Tras la muerte de Adolf Hitler y la rendición de Alemania en mayo de 1945, solo quedaba por saldar la guerra del Pacífico, donde Japón, miembro remanente de las potencias del Eje, resistía contra los Aliados. Mientras Estados Unidos capturaba islas clave para bombardear las ciudades niponas, la Unión Soviética avanzaba en el norte de Asia.

Los ejércitos imperiales tenían la guerra perdida, pero nada garantizaba que se rindieran. Acorralados, los japoneses optaron incluso por atacar con pilotos kamikaze, que se estrellaban cargados de bombas contra los buques estadounidenses. Solo cuando Estados Unidos dejó caer sendas bombas atómicas contra Hiroshima y Nagasaki, los únicos ataques nucleares hasta la fecha, el emperador Hirohito obligó a los militares a rendirse, el 2 de septiembre de 1945. Terminaba, luego de seis años, el conflicto bélico más sangriento y generalizado de la historia.