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REDES SOCIALES

2017: el año en que Facebook tuvo que disculparse

En 2017, a este gigante le llovieron críticas por cuenta de su rol en las elecciones, en la trama de espías rusos y en las noticias falsas. La plataforma hizo un ‘Mea culpa’ por el nexo de esta red con los suicidios de adolescentes.

30 de diciembre de 2017

2018 fue un año de muchas críticas para Facebook. Se le acusó de ayudar a distribuir la propaganda rusa y las noticias falsas, así como de servir de plataforma y red para los supremacistas blancos en Estados Unidos. Las quejas también llovieron por haber permitido discursos de odio, publicidad ofensiva y por censurar a críticos de gobiernos totalitarios.

El poder de Facebook en todo el planeta es tan evidente que la revista The Economist le hizo una portada al tema. La revista escogió como portada la imagen de una mano sosteniendo la popular ‘f’ blanca de Facebook como si se tratara de un arma humeante. Para la publicación británica, la red social amenaza directamente la democracia, pues en vez de ser un espacio para enriquecer el debate público, se ha convertido “en un medio social que esparce veneno”.

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The Economist se refería a un caso muy concreto: desde enero de 2015 hasta agosto de 2017, 146 millones de usuarios de Facebook en Estados Unidos vieron o leyeron contenidos desinformativos producidos en Rusia. Solamente durante la campaña presidencial del año pasado, el 40 por ciento de la población de Estados Unidos recibió contenidos incendiarios o falsos (a manera de publicaciones o anuncios pagados) relacionados con las elecciones. En la mayoría de los casos, dicha información atacaba a la candidata demócrata Hillary Clinton y beneficiaba a Donald Trump. Por eso, el Congreso de ese país interrogó fuertemente a los representantes de Facebook, Google (dueño de YouTube) y Twitter el pasado primero de noviembre: después del alboroto electoral, había que asumir responsabilidades.

Esa responsabilidad se extendió a un terreno más íntimo y produjo un remezón al interior de la compañía. A finales de este año, varios psicólogos en Estados Unidos asociaron el número de suicidios en jóvenes, que está aumentando de manera alarmante, al uso de esta red social. Los profesionales se basaban en evidencia científica que apoya la tesis de que el uso intenso de estas plataformas está asociado a depresión, baja autoestima y sensación de aislamiento, sobretodo en los más jóvenes.

 A estas denuncias se sumaron dos ex funcionarios de Facebook quienes en foros públicos admitieron que la red social explotaba las debilidades humanas. Sean Parker, quien fue fundador junto con Mark Zuckerberg de la plataforma hace dos décadas y se le adjudica la gestión de convertir la red en el negocio mundial que fue, se ha convertido en un crítico acérrimo de las redes sociales. Según el, aunque Facebook se diseñó deliberadamente para ser altamente adictiva, nunca imaginó la influencia que llegaría a tener. “El proceso de pensamiento era cómo lograr que la gente consumiera el máximo de su tiempo y de su conciencia. Eso implicaba darles dopamina cada cierto tiempo. Los me gusta y los comentarios eran esa dopamina”.

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El otro es Chamath Palihapitiya, quien se vinculó a Facebook en 2007 para hacer la programación del sitio. En una conferencia en la universidad de Stanford, el programador dijo que esta red social estaba rompiendo el tejido social y cómo funciona la sociedad y que sentía por ello una tremenda culpa. Dejó de usar la red social y no permite que sus hijos tengan acceso a ella. “Siento mucha culpa porque en lo profundo de nuestras mentes intuíamos que algo malo podría pasar”. Se refiere a que al usar la red la gente está tratando de mostrar una imagen  de perfección y al hacerlo siente recompensas mentales que se materializan en forma de corazón, me gusta o la señal de aprobación con la manos. “Asociamos eso a valor y a verdad pero lo realmente se trata de una popularidad engañosa que solo perdura en el corto plazo y te deja vacío”, dijo el experto.

 Los primeros días, los directivos de la red social esquivaron el tema. Pero la semana pasada, este gigante de la tecnología reconoció en un blog que ciertas formas de uso de esta red social estaban generando insatisfacción en la gente. Para ellos el problema reside en experimentar las redes sociales como observador pasivo. “En general cuando la gente invierte mucho tiempo pasivamente información, es decir, leyendo pero no interactuando con los demás, reportan sentirse peor después”, escribieron dos investigadores de la red social citando un estudio hecho en la Universidad de Michigan en el que se observó ese tipo de situación pero no en aquellos que se les indicó publicar o escribirle a amigos en esta red.

 Por eso, la solución de Facebook a este tema no es, como han venido diciendo los psicólogos, de bajarle el número de horas a las redes sociales, sino todo lo contrario: pasar más tiempo pero interactuando con los demás y con el contenido que aparece. En otras palabras no absorber la información como un espectador pasivo.  

 Además de esto, Facebook anunció que introducirá una herramienta que llamará date un tiempo (take a break, en inglés) con lo que se pretende darle a la gente más control a la hora de interactuar con ex jefes, antiguos socios, etc. También lanzó “snooze” un botón que da la opción de callar a una persona por 30 días sin necesidad de dejar de seguirlo permanentemente. Así mismo está usando programas de inteligencia artificial para detectar a los que están en mayor riesgo de suicidio.

 Aunque muchos agradecen a Facebook sus esfuerzos por manejar las críticas, la Academia Americana de Pediatría ha advertido de los potenciales efectos negativos de las redes sociales en niños y jóvenes. Por lo tanto, es importante que los padres eduquen a sus hijos sobre el ciber matoneo y la depresión de Facebook y en general sobre el buen uso de la red.

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El episodio en todo caso dejó claro los contrastes que se dan en este gigante azul. Por un lado, Facebook ha logrado unir a muchos seres humanos como nunca antes. Permite compartir recuerdos, crear eventos, movilizar grupos, sumar a desconocidos para que luchen por una causa común.

 Por el otro, se trata de una plataforma que cada vez crece más. Tiene acciones en la bolsa, produce millones de dólares, distribuye miles de anuncios publicitarios y, para una gran cantidad de personas, funciona como su principal fuente de información. La empresa de Mark Zuckerberg tiene ríos de información detallada sobre sus usuarios: qué comida prefieren, cuándo van a estudiar un posgrado, a quién quieren de presidente. Una olla de oro para cualquier comerciante, vendedor o político: saber qué quiere la gente. Sería ingenuo pensar que en ese contexto, Facebook no tiene un rol importante por jugar en las democracias del mundo entero y en la vida de cada ser humano en particular.