Aunque por ley los pacientes de cáncer tienen prioridad en su atención y tratamiento, la realidad es otra. La Red Nacional de Cáncer, impulsada por el Ministerio de Protección Social pretende acabar con la ineficiencia del sistema. | Foto: CARLOS JULIO MARTÍNEZ/SEMANA

POLÍTICA

Un complejo sistema

La crisis que afecta al sistema de salud tiene un gran impacto en los enfermos de cáncer. Las trabas que deben superar estos pacientes para acceder a tratamiento les causan más dolores que la propia enfermedad.

1 de diciembre de 2012

A diario cientos de pacientes deben padecer todo tipo de trámites, esperas y barreras para lograr un diagnóstico o un examen. Y quienes ya están en tratamiento, especialmente los colombianos más pobres, quedan sometidos a que en cualquier momento se pueda suspender porque la EPS quebró, porque no está al día con la red hospitalaria o simplemente porque el medicamento se acabó. “El sistema de salud le está causando más sufrimiento, dolor y angustia a los pacientes con cáncer que la misma enfermedad”, dice Carlos Castro, presidente de la Liga Colombiana Contra el Cáncer.

“Tenemos libros enteros llenos de tutelas”. Así resume Nancy Parra su camino de espinas. Para ella quienes sufren de cáncer libran dos batallas simultáneamente: una contra la enfermedad y otra contra el sistema. La lucha por curarse está llena de autorizaciones, papeleos, esperas y sobre todo frustraciones. Nancy, sobreviviente de cáncer de seno, es testigo excepcional de esa batalla y voluntaria de Fundayma, una organización en Medellín que ayuda a cientos de mujeres que viven el mismo drama. Su madre falleció hace poco de un cáncer de hígado, y este es el momento en que no le han llegado las autorizaciones para los tratamientos paliativos que le formularon. “De trámite en trámite, de negación en negación, la gente se nos está muriendo”, concluye.

Sin embargo, la realidad no es tan catastrófica si se mira que hoy más personas están siendo diagnosticadas y tratadas con éxito que hace 10 años. “Hay más tecnología para el manejo de la enfermedad, aumento en el acceso y la oferta de servicios, de la cobertura de aseguramiento y la oportunidad en la atención”, dice la Asociación Colombiana de Empresas de Medicina Integral (Acemi).

Además, más pacientes están accediendo a drogas y aparatos de última generación que hoy son inalcanzables para el grueso de habitantes de América Latina e incluso de países desarrollados. Es una gran contradicción: Mary Johanna García, de 30 años, murió después de un largo tratamiento. Si su cáncer hubiera sido diagnosticado a tiempo quizá se hubiera curado. Pedro Rivera, de 49 años, se salvó de la leucemia tras recibir un moderno tratamiento -el mismo que se administra en Manhattan- que le costó a la Nueva EPS 349 millones de pesos.

¿Por qué ocurre esto? El cáncer no ha sido ajeno a la crisis por la que atraviesa el sistema de salud. Un total de 37.268 pacientes con cáncer de las cinco primeras causas (ver infografía) le representan al Estado gastos por 53.673.714.704 de pesos, según cálculos de la Acemi. Por ley y por mandato de la Corte Constitucional estos pacientes tienen prioridad en su atención y tratamiento, independientemente de los costos, pero la realidad es otra. La falta de liderazgo del Ministerio de Salud y la ausencia de control del mismo Estado han generado todo tipo de adversidades que el Ministerio está tratando de corregir.

La escasez de medicamentos oncológicos también está afectando a los miles de pacientes que hacen fila para empezar o continuar con su tratamiento. Cuando se acaban los medicamentos se generan dos escenarios; primero puede que la aseguradora tenga un stock suficiente y siga proveyendo de medicinas a sus pacientes, o que por el contrario, se obligue a usar medicamentos que no están dentro del POS y que generan mayores costos: cambiar las drogas utilizadas en el 60 por ciento de las quimioterapias representa un incremento de 500 millones de pesos.

A pesar de que la Ley 1438 permite a las entidades públicas y privadas hacer compras nacionales o importaciones de medicamentos, las asociaciones de medicina sostienen que no hay una reglamentación clara dispuesta por el Ministerio de Salud ni por el Invima, por lo que se puede generar un cuello de botella donde los más perjudicados son los pacientes.

“Un diagnóstico no preciso o equivocado me arrebató un tiempo valioso. Desde que tengo cáncer estoy a la espera de las órdenes que debe dar la EPS, que nunca llegan a tiempo. Eres un código. Su tiempo de trámites es tu tiempo de vida”, le contó a SEMANA Yasmín Hernández Quintero, de 39 años, quien tiene cáncer de colon. “Enfrentarse a una quimioterapia es un proceso que exige mucha valentía. Pero cuando uno llega y le dicen que no se la pueden hacer porque ya no hay contrato con la EPS, es más un atropello al alma que a la salud”, dice Nancy Parra.

Otro de los aspectos graves es que el país aún no cuenta con una red nacional para atender esta enfermedad. Dicha red, que según el Ministerio va a ser lanzada próximamente, tendría que contar con centros regionales y nacionales de referencia, y de investigación, con el fin de facilitar a los pacientes el diagnóstico oportuno y el tratamiento adecuado. En especial, dándoles la posibilidad de movilidad y de acceso a la mejor tecnología. Si bien, varias ciudades como Bogotá, Medellín, Cali o Bucaramanga las tienen, habitantes de gran parte del Caribe o de las regiones más apartadas están a merced del pésimo servicio de muchas EPS del Régimen Subsidiado, muchas de ellas intervenidas o en liquidación, o de centros de atención no certificados –por no decir de garaje-  que ven en ellos la fuente para financiar las grandes inversiones que se requieren para hacer una de las tres opciones de tratamiento: cirugía, quimioterapia o radioterapia.

“Pero lo primero que necesita resolver el país son los grandes intereses económicos o particulares, estamos hablando de la vida de las personas,”, le dijo a SEMANA Carlos Rada, exdirector del Instituto Nacional de Cancerología. Con él coincide Castro, quien afirma que en el sistema lo que hay es “una orgía de intereses. Y el paciente que debería ser el primero, es el último y más maltratado”.

A esto se suma que los laboratorios farmacéuticos han encontrado en Colombia una gran oportunidad para vender al mayor valor sus productos frente a la ausencia de control de precios. Y a que, como dicen algunos especialistas, no hay límites en el acceso a tecnologías y medicamentos de última generación que el país no puede pagar. Según la Liga Colombiana Contra el Cáncer, “hay drogas que en Estados Unidos, Inglaterra o Canadá no los han puestos a disposición del sistema de salud, por ser muy costosos, pero ya están siendo usados en el país”.

Un debate necesario, dicen varios expertos, es el de bioética, es decir, hasta dónde el país puede pagar y permitir que se financien los tratamientos con recursos públicos. “Hay medicamentos de punta que pueden costar 15 millones al mes, que no curan al paciente, sino que le dan la posibilidad de vivir uno o dos meses o mejorar un poco su calidad vida. Con esos recursos se podría financiar el tratamiento de muchas personas”, dice un experto que pidió no ser citado.

La crisis en el sistema de salud ha dejado experiencias para corregir y proyectos para realizar pero también un sinnúmero de víctimas. Mientras no se corrija y se superen los trámites que acortan la vida, los pacientes más vulnerables seguirán temiendo, por ejemplo, que sus medicamentos se acaben y nadie responda por su muerte.