En septiembre del año pasado una caída de cerca de 20 por ciento en el índice Dow Jones de la Bolsa de Nueva York llevó a muchos a pensar que se había llegado al fin del ciclo expansivo más largo de la economía norteamericana en la posguerra. Este acontecimiento se vislumbraba como el último eslabón de una larga cadena de eventos que parecía precipitar de manera inevitable a la economía mundial al abismo de una crisis sin precedentes desde la gran depresión de los años 30. Los más apocalípticos destacaban la fatídica coincidencia de la debacle económica mundial con el fin del segundo milenio de la era cristiana.Hoy, solo seis meses después, tras una trepada de cerca de 2.500 puntos _más de 30 por ciento_ en el índice Dow Jones y una expansión de 6,1 por ciento de la economía norteamericana en el último trimestre de 1998, la crisis global parece un espejismo lejano. Ante las dificultades de Japón y Alemania, segunda y tercera economías del mundo (Japón tuvo un crecimiento negativo de más de 3 por ciento y una caída en la producción industrial de 6,4 por ciento en 1998, mientras en Alemania, donde se esperaba una recuperación el año pasado, tuvo un último trimestre nefasto con una disminución del PIB de 1,8 por ciento), el coloso del norte se ha convertido de facto en el importador y prestamista de última instancia del resto del mundo. El insaciable apetito consumidor de los estadounidenses y la explosión sin precedentes de sus fortunas por el auge bursátil se han constituido en oxígeno vital para las asfixiadas economías desde Tailandia hasta el Brasil. El primer informe sobre los resultados de la balanza comercial de Estados Unidos en lo que va de este año pone en evidencia esta situación. En enero el déficit comercial norteamericano aumentó en 21 por ciento para ubicarse en 17.000 millones de dólares. De esta manera, mientras las importaciones se incrementaron en 2,1 por ciento frente al mismo mes del año anterior hasta llegar a 93.800 millones de dólares, las exportaciones presentaron un declive de 1,4 por ciento. Estas cifras apuntan a que si no fuera por la fortaleza de ese país el comercio internacional y la economía mundial estarían prácticamente paralizados.Hasta ahora no hay señales concretas de que el dínamo económico estadounidense se pueda quedar sin combustible en el futuro cercano. Incluso las proyecciones para el primer trimestre de 1999 indican que la producción crecerá cerca de 4 por ciento.¿Hasta cuándo?La sabiduría convencional dice que cuando una economía crece por tantos años consecutivos al ritmo que lo ha hecho la de Estados Unidos, tarde o temprano los factores productivos _particularmente la mano de obra_ comienzan a escasear, generando un aumento de la inflación que lleva a una elevación de los tipos de interés y termina por frenar el ciclo expansivo. De hecho, la economía norteamericana parece estar cerca de este umbral, pues la tasa de desempleo se encuentra por debajo del 5 por ciento, lo que representa un récord histórico en tiempos de paz. Incluso Alan Greenspan, presidente de la Reserva Federal de Estados Unidos, advirtió en su última alocución al Congreso que "los recursos en la economía están en un alto nivel de utilización y se corre el riesgo de entrar en un período de recalentamiento, por lo que la Fed estará muy atenta para ajustar los tipos de interés".Sin embargo Estados Unidos lleva ya tres años con tasas de desempleo bajísimas y la inflación de los 12 meses terminados en febrero pasado fue de solo 1,2 por ciento, un punto menos que en igual período del año anterior. Este increíble fenómeno tiene su explicación en dos hechos fundamentales. Primero, que la productividad laboral en Estados Unidos ha aumentado a un promedio anual de 2,5 por ciento en los últimos 10 años y en el último trimestre de 1998 arrojó un incremento de 4,6 por ciento, lo cual ha contribuido a amainar la escasez de mano de obra. Esta mayor eficiencia se ha logrado gracias al incremento en la competencia, el rápido avance de la tecnología y las constantes fusiones y reestructuraciones de las empresas para mantener los costos a raya. La segunda razón, que resulta paradójica, es que la recesión ha permitido que los precios del petróleo y otros productos básicos caigan a los niveles más bajos en términos reales de los últimos 25 años, conteniendo las presiones inflacionarias.Castillo de naipesOtro detonante común de una desaceleración económica es la burbuja especulativa que típicamente caracteriza los últimos años de un ciclo económico ascendente. Con frecuencia un período de crecimiento prolongado genera un optimismo excesivo que conduce a una expansión exagerada del crédito, un aumento desmedido en la inversión y una disparada en el precio de activos, como los títulos valores y los bienes raíces. Este castillo de naipes se viene abajo cuando la solidez de las bases de la expansión comienza a ser cuestionada y una masa crítica de agentes económicos pierden confianza, impulsando los precios de los activos a la baja y desatando una crisis crediticia. Sin embargo las bolsas de valores norteamericanas _que bajo cualquier parámetro histórico se encuentran sobrevaluadas_ continúan su imparable expansión.Todo esto podría cambiar si Greenspan decide subir la tasa de interés, lo cual generaría nuevas presiones sobre el mercado accionario. El boom bursátil en Estados Unidos ha contribuido a generar más de tres billones _es decir millones de millones_ de dólares de riqueza durante los últimos seis meses, lo cual ha servido de base para un incremento sin precedentes en el consumo. Un descenso significativo en las cotizaciones de la bolsa tendría un profundo impacto sobre los consumidores norteamericanos, sobre todo si se tiene en cuenta que por el aumento de su patrimonio en acciones hoy en promedio gastan más que sus ingresos. Por lo tanto, y suponiendo, como es lógico, que la economía norteamericana eventualmente se enfriará, el tiempo se convierte en el factor clave. Si la expansión en Estados Unidos se mantiene hasta permitir una recuperación en Asia, Europa y América Latina el contrapeso de estas regiones contribuirá a una recesión menos profunda en el país del norte. Si por el contrario, a Estados Unidos se le acaba la gasolina antes de que se vislumbre un cambio de tendencia en el resto del planeta, el espectro de una depresión global podría revivir.