como diversas conferencias sobre derechos humanos, resolución de conflictos, violencia intrafamiliar y otros aspectos encaminados a mejorar la convivencia. Para dirigir estos procesos el ente capacitó a un grupo de líderes de la cárcel. Hasta septiembre de 2000 la experiencia del laboratorio de paz en Picaleña había obtenido resultados en la disminución de los índices de violencia, hasta llegar a sólo dos muertos por semestre, y en la promoción de liderazgos positivos en los patios. Sin embargo ese mes la mesa recibió su bautizo de fuego cuando se desató un motín en el patio siete.

Dia de las Mercedes

El 24 de septiembre se celebra el día de la Virgen de las Mercedes, patrona de los presos. Ese día del año 2000 había ambiente de carnaval en Picaleña. Los pasillos de la penitenciaría olían a comida. En las celdas los presos vivían unos instantes de intimidad con sus esposas o sus novias. Todo el mundo estaba a la expectativa de que comenzara a circular el aguardiente casero que los reclusos del patio siete habían fermentado y destilado durante varias semanas. La guardia sabía que la fiesta iba a estar animada por el alcohol y por eso tomó la decisión de hacer una requisa sorpresa para sorprender in fraganti a quienes estuvieran violando las normas disciplinarias del penal. Dos inspectores, ocho guardianes y 14 policías bachilleres entraron sin avisar al patio siete e irrumpieron a la fuerza en las celdas, en las que las parejas pasaban la visita.

Este hecho indignó a los presos, algunos de los cuales iniciaron una protesta que en cuestión de minutos tomó ribetes de motín. Un grupo de líderes encapuchados de esa sección tomó como rehenes a los guardias y evitó la salida de los familiares que estaban de visita. El rumor de lo que sucedía se regó como pólvora en los otros nueve patios. No obstante, en éstos la jornada continuó sin mayores traumatismos. El problema estalló cuando la guardia intentó retomar el control de la cárcel. No tuvo éxito en esta empresa y en menos de 36 horas los reclusos habían abierto todas las puertas de los patios y controlaban toda la penitenciaría.

La situación estaba fuera de control y todo parecía indicar que iba a resolverse en forma sangrienta. En ese momento los líderes de la mesa intervinieron, no podían permitir que este hecho echara por la borda su esfuerzo del último año. Durante horas hablaron con los cabecillas de la revuelta y los convencieron de negociar. Se organizaron comités para coordinar la seguridad en cada uno de los patios, se permitió la salida de los familiares que quisieran irse y a los que se quedaron, para apoyar la protesta, se les garantizó su integridad.

La negociación duró cinco días, al cabo de los cuales se firmó un acta de acuerdo que le dio un nuevo aire al proceso de pacificación de la penitenciaría. Desde entonces ésta dejó de ser un laboratorio de paz y se convirtió en el primer centro piloto de socialización. Los sucesos de ese día convencieron a Vargas y a Zapata de que no bastaba con reducir la agresión entre los presos y entre éstos y los guardianes, también había que cambiar la mentalidad de los internos y ayudarles a construir un proyecto de vida individual y colectivo. Al fin y al cabo, concluyen ambos, “la mayoría de nosotros vamos a pasar aquí muchos años, no podemos pensar en lo que seremos al salir sino en lo que seremos aquí”.

Hechos de paz

Para lograr que los presos construyan un proyecto de vida la mesa ha procurado que se eduquen y que participen en actividades culturales como, por ejemplo, el grupo experimental de teatro Bertolt Brecht. En desarrollo del primer objetivo hay un buen número de internos terminando su educación primaria y secundaria y 17 cursan estudios superiores de administración de empresas, contaduría y sicología. La mesa también ha llevado a cabo proyectos microempresariales de sastrería, ebanistería, panadería y fabricación de colchones, con los cuales los presos obtienen recursos para ayudar a sus familias, consiguen una rebaja de su pena y canalizan en forma positiva su energía.

Estas acciones, sumadas a otras emprendidas por el director de la cárcel, el teniente coronel (r) Eliécer Larrota, han dado frutos. Por iniciativa de éste los guardianes tuvieron una transformación importante porque “han comprendido que para ejercer la autoridad no necesitan tratar mal al interno y todo el cuerpo administrativo sabe que el castigo que la sociedad le da al delincuente es encerrarlo, que pierda su libertad”. Larrota también creyó en la palabra empeñada por los internos y por eso permitió que Zapata, quien cumple una condena de 35 años, saliera en compañía de dos guardianes a un municipio santandereano, a donde había sido invitado a participar en la asamblea de Redepaz.

Zapata regresó y este gesto fue suficiente para que este año pudiera volver a viajar, en compañía de Vargas, por las cárceles del Eje Cafetero. La idea era que otros presos conocieran su proceso y se animaran a promover iniciativas similares en sus respectivos penales. Este periplo fue financiado por la Gobernación del Tolima. Los dirigentes de la mesa confían en conseguir más aportes para sacar adelante sus proyectos porque tienen hechos de sobra para mostrar que Picaleña es una auténtica empresa de paz, participación y desarrollo en la que ganan ellos y el país entero.