Para el autor no hay mejor forma de acercarse a la verdad que con los números.

CIENCIA

¿Cuántas personas construyeron la gran pirámide de Egipto? El autor favorito de Bill Gates tiene la respuesta

Uno de los científicos más reputados les puso cálculos matemáticos a eventos históricos y de la vida diaria. En su nuevo libro desmonta creencias populares a partir de estadísticas y probabilidades.

24 de octubre de 2020

En el mundo de la ciencia, el estadista Vaclav Smil es una eminencia. Pero se convirtió en un rockstar en su campo en 2017 cuando Bill Gates confesó en uno de sus trinos que cada año esperaba “los nuevos libros de Smil de la misma forma que algunas personas esperan la próxima película de ‘Star Wars’”. Desde entonces, las obras del checo-canadiense aparecen en la lista anual de libros recomendados del magnate y se venden como pan caliente en las librerías.

Smil tiene fama sobre todo por su obsesión con los números, pues los usa para ofrecer una evaluación clara y realista del mundo. Su rigurosidad con la estadística lo ha convertido en uno de los científicos más influyentes y reputados del siglo XXI. En 2010, la revista Foreign Policy lo incluyó entre los 100 mejores pensadores globales, ha escrito más de 40 libros y es uno de los científicos vivos con más artículos publicados por la revista Nature.

Pero, más allá de eso, es un tipo singular. Ha tratado de llevar sus investigaciones a la práctica al reducir su huella de carbono con su casa energéticamente eficiente y con una dieta vegetariana. Los bancos y burócratas más poderosos del mundo lo buscan para pedirle consejo, pero él ha optado por mantenerse como una persona reservada y distante de la política. No habla con la prensa y en las pocas entrevistas que ha concedido repite siempre que “prefiere que sus libros hablen por él”.

Precisamente, eso hace con su nueva obra, Numbers Don’t Lie, publicado este mes, en la que una vez más les pone números a hechos históricos y de la vida diaria para desafiar el pensamiento convencional.

Sus cálculos, por ejemplo, revelan que China ha vertido más cemento cada tres años desde 2003 de lo que Estados Unidos logró verter en todo el siglo XX. Y que para 2000 los seres humanos pesaban 125 millones de toneladas, una cifra exorbitante en comparación con los 10 millones que pesan todos los vertebrados salvajes. “Mi objetivo es demostrar no solo que los números no mienten, sino descubrir qué verdad transmiten sobre el mundo”, escribe. En efecto, su libro abarca temas que van desde historia, medioambiente, economía, salud y tecnología hasta ocio, lo que convierte su obra en una gran aventura.

En uno de los apartados más interesantes Smil trata de resolver parte de los controvertidos enigmas de la gran pirámide de Egipto. Reconoce que es posible que la humanidad nunca sepa cómo la construyeron, “pero eso no significa que no podamos decir con cierta seguridad cuántas personas se necesitaron para hacerlo”, escribe. Para dilucidar esa pregunta, comienza por limitar dos décadas, la duración del reinado del faraón Keops. Luego acude a datos físicos “ineludibles”, como la energía potencial que requirió levantar, transportar y poner las piedras, y la capacidad de un hombre para convertir su energía alimentaria en trabajo útil.

Con esas variables, Smil calcula que solo levantar las piedras habría requerido alrededor de 5,5 millones de días de labor, algo que 900 personas podrían lograr trabajando 10 horas al día durante 300 días al año. A eso habría que sumarle el trabajo de quienes diseñaron, supervisaron, mantuvieron las viviendas y arreglaron los daños. “Siendo muy amplio”, dice, eso llevaría a un total de 7.000 trabajadores. Su cifra desmonta por mucho la teoría del físico alemán Kurt Mendelssohn, que afirma que se habrían necesitado 70.000 trabajadores temporales y 10.000 permanentes para levantar la estructura.

Más adelante en su libro, el experto incluso demuestra cuál ha sido la época más inventiva y creativa de la historia. Muchos podrían creer que fue la posterior a la Segunda Guerra Mundial, por el desarrollo del transporte, las comunicaciones, la medicina y la exploración espacial. O, en su defecto, las primeras décadas del siglo XXI, que trajeron consigo el vertiginoso desarrollo digital. Pero según Smil, nada de eso es correcto: ninguna década ha trasformado más a la humanidad que la de 1880.

Los inventos asombrosos desarrollados durante la pandemia. | Foto: Getty images - afp

En esos 10 años surgieron las primeras estaciones generadoras de electricidad y Karl Benz comenzó a producir comercialmente vehículos de motor. Para Smil esas innovaciones por sí solas dieron forma al mundo moderno. Pero recuerda que esta década también aportó la hidroeléctrica, la Coca-Cola, el bolígrafo, los ascensores, el primer tranvía eléctrico, los rascacielos de acero, los desodorantes, las máquinas expendedoras, entre muchos otros inventos. Así las cosas, demuestra que los avances de las últimas décadas solo plantean variaciones de dos descubrimientos fundamentales: los microprocesadores y la explotación de ondas de radio. Para Smil, los inventos de Mark Zuckerberg o Jeff Bezos no son nada comparados con la transformación que generaron las mentes de finales del siglo XIX.

El analista incluso plantea que datos tan nimios como la estatura de las personas indican el progreso. La estatura promedio de los varones en la Europa preindustrial estaba entre 1,69 y 1,71 metros y el promedio global alcanzaba unos 1,67 metros. Hoy los datos disponibles de 200 países muestran una ganancia promedio de 8,3 centímetros para las mujeres y 8,8 para los hombres. Una mejor salud y una mejor nutrición habrían impulsado el cambio. Eso a su vez habría llevado a la ciencia a asociar la estatura con beneficios como menos riesgo de padecer enfermedades cardiovasculares, mayor capacidad cognitiva, mayores ingresos y un estatus social más alto.

Sobre las vacunas, un tema hoy de moda por la pandemia, el experto afirma que son una de las inversiones con mejor retorno de la historia. A pesar de que los movimientos antivacunas han sembrado mares de dudas, demuestra que tienen un impacto real en la mortalidad y la economía. Estima que cada dólar invertido en una vacuna significa 16 ahorrados en tratamientos, así como en pérdidas económicas por incapacidades o muertes.

Respecto a qué hace más feliz a la gente, el experto llega a una conclusión curiosa. Primero analiza el fenómeno de los países nórdicos, que lideran todas las listas de felicidad. Encuentra que en efecto influyen la calidad de vida, el acceso a la salud, la educación, la libertad para decidir y la percepción sobre corrupción. Sin embargo, encuentra que en dichos países hay una extraña correlación con el suicidio que muchas veces las encuestas no tienen en cuenta.

Eso lo lleva a analizar si la riqueza es la clave. Reconoce que desempeña un rol importante, pero no lo es todo. Pone el ejemplo de México, un país con altas cifras de violencia que aparece en la lista de la felicidad por encima de Francia. Lo mismo sucede con la mayoría de los países latinoamericanos. Panamá supera a Italia, Colombia a Kuwait, Argentina a Japón y así sucesivamente. Su conclusión sorprende: “Si no puede encajar en el top 10 (los nórdicos, suizos o canadienses) conviértase al catolicismo y aprenda castellano”. Es su forma de decir que, por alguna extraña razón, los países de cultura hispana tienden a ver el mundo de una manera más positiva.

Al final del libro, Smil explica que sus cifras solo buscan recordarle al lector que en una era en la que los datos y la sobreinformación abundan, no hay mejor manera de acercarse a la verdad que los hechos. “Si necesitamos comprender muchas realidades, si queremos basar nuestras decisiones en la mejor información disponible, no hay sustituto para los números”, concluye.