Lo primero es partir de la claridad que desde antes de la reducción de la calificación, las tasas de interés de Brasil ya eran las más altas entre los BRICS, reflejando el desafiante entorno económico. La posibilidad que la deuda pública bruta se aproxime al 70% del PIB en los próximos trimestres ha sido un recurrente tema entre inversionistas y entre quienes advierten que el país eventualmente llegaría en el futuro a declararse en algún tipo de impago. Lea también: Alertas tempranas para anticiparse a las calificadoras de riesgo Aunque para una gran mayoría de inversionistas dicha probabilidad aún es remota, si los afecta que Brasil sea especialmente sensible al estrés por el que atraviesa la deuda externa corporativa emitida por los países emergentes en reciente años. Esto segundo, ha pasado a ser uno de los principales focos de estrés en los mercados emergentes, y allí Brasil tiene una exposición destacada. Aunque una alta proporción de la deuda corporativa emergente es de empresas ubicadas en Asia, entre las que destacan las chinas, dicho estrés alimenta el escenario de riesgo donde se presentarían mayores salidas de flujos de inversionistas de los mercados de bonos emergentes. El estrés financiero además ha sido un catalizador de los recortes de calificación de la deuda emitida por las empresas de países emergentes al punto que por ejemplo en el primer trimestre del año se dieron 132 reducciones de calificaciones. El disminuido interés y apetito inversionista ha dejado nuevas marcas. A finales de agosto el capital invertido por hedge funds en emergentes se habría reducido en cerca de US$14.000 millones. Su creciente salida obedece a que estos  fondos dedicados han perdido cerca del 19% del valor de sus portafolios en los últimos 3 meses según el Wall Street Journal. Las presiones de flujos saliendo de países emergentes a través de menor tenencia o demanda de bonos denominados en dólares y el aumento de los montos en depósitos en dólares de empresas emergentes ha generado una importante disminución de reservas internacionales en éstos. En sólo agosto se estima en casi US$150.000 millones la caída de reservas internacionales de países emergentes. Este tipo situaciones suponen presiones adicionales sobre las tasas de cambio. Anticipando un mayor deterioro en Brasil,  JPMorgan subió sus pronósticos para la moneda a 4,1 reales por dólar para finales de 2015 y de 4,35 para 2016. Pero en medio de tantos problemas, otras voces encuentran razones para esperar que aún con lo complejo y malo de la reducción de calificación ello no suponga un pánico en los otros mercados de valores de países emergentes. Bulttick por ejemplo reseña que los niveles de tasas de interés de Brasil ya incorporaban la reducción de calificación y que incluso lo niveles de tasa de cambio y de tasas de interés actuales ya tienen previsto que Fitch y Moody´s actúen sobre la calificación de Brasil, si bien no necesariamente rebajando la calificación este año al mismo nivel de Standard and Poors. Pero ello no asegura que en adelante el grado de especulación Brasil no tendrá un impacto adicional que pueda contagiar a otros países y otros mercados. Se espera más deterioro en Brasil. Unos US$20.000 millones invertidos en bonos podrían estar presionados a forzosa liquidación, aunque no todos tienen el mandato de hacerlo. Ese monto es importante cuando se estima que puede suponer cerca del 19% de la deuda soberana emitida en recientes años y un 10% de la deuda corporativa en moneda extranjera. Ese tipo de montos en un breve espacio de tiempo podrían disparar ventas adicionales y eventualmente afectar la liquidez y causar mayores niveles de tasas de interés. Los posibles efectos del deterioro del soberano para la deuda externa empresarial y financiera de país han sido los que más atención han generado. El riesgo o diferencial medido en tasa de interés de las corporaciones brasileras frente a los bonos del soberano resulta especialmente alto y una respuesta tranquilizadora del gobierno al sector privado es difícil de articular con la economía y la gobernabilidad debilitadas. Entre los aspectos delicados se encuentra que un 50% de los bonos de deuda privada emitidos en moneda extranjera vencen entre 2015 y 2016 o casi US$100.000 millones de deuda corporativa de entidades no financieras. Entre ellas esta Petrobras que con una deuda total de US$51.300 millones podría perder el grado de inversión, convirtiéndose en un emisor de bonos de alto rendimiento en momentos en que la empresa estaría necesitada de acceder a nueva financiación por uno US$10.000 millones según un escenario de 2016 de JP Morgan.