Ramón Jimeno: Uribe está haciendo una campaña formal o de frases espontáneas (como cuando invitó a “linchar a los corruptos”). Hay una contradicción entre los mensajes pausados de su campaña y los que él transmite como candidato, que en ocasiones son excluyentes y hasta sectarios. La campaña va por un lado y él por otro. Técnicamente eso es un error, pero estamos ante una campaña atípica en la que, además, los medios le ayudan y los candidatos contendores son muy pobres políticamente hablando. La idea de presentar testimoniales por televisión es muy buena porque una persona con esa favorabilidad sólo necesita que la gente valide su imagen. Lo que es un desastre, técnicamente hablando, es no confrontar a los demás candidatos. Eso dice mucho de su talante democrático, porque un candidato no puede escoger a sus rivales. Esa es una falta de respeto con los demás contrincantes. Ángel Becassino: El manejo del lenguaje de la campaña de Uribe es el más efectivo de todos porque en vez de presentar a un candidato haciendo campaña muestra a la gente reclamando su continuidad en el cargo. Eso es, ni más ni menos, que invertir la lógica de la campaña. En cuanto al lenguaje del candidato se nota que Uribe es muy susceptible ante cualquier situación que parezca desestabilizar su candidatura y por eso se sobre actúa a cada rato. Los índices de desgaste de su imagen lo ponen nervioso, así la mayoría de las encuestas muestre que el país sigue embelesado con él. La contradicción entre sus mensajes de campaña y su actitud como candidato no lo afecta porque él es experto en contradecirse y caer de para arriba. Lo de no ir a debates también hace parte de su lenguaje. Significa que se siente ganador y no se quiere exponer a confrontaciones que le puedan hacer daño a su imagen.