Hace un par de semanas se reunieron en Lusaka, capital de Zambia, más de 5.000 expertos de todo el mundo para buscar la manera de combatir el sida, la peor amenaza que se cierne sobre Africa. Actualmente, la mitad de los bebés que nacen en el continente son portadores del virus. Peter Piot, director de la agencia de las Naciones Unidas para la prevención del sida, dijo antes de la conferencia de Lusaka que la enfermedad estaba reduciendo la productividad de las empresas porque había "muchas personas demasiado enfermas para ir a trabajar". El virus se ha propagado a tal punto que en países como Costa de Marfil la esperanza de vida se ha recortado en 25 años.Pero el drama de Africa no se reduce a enfrentar la epidemia más peligrosa desde que la peste bubónica del siglo XIV se llevó a un tercio de la población europea. Este año, por ejemplo, el continente vivió una guerra mundial, más de 15 guerras civiles y cientos de guerras tribales sin que el resto de la humanidad se diera por enterada. Y, como si fuera poco, en ciertas regiones todavía subsiste el comercio de esclavos.Sólo en Africa ocurre esta mezcla de cataclismos que hacen recordar las épocas más escalofriantes que ha vivido la humanidad a lo largo de su historia. Lo que sucede en el continente negro, no obstante, sigue siendo un misterio para el resto del mundo. La 'aldea global' de Mc Luhan todavía no ha llegado a esta faz del planeta. Por eso si estalla una guerra civil más vale ser kosovar, checheno, timorense o kurdo para captar la atención de la comunidad internacional. Mas no africano. Dentro del nuevo y frágil equilibrio internacional no sirve ser ruandés, congoleño, sierraleonés, maliense o sudanés. Africa dejó de existir para el club de los ricos. Existía cuando su territorio era colonia o cuando, luego de la independencia, era un escenario forzoso para la pugna geopolítica entre Estados Unidos, Francia y la Unión Soviética. Años en los que no importaba si se financiaba a un dictador antropófago como Idi Amín Dada en Uganda o si se apoyaba al régimen opresor de Mengistu en Etiopía con tal de tener al país alineado a su causa ideológica. Pero hoy, en los tiempos inciertos de la posguerra fría, los conflictos locales y regionales tienen que afectar los 'intereses vitales' de las grandes potencias (¿o caprichos estratégicos de Estados Unidos debería decir?) para ser tenidos en cuenta. Con la caída del muro de Berlín, Africa dejó de ser una región de interés. Dejó de existir en el mapa geopolítico de los gobiernos poderosos (aun si todavía siguen siendo un codiciado filón para las empresas multinacionales).Lo último que supimos de Africa, me atrevo a decir, fue el genocidio de Ruanda cuando a comienzos de 1994 varios grupos de milicias extremistas hutus, armados con machetes y fusiles, sembraron el terror en el centro del continente. En sólo tres meses 800.000 personas fueron masacradas y más de dos millones fueron desplazadas de sus tierras. Ese fue el primer campanazo sobre lo que estaba sucediendo en Africa y la primera muestra fehaciente de la indiferencia internacional. A pesar de que las Naciones Unidas fueron advertidas sobre el peligro de esta carnicería, el Primer Mundo se hizo el de la vista gorda. Hoy, este país está destruido económica y socialmente. El 20 por ciento de los niños ruandeses quedó huérfano, el 96 por ciento presenció las masacres de sus familiares y el 80 por ciento de la población perdió al menos un familiar en las matanzas. Desde entonces, la situación no ha hecho sino empeorar. Las guerras civiles, las enfermedades, la hambruna y la corrupción, están desintegrando el continente y tienen a casi todos los países del Africa subsahariana entre la ruina, el trauma y la miseria. En el Congo, hasta hace unos meses se estaba librando una guerra mundial pero con armas del medioevo. El gobierno congoleño de Laurent Kabila, apoyado por Zimbabwe, Angola y Namibia, combatía a las milicias hutus, que eran respaldadas por los gobiernos de Uganda y Ruanda. En Sierra Leona más de 10.000 personas fueron mutiladas en el último año y medio por el temible Frente Revolucionario Unido (FRU) que buscaba aterrorizar a la sociedad en su lucha por el poder. Pese a que a mediados de este año se firmó un cese al fuego en ese país, las secuelas de la guerra son imborrables: en Freetown, la capital, es común ver en las calles a personas _de todas las edades_ mancas, cojas, sin dedos o sin una oreja. En Sudán, en medio de una cruenta guerra civil que lleva 15 años, todavía se compran y venden seres humanos. Los esclavos, en su mayoría mujeres y niños, hacen parte de la guerra sicológica del gobierno integrista sudanés contra el Ejército Popular de Liberación (EPL). La lista sigue y es tan tenebrosa como interminable.A este continente ya sólo llegan misioneros jesuitas o benedictinos y empresarios que buscan aprovechar los conflictos étnicos para sacarle una mejor tajada a sus negocios. Africa es hoy la demostración más palpable de la farsa y doble moral de las intervenciones humanitarias y del fracaso de la Naciones Unidas en el nuevo relajo mundial.