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LÍNEA CIUDADANA

Ojo con las verduras que se come

Las lechugas, repollos y brócolis, regados con agua del Río Bogotá tienen demasiado plomo, mercurio y otros elementos tóxicos para la salud, según un estudio de la Universidad Nacional.

23 de septiembre de 2009

Hortalizas, regadas con el agua del Río Bogotá, albergan en sus tejidos residuos de metales pesados, como plomo, mercurio, cadmio y arsénico, que superan los límites permitidos. La acumulación de estos elementos en el organismo podría generar enfermedades del sistema nervioso, problemas respiratorios y cáncer.

El hallazgo lo hicieron investigadores de la Facultad de Agronomía de la Universidad Nacional, mediante un estudio en la Sabana de Bogotá, apoyado por Colciencias. Los resultados mostraron cantidades excesivas de arsénico, plomo, mercurio y cadmio en el apio, la lechuga, el repollo y el brócoli.
 
Estos metales llegan a las hortalizas porque éstas son regadas con agua del Río Bogotá.

Gerard Fischer, investigador de la Facultad de Agronomía de la Universidad Nacional, le explicó a Semana.com que estos productos suelen venderse en Bogotá en sitios de acopio como Corabastos o en pequeños comercios de los barrios. Pero la investigación no detectó puntualmente dónde terminan comercializándose estos productos.

“No sé en cuáles supermercados se distribuyan estos productos, como en las grandes superficies, pero sí se comercializan a diario en Bogotá”, explicó.

La investigación de Fischer y sus colegas encontró que el apio cultivado en el municipio de Mosquera, tiene 0,95 partes por millón (ppm) de cadmio (Cd) y 0,29 de arsénico (Ar), superando los límites máximos permitidos por el Icontec, que son de 0,01 y 0,1 ppm. También, en el caso del cadmio, se desbordó el parámetro de la Unión Europea, que es de 0,20 ppm.

Estas cifras podrían parecer insignificantes, si se desconoce que el cadmio es un elemento tóxico, que tiende a acumularse en hígado, riñón y pulmones. Como corroboró Óscar Eduardo Osorno, director del Departamento de Química de la UN, puede producir arterioesclerosis, hipertensión arterial y está asociado con cáncer testicular y de próstata. 

El arsénico causa que el cuerpo produzca menos glóbulos rojos y blancos, cambios en la piel e irritación de los pulmones. Se considera inductor del cáncer de piel.

De acuerdo con Osorno, los niveles de cadmio encontrados son bastante preocupantes. Además de los problemas de salud mencionados, indicó, podría causar el llamado síndrome de Fanconi, que se caracteriza por trastornos de los conductos que llegan a  los riñones.

Plomo y mercurio

En el municipio de Soacha, la lechuga presentó en su tejido foliar una concentración de plomo (Pb), de 0,74 ppm y en Mosquera, de 0,45 ppm, cifras que son muy superiores a la normatividad de la Unión Europea para el año 2007, que permite máximo 0,1 ppm en hortalizas frescas.

“El plomo puede causar daño en los riñones, en el tracto gastrointestinal, en el sistema reproductor y en las neuronas”, afirmó el profesor Osorno. El organismo puede tardar hasta 20 años en eliminar esta sustancia.

El contenido de arsénico, en Soacha, también superó los 0,20 ppm permitidos por la norma de la Unión Europea, con 0,51 ppm. Un caso similar ocurrió con el mercurio (Hg), que con 0,59 superó los estándares establecidos.

El problema con el mercurio, sostuvo el profesor Osorno, es que el cuerpo nunca lo elimina. Eso hace que se vaya acumulando y empiece a causar efectos en la salud: afecciones en el cerebro, en el sistema nervioso y reacciones alérgicas.

Una vez estos metales son absorbidos por la hortaliza, es imposible retirarlos. Como lo afirmó el profesor Diego Miranda, autor de la investigación.

Según le explicó Fischer a Semana.com, el consumidor corriente no puede detectar cuáles hortalizas tienen estos metales.

Un problema de salud pública

La Secretaría de Salud de Bogotá, según el médico salubrista, Luis Jorge Hernández, docente de la UN, y la ingeniera química Gloria Guevara, hace seguimiento a este problema. Los monitoreos han permitido detectar presencia de metales pesados en las hortalizas que se comercializan en la localidad de Bosa con valores que exceden la normatividad establecida.

Esto, agregaron, amerita la toma de medidas sanitarias como decomisos, una intensa labor de sensibilización, educación y seguimiento a las diferentes personas que intervienen en la cadena de seguridad alimentaria en las 20 localidades de Bogotá.

Añadió que es un problema nacional, por lo que se debe trabajar con el Ministerio y el Instituto Nacional de Salud, para hacer trabajos específicos sobre el tema.

Según le dijo a Semana.com el secretario de Salud de Bogotá, Héctor Zambrano, sus funcionarios hacen operativos frecuentes para vigilar todos los alimentos, no sólo las hortalizas. Sin embargo, advirtió que a raíz de esta investigación que hizo la Universidad Nacional, se harán nuevas pruebas para detectar exactamente dónde están estas hortalizas que pueden causar problemas de salud y, ya con pruebas en mano, poderlos recoger.

Zambrano pidió que quien tenga información al respecto de dónde se comercializan estas hortalizas cultivadas a la orilla del río Bogotá en Soacha y en Mosquera de información a las autoridades sanitarias.

De acuerdo con Cristóbal Oliveros, ingeniero civil, del área de Distritos de Riego de la Corporación Autónoma Regional de Cundinamarca (CAR) la calidad del agua de la cuenca del Río Bogotá, que abarca municipios como Soacha, no cumple con los parámetros para ningún tipo de actividad humana. Sin embargo, se sigue utilizando en los cultivos.

Élver Muñoz, productor usuario del Distrito La Ramada, que se surte de la cuenca media del Río Bogotá, la más contaminada, sostuvo que, teniendo en cuenta la situación que revela el estudio de la UN, las autoridades deberían ofrecerles alternativas para sus cultivos, pues serían necesarias tecnologías demasiado costosas para ser asumidas por cada uno de ellos. “Aquí la mayoría de productores son arrendatarios, ni siquiera son propietarios de las tierras”, señaló.

El profesor Miranda fue enfático en señalar que el agricultor no tiene la culpa, porque el Río Bogotá es la única opción de riego con que cuenta. “Hace falta la mano del Estado, en el sentido de adelantar proyectos que busquen la descontaminación, por lo menos, de las aguas que son utilizadas para riego”, dijo.

Con información de la agencia de prensa de la Universidad Nacional de Colombia.
 
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