MASAJE CINE CON MENSAJE

Cine-clubes privados especializados en cine rojo, una modalidad para satisfacer ciertos gustos

13 de febrero de 1984

más de 350 mil personas asisten semanalmente a las 89 salas de cine que hay,en la capital. Grandes carteles y pancartas anuncian las películas que se exhiben y, si alguien se fija con detenimiento, podrá llegar a la conclusión que de esas 89 salas, 40 están "especializadas" en películas pornográficas o de violencia y 5 de ellas están reservadas para estrenos de filmes de sexo. No es nada ilegal y el negocio es redondo, pues, por ejemplo, mientras una película taquillera realizada en los Estados Unidos cuesta cerca de 25 mil dólares, una de esas que hacen los italianos en 8 dias se puede conseguir por 3 mil dólares con derecho a ser exhibida durante 5 años. El valor de la entrada es igual al de una película de calidad, pero su éxito de taquilla es considerablemente superior.
Los cines especializados en películas eróticas son tan abundantes a lo largo de las calles como los cines corrientes, pero más concurridos y desde más tempranas horas. Títulos como "Garganta dulce", "Ardor de adolescentes", "Larga noche de placer", en doble con "El sexo que habla" o "La enfermera erótica" rotan desde las 11 de la mañana hasta las 11 de la noche. Pero con frecuencia, el espectador de este tipo de cintas se ve agobiado por el temor de ser "pescado" en una de esas colas por algunos de sus compañeros de trabajo, un amigo de la familia o conocido e inclusive por su mismo jefe. De ahí que hayan proliferado salitas clandestinas de mala muerte donde se exhiben ya no esas películas que los distribuidores califican eufemísticamente como eróticas, sino cintas de cine rojo. El desprevenido transeúnte de las calles bogotanas se ve abordado sigilosamente por jóvenes que les hacen sugerencias al oído. Son invitaciones a pequeños recintos de dudosa ortografía en donde, en medio de mortecinas luces y densas cortinas de humo, hombres solitarios se complacen en observar atrevidas escenas filmadas en ocho milímetros. Entre corto y corto, el proyeccionista, improvisado maestro de ceremonias, anuncia: "El programa cambia todos los jueves. Hay disponibles dos habitaciones, si quieren venir acompañados".
Estas salas publican diariamente avisos limitados, camuflados entre ofertas de electrodomésticos, cachorros cocker, autos usados, apartamentos y muebles de ocasión, promocionando sus servicios. Este negocio es ilegal, porque las proyecciones se hacen sin licencia, con películas de contrabando y en locales clandestinos sin permisos de funcionamiento.
Al lado de estos salones "perratas", ha surgido una nueva y sofisticada modalidad para ofrecerle mayor "comodidad" a los clientes: el cine-club privado. En pequeñas cartulinas de colores que se reparten en las calles o que aparecen pisadas por los limpiabrisas de los vidrios panorámicos de los carros, se lee: "Sólo para adultos" Usted; con amigos, amigas, observe como en casa cómodamente y en privado películas fuertes y sonoras. Sólo exhibimos cine para cineastas descomplicados que no gusten de hacer colas y de soportar apretones. 2 p.m. en adelante todos los días.
El anzuelo ha sido lanzado y los promotores sólo tendrán que sentarse a esperar el telefonazo que les permita ofrecer una información más detallada de sus servicios. La tentación posiblemente venza al ciudadano que, por la modesta suma de 200 pesos, puede entrar a formar parte de los activos miembros de uno de esos cineclubes lo cual, además le permite participar en rifas bimensuales de 10.000 pesos entre los socios de la "porno-logía". A menudo infiltrados en sectores residenciales de la ciudad, estos cine-clubes mixtos, caricaturescamente encubiertos con el adjetivo de "privado", le ofrecen al cliente la posibilidad de disfrutar a sus anchas de la proyección de una película hard core, o de pornografía dura,sin los molestos crujidos de las papas fritas y los besitos, y sin la posibilidad de que un acomodador con una linterna lo alumbre en medio de la proyección en busca de un lugar para un moroso de la función. Además, se ofrece servicio de bar y, si así se requiere, compañía femenina por un módico incremento en el precio de la entrada. Estas pequeñas salas de proyección (10 a 20 sillas) ocupan sólo una reducida parte de inmensos y viejos caserones, en cuyas demás habitaciones se ofrecen otros atractivos: sauna, masajes, reservados e, inclusive, servicios de restaurante. Sin embargo, son clubes de los que, seguramente, ningún socio se preciaría de enseñar su carnet de afiliación.
En las salas, el "runruneo" de un proyector de 8 milímetros acompaña la exhibición de las audaces imágenes de esas cintas que provocan la "agitación" de más de uno de los espectadores. Fotos de mujeres en las poses más atrevidas y una que otra figura de animal de evidente simbolismo sexual complementan la decoración de las paredes. "El estudiante aplicado", "La sirvienta", "El debut de Georgina" van exhibiéndose sin que nadie se atreva siquiera a parpadear. Películas carentes de argumento, reúnen escenas de hombres sudorosos y excitadas mujeres que se entrelazan en complicadas posiciones más cercanas a espectáculos circenses que a la realización del acto sexual. La música de fondo generalmente sigue el ritmo de los corazones de los atentos espectadores que presencian, ya sin asombrarse, muestras latentes o patentes de relaciones homosexuales, y que se sumen en una especie de orgía visual que puede prolongarse por horas.
Estos prósperos negocios que funcionan como un atractivo más del comercio sexual, están exonerados por el Código Nacional de Policía de todo control y prohibición. Se amparan bajo el calificativo de "privados", y no hay artículo o disposición que permita intervenir en funciones o representaciones que se limiten a determinadas personas, o controlar y prohibir películas que se exhiban exclusivamente en cine-clubes. Así las cosas, ejerciendo su derecho de libre comercio, los cine-clubes de este tipo compiten entre sí por la nitidez de las cintas y las tarifas de la función. Debido al elevado costo del alquiler de este tipo de películas con respecto a otras de más común aceptación, las salas de menor categoría han optado por el sistema de Betamax que resulta económico tanto para el presentador como para el usuario. Se calcula que el cine rojo ocupa el 10% del stock de un negocio de alquiler de cintas de Betamax, cualquiera de los cuales puede llegar a ofrecer 60 títulos de hard core o pornografía dura.
Si a este sistema de proyectar cine rojo se suman, además, las salas de strip tease, las publicaciones pornográficas que abundan en los puestos de revistas, las salas de sauna y de masajes y ciertos servicios en residencias de respetable apariencia con parqueadero privado y vigilancia, puede afirmarse, sin duda alguna, que el mundo sexual de la capital es una realidad al rojo vivo.