DOS CUCHARADAS DE CARIÑO

Los expertos insisten en que las enfermedades cardíacas se ensañan con más fuerza en las personas huérfanas de amor.

15 de noviembre de 1993

AQUELLOS CUYA vida transcurre bajo el abatimiento y la soledad, la desilusión y el estrés, tienen muchas más posibilidades de enfermar y morir que quienes gozan de cariño y comprensión. Esta tesis, que hace unos años hizo levantar la ceja a los escépticos, cada día cobra más fuerza en los círculos médicos. Al parecer, llegará el momento en que, más que fórmulas químicas, los galenos receten afecto y compañía.
En los últimos años, diversos estudios han mostrado que los solitarios muestran una marcada vulnerabilidad a la enfermedad y que sus índices de mortalidad son sustancialmente más altos. Incluso algunas encuestas entre separados señalan una notoria aparición de trastornos mentales y físicos al poco tiempo de perder la estabilidad conyugal. Para los científicos la explicación es simple: la probabilidad de enfermar es directamente proporcional a la virulencia del agente infeccioso e inversamente proporcional a la resistencia que el organismo ofrezca. Y según una nueva ciencia, la siconeuroinmunología, los desequilibrios emocionales reducen considerablemente la eficacia de los linfocitos, las células soldado del sistema inmunológico que se ocupan de defender al organismo de los agentes extraños. Supuestamente los linfocitos se mueren de una serie de hormonas que se activan cuando se siente algun tipo de placer.
Si se tiene en cuenta que ellos son precisamente los encargados de dirigir la estrategia en el combate contra cualquier virus o bacteria, se tiene una idea de la necesidad de mantenerlos contentos, y en buen estado para reforzar las defensas.
Según esta teoría, los vínculos sociales y familiares reconfortantes podrían constituir una cortina protectora contra las enfermedades. "Las relaciones humanas dice el investigador E.W. Bovard- se procesan en un punto cerca del hipotálamo, en las profundidades de la corteza cerebral. Una sensación agradable, una caricia, una frase cariñosa hacen que el hipotálamo segregue hormonas que inhiben la fabricación de otras, como la ACTH, que se encuentra en altos niveles en personas con riesgo de infarto y derrame cerebral".
Esto ha sido comprobado incluso en el laboratorio. En los años 70 un equipo de expertos estadounidenses descubrió por casualidad que sometidos a dosis elevadas de mimos, ciertos conejos desarrollaban mecanismos protectores contra las enfermedades cardiacas. Los animales se utilizaban para estudiar el efecto del colesterol en el organismo; pero uno de los investigadores comenzó a prodigarle un especial cariño a uno de los conejillos.
Al momento de sacrificarlo, el animal tenía igual cantidad de colesterol en la sangre que sus compañeros, pero un 60 por ciento menos de lesiones aórticas. Algo similar halló otro equipo que investigaba la relación entre el crecimiento de tumores y el estrés. Los ratones fueron infectados con un virus que desarrolla el cáncer de mama en poco más de ocho meses; pero en aquellos que vivieron en cajones más confortables, sin ruido ni molestias de ningún tipo, el cáncer tardó más de 200 días en incubarse.
Hoy se sabe que el estrés debilita sensiblemente el sistema inmunológico y produce una serie de reacciones químicas que pueden conducir a complicaciones cardiacas: cuando se está sometido a altas tensiones, las glándulas suprarrenales segregan mayor cantidad de adrenalina, sustancia que, en exceso, produce la rotura de ciertas fibras cardiacas y ocasiona estados de arritmia en el corazón.
Aunque hace apenas una década los médicos se resistían a considerar como válida la relación existente entre la siquis del individuo y su sistema inmunológico, hoy nadie duda de dicha interconexión.
La preocupación de los científicos es descifrar esa compleja conexión, de la cual lo conoce sus nefastas consecuencias.