La casa de Marta Duque es un paso obligado para los cientos de migrantes venezolanos que cada día buscan atravesar el Páramo de Berlín, llegar a Bucaramanga y continuar su camino hacía el interior del país escapando de la crisis que se vive en Venezuela. Su vivienda de color blanco y tejas de ladrillo, está ubicada en Pamplona, a 75 kilómetros de Cúcuta, y es el primer lugar que ven los caminantes al llegar al municipio en Norte de Santander después de varias horas de recorrido por carretera. Doña Marta, como la conocen en la zona, es la cara amable que recibe a todos con un plato de comida y brinda posada, primordialmente a mujeres y niños del vecino país. Le recomendamos: ¿Migrante o refugiado?: esta es la diferencia Pero darles un café, un vaso de leche o un almuerzo se ha convertido en una tarea compleja desde que un camión que transporta cerveza tumbó el cableado eléctrico de la zona y dañó la nevera donde la mujer almacena los alimentos perecederos que luego ofrece a los viajeros. “Hace 20 días, una mula que transporta cerveza se llevó los cables y dos postes de luz cerca a mi casa y me quemó la nevera y me dañó el televisor”, contó Marta.

Los postes terminaron sobre una pila de neumáticos y en esta fotografía se observa cómo el cable de la luz quedó tirado sobre la carretera, mientras que el camión se detuvo unos metros más adelante al darse cuenta de lo ocurrido.

El problema ahora radica en que pasan los días y nadie responde por los daños causados a este albergue que a diario recibe entre 400 y 700 migrantes venezolanos. “Ellos (autoridades) se escudan en que son vías nacionales y como quienes nos dejaron las líneas bajitas (de los cables) fueron los de la parabólica, ellos se excusan en eso para no responder”, señaló Marta. Puede leer: Bachelet inicia su visita en Venezuela para abordar la crisis La labor social de esta mujer de 56 años comenzó hace año y siete meses luego de que el número de venezolanos en Colombia se incrementara, ante la difícil situación de desabastecimiento de alimentos y la falta de oportunidades de vida en su país. Marta cuenta con diez colaboradores -en su mayoría migrantes que se quedaron en Pamplona- para poder atender los centenares de caminantes que aspiran a coger fuerzas en su albergue, antes de subir el Páramo de Berlín donde las temperaturas alcanzan -6 grados centígrados, la más dura prueba que se encuentran en su desplazamiento. Por lo general, los migrantes no saben a lo que se enfrentarán en esta cadena montañosa de páramo al momento de emprender su viaje. No llevan zapatos, abrigos, ni comida suficiente para aguantar seis o siete días de trayecto que se gastan desde pasar la frontera colombiana hasta llegar a Bucaramanga. Por esta razón es que Marta continúa alimentando a cada transeúnte que pasa por su casa, aunque deba pedir una nevera prestada de sus vecinos para lograrlo. “Aquí todo es compartido. Ellos pueden quedarse el tiempo que necesiten, pero damos prioridad a mujeres con niños o embarazadas. Los demás permanecen una noche y al otro día parten para seguir hacia los distintos países; Perú, Ecuador o al resto de ciudades del país”, dijo. Le puede interesar: El drama de la salud a cada lado de la frontera Juana Rico, colaboradora de la red humanitaria de Santander, lidera una campaña para que Marta pueda comprar su propia nevera y cambiar el cableado quemado de la casa, producto del accidente con el camión. Si usted desea colaborar puede hacerlo a través de la cuenta de ahorros de Bancolombia 47686645726 a nombre de Marta Socorro Duque o contactarla al teléfono 3203649671.