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TURBAY: CONSECUENTE CON SU TRAYECTORIA

El temperamento transaccional que siempre caracterizó al expresidente explicaría en parte las fallas que se le atribuyen a su administración.

6 de septiembre de 1982

¿Es posible hacer hoy un balance objetivo de la administración Turbay? Seguramente, como lo anota el columnista Daniel Samper, no sería el de García Márquez, para quien el gobierno que terminó el pasado 7 de agosto fue el peor de la historia del país. Tampoco podría ser el que hace el propio Turbay, quien declaró en vísperas de su retiro que no tenía de qué arrepentirse. Entre estos dos puntos extremos de la crítica y la satisfacción se sitúa sin duda la realidad .
Raros gobiernos, en la historia del país, concluyen su gestión contando con un confortable apoyo de opinión.
Ni siquiera aquellos, como el de Alfonso López Pumarejo, marcado por espectaculares reformas, o el democrático y ponderado de Eduardo Santos, escaparon a las diatribas de la oposición en el momento en que terminaban. El tiempo, las pasiones decantadas, y a veces la memoria frágil de los colombianos, acaban por dar juicios más serenos.
Muchas paradojas rodean el fin de este agitado cuatrienio. El país vivió desde 1978 una era de agudos sobresaltos políticos, de brotes insurreccionales de una magnitud desconocida en el país y hasta de calamidades naturales.
"Maremotos, temblores, desbordamientos de principales arterias fluviales, la tragedia de las corralejas, el incremento de la acción guerrillera, el asesinato del exministro Pardo Buelvas, el robo de armas del Cantón Norte, la toma de la embajada Dominicana, la incursión de guerrilleros entrenados en Cuba, la importación masiva de armas, la baja de los productos hásicos colombianos, la parcial recesión de la economía mundial" señaló el presidente Turbay, por televisión, apenas 48 horas antes de abandonar el Palacio de San Carlos.
UN "GOBIERNO REGULAR"
Los hechos registrados son reales.
No obstante, el temperamento del presidente Turbay (parece carecer de sistema nervioso, decía uno de sus amigos políticos), su parsimonia, su voz nasal, pesarán más en el recuerdo de los colombianos que todas las calamidades evocadas en su discurso.
Quizás en el futuro este período no sea visto de una manera tremendista, pese a todo lo ocurrido, sino como el gobierno sin sobresaltos que tantas veces ofreció.
"Gobierno regular", decía hace algunos meses el 60% de las personas consultadas en una encuesta de ANIF.
En Colombia tal respuesta es más bien un honor: pues a la altura del tercer año la mayoría de los presidentes han sufrido tal desgaste, que no hay para ellos calificativos de medias tintas. Sin embargo, todo parece indicar que Turbay despierta más neutralidad que rechazo. El índice de su popularidad no es más bajo que el de sus antecesores, y sobre todo no es menor que el que tenía cuando asumió el mando. En aquel momento nada le era favorable; hasta la prensa internacional se permitió hablar de supuestas conexiones con mafias de narcotraficantes, cosa que nadie, ni sus más encarnizados enemigos, se atrevería a sostener hoy día.
Si su balance final con la opinión pública en general es de neutralidad con la clase política es de calurosa aprobación. Esto no es poca hazaña teniendo en cuenta las altísimas expectativas que los políticos tenían ante el nuevo presidente elegido por ellos.
Con frecuencia se acusa a los presidentes de no haberle cumplido a su clase. Turbay nunca será víctima de esta acusación. Esto lo deja de ahora en adelante de árbitro supremo de mucho tejemaneje parlamentario.
Turbay lo sabe y actúa "sobrado", sin ostentaciones ni desafíos.
En realidad, las buenas y las malas cosas que se anotan al pasado gobierno, derivan, también paradójicamente, del temperamento de la propia trayectoria política de Julio César Turbay. Nunca fue él un hombre que orientara su acción basado en conceptos de filosofía política, sino más bien en una infinita, paciente y pragmática capacidad de manejo y transacción. La política, para él, se trajina con las realidades del poder y hasta cierto punto con sus servidumbres. Tal capacidad le permitió jugar un papel importante en el traspaso sin traumas del poder de manos de los generales de la Junta Militar, en 1958, a las del primer presidente del Frente Nacional, Alberto Lleras Camargo. Esta misma habilidad hizo posible el magistral manejo del problema de la toma de la embajada Dominicana.
Lo subyacente a estos éxitos, es una metodología concreta. Turbay promedia, concilia, transacciona. La aplicación de este sistema ha sido la constante de su carrera. En política siempre le dio buenos dividendos.
Como gobernante no siempre. El ejercicio del poder con frecuencia exige decir no. Las aspiraciones de los intereses particulares no siempre coinciden con el interés general y corresponde al mandatario discernir lo uno de lo otro.
PROMEDIO DEMASIADO
En alguna medida los tres grandes lunares de su gobierno, clientelismo, militarismo y crisis económica, pueden atribuirse a la metodología del promedio. Turbay promedió demasiado con los jefes políticos, con los generales y con los gremios.
En lo que se refiere al clientelismo es necesario entender que la selección de Turbay como candidato liberal tuvo lugar en un referendum entre el clientelismo y el anticlientelismo en el cual, sometiéndose a todas la reglas del juego, triunfó el primero. De ahí que Turbay pueda reclamar cierta legitimidad en el estilo de gobierno que realizó. Esta legitimidad, sin embargo, no desvirtúa el hecho de que la explosión burocrática en que se tradujo este estilo, condujo a graves trastornos económicos, morales e institucionales.
Dentro del concepto transaccional, era normal que una vez elegido presidente diera a sus amigos posiciones claves en todos los organismos del Estado, dejándoles una amplia autonomía para hacer nombramientos. Y dentro de ese mismo espíritu, Turbay no realizó purgas ni desplazamientos espectaculares de quienes eran ya servidores públicos. El resultado de esta excesiva generosidad en el pago de favores políticos se ha convertido en el mayor blanco de acusaciones al finalizar su mandato. De los tres grandes cargos de que ha sido objeto su administración, ésta es la que probablemente tiene sustento en la realidad.
ESTATUTO DE SEGURIDAD
Las acusaciones de militarismo son más subjetivas. El Estatuto de Seguridad fue un experimento bien intencionado que fracasó. Su aplicación en términos políticos era lógica, pues todas las encuestas le indicaban al nuevo mandatario en 1978 que la opinión pública reclamaba medidas contra la inseguridad, problema número uno de la Nación. En términos jurídicos fue insubstancial, puesto que se limitaba a recopilar medidas utilizadas ya en el pasado. Su objeto era más el de crear un impacto psicológico para registrar la preocupación del gobierno sobre el problema. Lo grave fue que al amparo de ese Estatuto se abrió camino un espíritu represivo que fue adquiriendo una dinámica propia que terminaría en violaciones de los derechos humanos. Sin duda la imagen de un presidente de la República sometido a los caprichos de los altos mandos militares no es más que un mito. Igualmente exagerada ha sido la caricaturización del general Luis Carlos Camacho Leyva como el símbolo de la represión fascista. Pero lo que sí es cierto es que hubo allanamientos, interrogatorios y desmanes.
Por primera vez Colombia fue objeto del escrutinio de organismos internacionales encargados de velar por los derechos humanos.
Por último está la crisis financiera.
El déficit fiscal es gigantesco. Baste recordar que López declaró la emergencia económica por un déficit de tres mil quinientos millones de pesos de esa época, mientras que los estimativos de la actual están entre los noventa mil y los ciento cincuenta mil millones de pesos al mes. Las perspectivas del café no son nada alentadoras. La inflación comienza a dar algunos indicios de un posible desbordamiento. ¿Cuánta responsabilidad le cabe al gobierno en todo esto? Obviamente no es posible señalar solamente un culpable.
Si bien el presidente nunca pretendió ser un experto en asuntos económicos, sus ministros de Hacienda fueron seleccionados con un gran sentido de la responsabilidad. Tanto García Parra como Wiesner pertenecen a lo más ortodoxo de nuestro establecimiento económico, y bien pudieran haber sido nombrados por cualquiera de los críticos del actual gobierno.
Parte de la responsabilidad sí es directa. El aumento de los gastos de funcionamiento ha sido irracional, y deja maniatado al próximo gobierno.
Llámesele clientelismo o espíritu conciliatorio, el propio ministro ha admitido que la mayor fuente del déficit fiscal tiene su origen en lo que él llamó "el factor político".
El juicio a la administración Turbay apenas comienza. Sin embargo, la perspectiva histórica, que es la que permite llegar a las conclusiones definitivas, hace que todo análisis no pueda ser por ahora sino provisorio.
El tiempo dirá la última palabra. -

EN TRAJE DE FATIGA
A pie, en el helicóptero, en canoa, con blue jeans y de jipa, Nydia Quintero de Turbay, la primera dama, fue la primera en llegar a muchas zonas de desastre. Como al abandonado Tumaco que vivió horas de horror aquella mañana en que un terremoto se llevo por delante miserables casitas, con sus pescadores y sus pocos haberes. O como a la empinada Manizales el día en que, otra vez, rodaron loma abajo las viviendas de inmigrantes campesinos que buscaban en la ciudad algo más de lo poco que tenian en el campo O como al pueblecito santandereano que se fue río abajo, cuando en aquel invierno implacable las aguas se desbordaron y anegaron cosechas y ranchos
La figura de la dinámica huilense que siempre llegaba con algo en las manos: unas tejas, unos machetes, unas semillas, unas bolsas de alimento, que sonrie con facilidad y con facilidad suelta lágrimas, se empezó a hacer popular cuando las cámaras de televisión la seguían en su recorrido nocturno por las calles bogotanas, en pos de los gamines, a quienes rescataba de entre periódicos en los umbrales de las casas, o debajo de los puentes Y hasta llegó a comparársela con Evita Perón, ídolo de los descamisados argentinos La prensa le llamó la atención en artículos, que si bien es cierto reconocían las buenas intenciones de la dama, censuraban el despliegue publicitario "No es culpa mía", le dijo doña Nydia a un periodista. "Si los noticieros de TV van a donde yo voy no es porque yo los haya citado. Ellos van, por su cuenta, en busca de noticias".
Evidentemente, en estos cuatro años de la administracion Turbay, la primera dama fue constantemente noticia de primera página O porque llegaba con su carga de esperanzas a los sitios afectados por alquna tragedia o porque preocupada por los niños, organizó espectáculos espectaculares, como "el pesebre más grande del mundo" que monto cada diciembre en los predios de la Feria Internacional d Bogotá. La labor de servicio social que desarrolló sin descanso dona Nydia, la canalizó por intermedio de "Solidaridad por Colombia", fundación de carácter privado organizada por ella, gerenciada por el arquitecto Luis Raúl Rodríguez y apoyada por empresas privadas y por la gente del montón que tomo parte en las caminatas que institucionalizó.
Fueron caminatas tumultuosas y alegres, unas veces precedidas por el popular elenco mejicano que interviene en el programa de TV "El chavo del ocho", otras por los artistas y animadores de la TV colombiana, como ocurrió en la caminata de despedida que se realizó simultáneamente en muchas ciudades colombianas el pasado 25 de julio, con un ostentoso despliegue publicitario.
Al lado de esa labor, destacable por cierto, queda, sin embargo, un vacío. el que dejó dona Nydia en el Instituto de Bienestar Familiar, entidad del Estado cosagrada a atender los problemas de la familia, que ha venido de "mal en peor" sufriendo recortes presupuestales y enfrentando serios problemas con los Centros de Atención Integral al Pre-escolar No obstante que ella, por derecho propio, era la presidenta de la Junta Directiva no ejerció esa presidencia Su voluntad de servicio, su preocupación por la suerte de los débiles hizo falta en el ICBF, que padece hoy una de las crisis más graves de su historia.
Al concluir el mandato del presidente Turbay Ayala no concluye, sin embargo, la labor social de dona Nydia. Ella ha prometido seguir ayudando, al frente de la Fundación Solidaridad por Colombia, que se hizo más sólida en estos cuatro años.
Nydia Quintero seguira, entonces, en la onda de llegar a donde nadie llega, de ayudar a quienes otros no ayudan, de poner la cara en donde el gobierno no aparezca. -