DONDE LOS AMNISTIADOS "TIRAN PASO"

"Borinquen", el sitio de moda en el Village bogotano para bailar salsa y botar corriente.

3 de diciembre de 1984


"Estuve diez años en el monte, hace 8 meses me vine y no encuentro trabajo. Mi mujer me dejó hace un mes y para completar me descubrieron un cáncer en el estómago", se escucha decir sin mucho melodrama a un hombre de más de 1.70 de estatura y unos 35 años, mientras al fondo se oyen las notas de la guajira: "Por el camino del sitio mío, un carretero alegre pasó". En otra mesa una mujer que no pasa de los 28 años, cuenta su experiencia en la huelga bancaria del 76 y el nuevo disco que se oye es "Mamá yo quiero saber de dónde son los cantantes que los encuentro muy galantes y los quiero conocer".

Conversaciones similares a éstas se oyen noche tras noche en un sitio que viene funcionando hace un año en lo que se ha denominado el "Village bogotano", ubicado en el centro de la capital. Sus dueños: dos amnistiados, Medardo Correa y Edgar Ramírez que se asociaron con una abogada laboralista, Paulina Ruíz y con Manuel Rojas, según él "un profesional frustrado". Ellos pensaron que por más "Goce Pagano", "Teja Corrida", "Palomar", "Quiebra Canto", y otros establecimientos que rodean el lugar, hacía falta un sitio al estilo de las "Tabernas Democráticas" que hicieron época en la Europa Revolucionaria a mediados del siglo pasado, en donde no sólo se bebía y se "botaba mucha corriente", sino que también se generaba el pensamiento que cambió al mundo. El nombre escogido, después de muchas propuestas, fue el de "BORINQUEN", en homenaje al clásico "Lamento Borincano" del "Jefe" Daniel Santos.

El sitio impacta de entrada porque es una mezcla de la tradicional caseta de pueblo en fiestas, combinada con la cartelera de cualquier universidad: muchos afiches y consignas.

Con 300 discos recolectados entre los amigos salsómanos, mesas y sillas compradas en el Pasaje Rivas, cientos de metros de tela de colores para cubrir el techo y muchos candelabros y velas indispensables para bailar la cumbia, abrió sus puertas "Borinquen". Además de cerveza y aguardiante, los tragos que se venden son el ron cubano "Habana Club" y "Cienfuegos". Nunca se cobra "cover" para estimular un mayor consumo entre la clientela, que es básicamente de empleados medios, estudiantes y "luchadores de la vida", que encuentran ambiente para estrechar lazos o reencontrar viejas amistades.

Pero no todo es cumbia, porro y son en "Borinquen". Todos los jueves se programan veladas culturales que han incluido presentación de películas, recitales poéticos y musicales, conferencias y bailes, no sólo de profesionales sino de espontáneos que se lanzan a recibir los únicos aplausos de su vida. Las niñas que atienden las mesas son estudiantes universitarias, una de la Javeriana y otra de La Sabana. El administrador es un joven obrero despedido de una fábrica de calzado. Y aunque el sitio pareciera estar "quemado" no sólo por quienes son sus dueños sino por los habituales clientes, en sus 14 meses no se ha registrado ninguna pelea. Las relaciones con la Policía que hace la ronda nocturna diaria son muy buenas, ya que este sitio, a diferencia de muchos de su especie, se ha caracterizado por ser "zanahorio". Allí nadie fuma marihuana ni "mete coca". Baila y toma, y sobre todo "bota mucha corriente".

Las reuniones de sindicatos y de las auto-denominadas "agrupaciones demócratas", suelen terminar en "Borinquen" y hasta allí se llevan las tradicionales discusiones grupistas. El día que se clausuró el Cuarto Foro por los Derechos Humanos, hubo una discusión sobre lo que había pasado en Yumbo y mientras unos atacaban al M-19, otros se dedicaron a lanzar la consigna de "En Yumbo no hay paz, pero queremos conseguirla". Uno de los propietarios, Paulina Ruiz, encontró la solución salomónica para que se pudiera oir "Oh qué será, qué será": que en vez de gritar se escribiera, y fue así como esa noche uno de los muros de "Borinquen", el que no tenía afiches, fue llenado de consignas. --