Las soluciones, como ya se han planteado en este mismo espacio, vienen del lado del establecimiento de sistemas  ganaderos sostenibles (de carne y leche), en los cuales nuestro país tiene no solamente la experiencia en su montaje eficiente, sino la necesidad de aprovechar los mercados locales y externos, que cada vez más están girando sus requerimientos hacia temas ambientales,  de bienestar animal y de alimentación basada en pastos. Ahora bien, si se trata de encontrar alternativas a la producción rural, contribuir a la seguridad alimentaria regional  y atender las demandas del mercado por proteína animal,  la piscicultura (si, también en forma sostenible y esta vez en confinamiento), surge no solamente como complemento (o sustituto) a la producción de carne y leche sino  como respuesta a la pérdida del recurso pesquero (tanto marino como continental), ocasionado por sobreexplotación de las especies y por contaminación hídrica. Sólo para citar un triste ejemplo de agua dulce: en un lapso de 40 años, la Cuenca del Río Magdalena pasó de tener volúmenes de pesca cercanos a las 70 mil toneladas a las 8 mil toneladas en 2012. Y es así cómo esta pérdida de proteína animal, en cuatro décadas,  ha sido reemplazada por los “cultivos de peces”  (65 mil toneladas en 2012), por importaciones  o simplemente por la ganadería ineficiente. A nivel mundial, la producción acuícola, según la FAO, ha crecido durante los últimos 30 años doce veces, contribuyendo hoy en día con un 44% de la oferta de recursos pesqueros, cuyo total asciende a 160 millones de toneladas. De hecho, pasó desapercibido que en 2013 la producción mundial derivada de “fincas acuícolas” -70 millones de toneladas -   haya sobrepasado el volumen de producción de carne bovina. Al igual que en el ganado, factores asociados a una mejor alimentación, a mejores prácticas y mejoramientos genéticos han permitido este crecimiento acuícola, que ha permitido incluso recuperar especies nativas afectadas por la sempiterna contaminación de nuestros ríos o mares. Colombia, a pesar de todo, sigue teniendo una gran riqueza hídrica y una gran biodiversidad (no olvidar incluso los peces ornamentales como fuente de ingreso), que, sumado a las condiciones positivas de los mercados locales y externos, le permitirá a aquel ganadero, que sólo piensa hoy en  pezuñas o pezoneras, tener en la palabra “pez” un complemento (o alternativa) sostenible de producción de carne y conservación de su entorno natural.