Decía Benjamín Osorio Gaviria lo inconveniente de darle ¨facultades extraordinarias a hombres ordinarios¨,  lo decía al respecto de algún funcionario de alto rango que alguna vez resultó con comportamientos vulgares.   De lo que no alcanzó a hablarme mi amigo Benjamín, que ahora descansa en paz,  fue de la facultad extraordinaria de ser muy ordinario. Estaba lejos Benjamín de conocer al líder de los colombianos de los pasados ocho años.   Y no voy a disimular afirmando que yo creyera que Uribe Vélez fuera, al menos, un hombre de buenos modales,  lo que yo pensaba es que disimulaba muy bien su patanería y matonería y que incluso aquella filtración de la conversación en la que amenaza a otro con romperle le cara fue estudiada y premeditada para darle a sus seguidores la idea de ser un paladín callejero de la justicia.  Los amortiguadores del poder le atenuaban sus rasgos pendencieros y matones con los presidentes vecinos, los periodistas, los jueces, los magistrados, lo directores de organizaciones de derechos humanos  y se le agregaban a un sentido rupestre del patriotismo que pega muy bien en la mayoría de sus seguidores.  El mismo Uribe acusaba de terrorista a todo aquel que se atreviera a criticarlo a él o a su régimen y siempre apelaba a la patria como la mácula que se impregnaba cada vez que a alguien se le ocurría criticarlo o señalarlo en alguno de los cientos de asuntos que ahora lo ocupan en los estrados penales de las diferentes cortes del país.  Para lo que mi imaginación no alcanzó fue para calcular que la carencia de majestad de Uribe fuera tan patética que permitiera un registro de este documento:   https://www.semana.com/nacion/uribe-espere-pongo-otro-twitterazo/177552-3.aspx