LA COCA SALTA EL CHARCO

La cocaína se impone en Europa y Marsella se convierte en la nueva capital para capos y laboratorios

1 de julio de 1985

En abril de este año, los aduaneros alemanes que revisaban un barco colombiano recién llegando al puerto de Hamburgo, estuvieron a punto de darle el visto bueno al cargamento, después de revisar minuciosamente contenido y aparato, sin reparar en una cajas que contenían varias toneladas de una pasta beige claro, que tomaron por algún componente químico inofensivo. Era la primera vez que veían semejante material, y acostumbrados a desconfiar solamente de los polvos blancos provenientes de Suramérica, estuvieron cerca de permitir el desembarco. A último momento sin embargo, un terco y disciplinado alemán decidió tomar unos cuantos gramos de la "cosa" y mandarla analizar al laboratorio. ¡Sorpresa mayúscula! La famosa pasta beige resultó ser una mezcla de hojas de coca y kerosene, es decir base de coca, la sustancia que, después de ser refinada, se convierte en la conocida cocaína.
Fue la primera vez que se trató de introducir en Europa un cargamento de base de coca. Pocas semanas más tarde, otro cargamento similar fue confiscado en Alicante. La sorpresa inicial se tornó pronto en preocupante certidumbre: perseguidos en Latinoamérica, abiertamente enfrentados por el gobierno de Betancur quien les ha declarado guerra "a muerte", los capos suramericanos de la coca se "trastean" .
El comisario Franquet, quien dirige la Oficina Central de Represión del Tráfico Ilícito de Estupefacientes (O.C.R.T.I.S.) en Francia, adelanta además, sin temor a equivocarse el nombre del futuro centro de operaciones: "Será Marsella". ¡Mmm! ¿Marsella? no, Palermo. Si movimiento iba a haber, se había creído hasta hace poco que el destino de la mafia latinoamericana sería Italia Palermo, en efecto, parecía ideal gracias a su tradición de "madre de la mafia" y a sus arrabales bien acostumbrados a la "ceguera" y a la "sordera". Pero los recientes golpes dados a los jefes sicilianos hacen hoy de Palermo un sitio tan riesgoso como pueda serlo actualmente Bogotá.0 Así que, Marsella.
Aparentemente, la ciudad portuaria se prepara desde hace mese para recibir en su seno a la nueva industria. Más de treinta muertos desde el comienzo del año, han sido de esta forma interpretados por la Policía como una posible "puesta en orden" que precedería el arranque de la producción.
Atravesar el Atlántico por lo de más, no es nada complicado para la coca. El refinamiento es simple. Ni químicos experimentados ni instalaciones costosas, lo único que parec exigir el producto son éter y acetona dos sustancias de libre venta en Francia y que en Colombia, gracias a la políticas gubernamentales destinada a entorpecer los movimientos de la mafia coquera, son prácticamente imposibles de encontrar.
¿Será, pues, verdad que Colombia está próxima a decirle adiós a la mafia de sus recientes dolores de cabeza? Por el momento los franceses parecen convencidos que sí, y se aprestan ellos a hacer frente al gigantesco imperio de los capos suramericanos. Una unidad de la O.C.R.T.I. comenzará próximamente a funcionar desde Bogotá, y el inspector Franquet, quien conoce mejor que nadie las implicaciones económicas, estratégicas y geopolíticas del tráfico de la coca, está listo a dar batalla. Pero ya se sabe que lo que le espera no será nada fácil.
Francia cuenta con 150 mil consumidores de coca según estimativos oficiales (cinco veces menos que Estados Unidos), entre quienes se cuentan intelectuales, empresarios y artistas de la alta burguesía, bien "conectados" y muy difíciles de alcanzar. A 700, 800 ó 900 francos el gramo (precio que oscilan entre los 12 ó 13 mil pesos colombianos por gramo) la coca no es definitivamente droga de adolescentes ni de marginales.
Descubierta en 1853 por el alemán Albert Nieman, sin que se haya sabido jamás a qué exactamente obedeció esta invención, la coca ha seguido de hecho un complicado recorrido que la ha hecho sufrir toda clase de halagos y de insultos, y pasearse por cuanta capa social ha podido. En 1878 fue utilizada por médicos norteamericanos para desintoxicar morfinómanos, Freud se sirvió de ella con fines terapéuticos, para "soltarle" la lengua a sus pacientes inhibidos. A principios de siglo la coca fue considerada como droga diabólica, reservada a los estetas perversos del tipo del doctor Mevil, un personaje de ficción de Claude Farrere, quien utilizaba pastillas de cocaína para seducir a las burguesas de la colonia francesa en Saigón en un intento por corromper a la "buena sociedad saigonesa". Durante los años 20 la coca pasó a ser la droga de los rumberos y precedía reuniones de artistas e intelectuales, quienes se cuidaban no obstante de mantenerse "sobrios" en sus momentos creativos. Era droga de "salones de artistas en reposo".
Luego, la coca cayó en desgracia y se convirtió en "apoyo" de prostitutas cansadas, manteniéndose circunscrita al mundo de los "bajos fondos" hasta los años 60, cuando fue redescubierta por los grupos pop de Estados Unidos. Allí llegó como legado de los músicos de Harlem en el mundo del jazz. Hoy por hoy, la coca parece haber dado su último gran salto, pasando de ser la droga del jet-set a ser parte integrante de la parafernalia de los grandes y medianos empresarios.
Droga "diurna" en 1984, la coca se consume en las oficinas a las 11 de la mañana, y una importante industria paralela provee a sus adeptos de pulidas láminas de cobre sobre las cuales extender el polvo, cuchillas de oro para romper las bolitas de cocaína apelmazada, y pitillos decorados para aspirar, elegantemente, el eufórico producto por la nariz.
¿Qué tan dañina es a fin de cuentas la cocaína? Se sabe que la cocaína no es una droga depresiva, como pueda serlo la heorína, por ejemplo, y que no produce tampoco dependencia psicológica. La coca ha sido llamada más bien una droga de "integración", que permite a los actores de un mundo netamente competitivo pasar noches enteras en blanco, y que se hace necesaria y valiosa al consumidor, en la medida en que le permite una mejor imagen de sí mismo y lo habilita para desempeñar mejor el papel que le ha sido asignado. Francois Caviglioli en su artículo sobre la coca aparecido en el Nouvel Observateur, explicaba el consumo de la coca en el hecho que ésta ayuda a "sobrepasar las inhibiciones, la incapacidad de expresarse, el miedo. ¿Cómo pasarse de la cocaína --se preguntaba Caviglioli-en una sociedad mediática en la que es necesario ser joven, bello, rico y célebre, o es cuestión de vida o muerte ser bueno en la televisión, o un escritor es olvidado y condenado si pasa mal la prueba de la pequeña pantalla? ".
Pero la coca no sólo ayuda a "no sentir" cosas desagradables. La coca produce placer. Tal como lo ha demostrado el psicofarmacólogo norteamericano Ronald Siegel con experimentos realizados sobre grandes simios, el placer que se deriva de la coca parece estar en condiciones de "codearse" con los que puedan derivarse de exquisitos manjares o incluso del sexo. Puesto a elegir entre bananas, hembras y coca, los simios de Siegel prefirieron consecutivamente la coca, aun cuando ésta tuvo que ser obtenida a costa de sufrir dolorosos choques eléctricos.
Un "pase" de euforia entonces, una droga de adaptación, pero cuyos efectos secundarios no son tampoco despreciables. Rompiendo los tabúes sociales que la condenan, los adeptos a la coca se han roto también los conductos nasales, y se sabe que la droga provoca, además de problemas respiratorios, pérdidas de peso y de apetito. El consumo excesivo de coca conlleva así mismo la destrucción de células del hígado, paros cardíacos, y puede conducir a la paranoia.
Controlar su consumo, parece por lo demás ser casi imposible, tal como están las cosas hoy en día. El análisis de Caviglioli toca al respecto un punto fundamental. Dice el periodista: "Entre los consumidores de coca perfectamente integrados a la vida social, hay una mística de la marginalidad que inquieta a ciertos magistrados. El consumidor de coca inculpado y arrestado tiene el sentimiento de ser víctima de una injusticia...".
Dice un Juez de Instrucción citado por Caviglioli. "se le persigue cuando él no ha robado ni matado ni hecho trampa. Tiene la impresión de sufrir por una causa, de luchar por una libertad fundamental. Está seguro de su buen derecho. Cuando salga de prisión, reencontrará su lugar en la sociedad pero guardará contra la ley y la justicia una reacción de rechazo que hará compartir a su círculo familiar y profesional. De esta manera --concluye el artículo--, metiéndole freno a la indulgencia de la que se beneficiaban los consumidores de coca en razón de su "status" social, se corre el riesgo de introducir un fermento de descomposición al más alto nivel de la sociedad ".
Sin duda este tipo de razonamiento estllvo también presente en ciertos medios norteamericanos que han abogado por la legalización del consumo de coca, como una pragmática forma de preservar, por paradójico que parezca, el edificio de los valores morales sobre el que reposa el orden público.
En cualquier caso, hoy por hoy la coca sigue siendo la consentida escondida de las clases más pudientes abriéndose paso en un lucrativo mercado que desafía cuanta coerción a la producción pueda imaginarse. Marsella parece ser el nuevo centro elegido para el procesamiento del polémico polvito blanco. ¿Adiós Bogotá, buenos días Francia?. -