Colombiana vacuna covid
¿Quién es la colombiana que participa en el desarrollo de la vacuna de Pfizer contra el coronavirus? | Foto: Fotomontaje SEMANA

CORONAVIRUS

¿Quién es la colombiana que participa en el desarrollo de la vacuna de Pfizer contra el coronavirus?

La cartagenera Giselle Castillo Villa, de 33 años, trabaja para garantizar una vacuna segura para todos.

11 de noviembre de 2020

Los colombianos siguen dejando el nombre del país en alto mostrando sus capacidades, habilidades y conocimientos para hacerle frente a la pandemia del coronavirus, que deja cerca de 52 millones de contagios en todo el mundo.

En las últimas horas se conoció que una médica cartagenera es una de las protagonistas que están día a día buscando una cura para el virus. Se trata de Giselle Castillo Villa, de 33 años, quien está participando en el desarrollo de la vacuna de Pfizer contra el coronavirus.

Recientemente, el mundo de la ciencia recibió con optimismo los resultados alentadores de la farmacéutica estadounidense Pfizer y la firma alemana de biotecnología Biontech, relacionados con el avance de una vacuna contra el coronavirus que ha demostrado una eficacia del 90 por ciento. Esto significa que los casos de infección de coronavirus se reducen en “más de 90 por ciento” entre los participantes del ensayo que recibieron la vacuna respecto a los que se les suministró un placebo. En total, 94 voluntarios contrajeron la enfermedad hasta el momento, de un total de unos 43.500.

Detrás de estos importantes avances se encuentra la colombiana, egresada de la Universidad de Cartagena, con estudios de maestría en medicina tropical de la Universidad de Salamanca y actualmente cursa un doctorado en epidemiología molecular y medicina traslacional de la misma universidad.

Giselle Castillo reside en Nueva York desde hace cinco años y actualmente trabaja como directora médica asociada de Pfizer en el departamento para la investigación y el desarrollo de vacunas.

Debido a un acuerdo de confidencialidad con la firma Pfizer, la cartagenera no puede dar más detalles de los avances que se están dando allí para encontrar la cura, pero contó que forma parte del equipo que hace vigilancia médica y análisis de datos clínicos de los voluntarios que participan en el ensayo de la vacuna para covid-19 a nivel global. "Mi rol se enfoca en garantizar que la vacuna sea segura para todos”, expresó.

Por su parte, la Universidad de Cartagena envió un mensaje de felicitación al saber que uno de sus egresados está haciendo cosas grandes por el mundo. “Nos enorgullece felicitar y exaltar el nombre de la doctora Giselle Castillo Villa, hija de la ciudad de Cartagena y Orgullo Udeceísta”, se lee en el comunicado

Otros colombianos que brillan

El doctor Carlos Alberto Riveros comenzó a estudiar el coronavirus cuando su primer paciente falleció por los efectos. Se trataba de un señor de 82 años al que atendía desde una década atrás y con quien mantenía una relación tan cercana que conocía a su esposa y lo consideraba su amigo. Por eso, cuando vio cómo se deterioraba tan rápido sin poder hacer nada para evitarlo, lo invadió un sentimiento de impotencia y frustración. “Nadie sabía qué hacer, prácticamente esperábamos a que la gente muriera. Así que empecé a investigar casi obsesivamente todo lo que había salido sobre el virus y sobre el anterior SARS, el de 2008”, cuenta.

Este barranquillero, graduado en la Universidad Militar Nueva Granada y especialista en medicina interna, ha trabajado gran parte de su vida profesional en Miami. Allá tiene su clínica, llamada United Medical Specialties, en donde trabaja como director médico e internista. Por eso, a mediados de marzo, le tocó ver de primera mano cómo el virus mandó a la unidad de cuidados intensivos a cientos de personas. Aun así, cada vez que llegaba a su casa luego de una extenuante jornada se sentaba en su comedor y leía, muchas veces hasta el amanecer, todo lo que podía sobre este y otros virus similares. Sabía que en algún lado había alguna información que lo ayudaría a tratar mejor a sus pacientes.

Unos tres meses después de seguir esa rutina, y en un momento de inspiración a las tres de la mañana, algo le llamó la atención. “Cogí dos artículos diferentes y los comparé: y en ese momento entendí lo que tenía que hacer. Empecé a escribir, a hacer anotaciones y saqué una combinación de dos medicamentos que habían sido efectivos antes, pero modificados en su estructura química, con la que creía que podíamos combatir el virus en su etapa temprana”, recuerda. Él siempre ha ejercido como médico clínico y no como investigador, pero intrigado por su idea pidió materiales por Amazon y empezó a elaborar el potencial medicamento.

Su análisis se basó en las enzimas ACE2, presentes en las vías respiratorias, que sirven como receptoras para que los virus como la covid-19 ingresen en las células del organismo. Varios estudios demuestran que este es bastante contagioso debido a que una de sus proteínas tiene la propiedad de cambiar genéticamente, lo que le permite pegarse mucho más fácilmente a las células. Así que, con su compuesto, el doctor Riveros busca evitar que las partículas virales utilicen el ACE2 para replicarse, lo que impediría que el virus avance.

En el papel su idea funcionaba, pero tenía que demostrarla en la práctica. Duró dos semanas con el potencial medicamento armado, sin atreverse a probarlo en una persona infectada, hasta que, debido a un accidente en la uci, quedó expuesto sin mascarilla ni protección a un paciente con el virus.

Alcanzó a asustarse y a pensar que estaba condenado a morir, como había pasado con varios colegas, y entonces decidió usarlo él mismo. Inhaló el compuesto (la idea es aplicarlo con nebulizaciones) y no tuvo ningún síntoma. Eso le dio mayor confianza. Más adelante, un amigo infectado lo llamó para consultarle cómo proceder, y no aceptó su recomendación de internarse en un hospital. Entonces, él le sugirió probar el compuesto tras explicarle que se trataba de algo experimental. Su amigo aceptó y en 48 horas ya no tenía síntomas.

Todo, hasta ahora, lo paga con sus propios recursos y la ayuda de varios amigos. Es costoso, pero vale la pena: si las cosas salen bien, su idea se convertirá en un medicamento colombiano que les permitirá a los médicos del mundo combatir el virus. Él sabe que nada está garantizado hasta que terminen las pruebas, pero, como dice, “hay una luz de esperanza y al menos la estamos encendiendo”.