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'Pitalúa' sobrevivió a Armero y cayó en las garras del secuestro

Hace 25 años Róbinson Salcedo se salvó de la catástrofe de Armero. Trece años después fue secuestrado por las Farc, cadenas que hoy, tras más de doce años, aún lleva puestas.

María del Pilar Camargo, periodista Semana.com
10 de noviembre de 2010

Su nombre es Róbinson Salcedo Guarín. Es oriundo de Ambalema, Tolima. Cumplirá 38 años el 5 de diciembre. Será su cumpleaños número doce en la selva, rodeado de mucha tierra y agua. Un escenario parecido al que vivió en Armero a sus 13 años cuando fue víctima de la avalancha provocada por la erupción del volcán Nevado del Ruiz.

Tímido, callado, hábil con sus manos y amante del fútbol. Róbinson es ‘Pitalúa’ para sus seres queridos y ‘El Mechudo’ para sus compañeros de cautiverio.

Cuando regresó de su secuestro, el exgobernador del Meta Alan Jara dijo que Róbinson era quien más mostraba una coraza, “como si nada le importara, aunque esté sufriendo”.

Jara contó a sus familiares y a la opinión pública que a Róbinson le llamaban ‘El Mechudo’ "porque decidió no cortarse el pelo hasta que esté en el helicóptero que lo traiga a la libertad”. El exgobernador relató que paradójicamente era el peluquero de los demás.

Alan también le contó a la madre de Róbinson que su hijo había armado con recortes de camisa una bandera nacional y que la izaba de las 6:00 de la mañana a las 6:00 de la noche. Según el exsecuestrado, Róbinson hablaba sobre Armero en las clases de inglés que tomaban bajo la mirada vigilante de un guerrillero.

La liberación del coronel de la Policía William Donato y del sargento primero del Ejército Arbey Delgado, gracias a la operación ‘Camaleón’, otorgó al sargento viceprimero Salcedo Guarín la triste condición de ser uno de los dos últimos secuestrados en la toma de Miraflores que continúa en poder de las Farc. El otro plagiado es el sargento Luis Alfredo Moreno.

Pero la vida de Róbinson se divide en tres capítulos: Armero, el Ejército y el secuestro.

13 de noviembre de 1985. 11:00 de la noche.

“Y la tarde se empezó a poner amarilla como un ladrillo y caía ceniza de arena”, relata Trinidad Orjuela, madre de Róbinson, quien sería trece años más tarde sargento viceprimero del Ejército.

Una vecina se acercó a la ventana de la casa de la familia Salcedo y le gritó a Trinidad: “El volcán entró a Armero”.

“Me levante gritando y fui y los llamé. Todos salieron corriendo descalzos como perdices perdidas, uno corría para un lado, el otro, para el otro. No duró sino 15 minutos terminando la ciudad”, recuerda ‘Trina’, como la llaman sus amigos.

El padre de Róbinson, Pablo Emilio, permaneció quieto en la puerta de la casa para ver cómo el lodo, las piedras y el agua acabaron con Armero, mientras Trinidad y sus hijos corrían en direcciones diferentes.

“Me venían siguiendo una lenguas negras muy altas, como la altura de una casa, con candela, como esas velitas romanas que prenden los niños para el día de navidad, así se veía todo, como chispas de candela. Y había mucho ruido, como si fuera un tren que venía por encima de uno, uno no sabia para dónde correr. Se oían gritos, lamentos, pedían auxilios, quejidos, lloros, llantos, mucha tristeza”, relata Trinidad.

Trinidad se refugió en una discoteca que se llamaba El Platanal. Llovía arena y ceniza.

“Allá amanecimos. Toda la gente lloraba y suplicaba que amaneciera para darse cuenta si estaba la familia y cómo estaba la casa. Al otro día vimos el desierto. Todo lo había arrasado el volcán. Las casas que no estaban destruidas tenían el lodo hasta la mitad”.

La buena noticia llegó al tercer día de la tragedia. Esa vez la espera no fue tan larga como la que hoy deteriora la salud emocional y física de la familia Salcedo Guarín: doce años de cautiverio de Róbinson. Y es que el 16 de noviembre, a las cuatro de la tarde, madre e hijos se reencontraron, se vieron vivos. Pero al encuentro no llegaron el papá de Róbinson ni tres de sus nueve hermanos.

“Nos encontramos en una iglesia evangélica que quedaba atrás del estadio. Un señor me dijo que había visto unos niños pero que no sabía si eran mis hijos. Me fui para allá toda embarrada y en camisa de dormir. Ellos estaban paraditos en la puerta de la iglesia, nos abrazamos y nos pusimos a llorar”, así relata Trinidad el reencuentro con Róbinson y su hermano mayor Juan Carlos.

Trinidad recuerda que el día del encuentro Róbinson estaba callado, todo asustado. “No decía nada porque toda la vida ha sido muy reservado”.

Con la ayuda de las autoridades la familia Salcedo viajó de Armero a Guaduas, y luego de Bogotá a Ibagué, donde hoy residen, sin Róbinson.

3 de agosto de 1998. 10:00 de la noche.

“A él le gustaba ser militar. Se presentó a los 18 años y lo dejaron en el batallón en Ibagué. Lo sacaron a Miraflores cuando era cabo y ahí fue donde la guerrilla lo secuestró”, relata Trinidad.

La madre de Róbinson vuelve a pensar en la respuesta de su hijo cuando ella le pidió llorando que se retirara del Ejército. “Me dijo: ‘Mamá uno pa’ morirse... en cualquier parte se muere’. Lo único que quería era seguir la carrera militar”.

Pero un ataque perpetrado por las Farc convirtió el sueño de Róbinson en una pesadilla que suma ya más de doce años. Fue secuestrado el 3 de agosto de 1998 en la toma de Miraflores, en el Guaviare, cuando la guerrilla atacó una base antinarcóticos de la Policía y un batallón del Ejército.

A las 10:00 de la noche, entre 500 y 800 guerrilleros entraron a las instalaciones del batallón y atacaron a unos 200 hombres de la Fuerza Pública. El combate dejo 9 muertos, 10 heridos y 22 militares desaparecidos, uno de ellos era Róbinson.

Trinidad recibió pruebas de supervivencia de su hijo durantes los primeros años de cautiverio. En 2009, fueron transmitidas por los medios las últimas imágenes que se conocen de Róbinson, pero estas nunca llegaron a las manos de su mamá ‘Trina’.

Hoy ‘Trina’ solo quiere volver a ver vivo a su hijo.

“Dios quiera que salgan. Le pido a la guerrilla que por favor les dé la libertad. Ya es tiempo suficiente. Doce años es mucho tiempo y él está pagando una condena que no debe. Róbinson es sobreviviente de la catástrofe de Armero y ahora de la desgracia del secuestro”.

Prueba de supervivencia de Róbinson Salcedo